La situación de la sequía en la zona mediterránea de Europa ya ha llegado a un punto crítico. De hecho, el Observatorio Europeo de la Sequía ha dado a conocer que, a mediados de enero, el sur y este de España, el sur de Francia, la mayor parte de Italia, Malta, el este de Polonia, el centro de Rumanía, el sur de Grecia, Chipre y el centro de Turquía, se encontraban en condiciones de alerta. Además, la situación en nuestro país está siendo especialmente dura en Cataluña, donde incluso se ha declarado la emergencia por sequía.
Esta sequía viene, además, acompañada de las altas temperaturas que hemos estado viendo en las últimas semanas, con datos por encima de la media y con una “racha cálida” en nuestra península. Es más, el pasado año, que estuvo repleto de eventos extremos, fue oficialmente el año más caluroso registrado en la tierra, según datos del Servicio de Cambio Climático Copernicus. Casi la mitad de los días de 2023 excedieron el límite de calentamiento de 1,5°C. Este 2024 no ha comenzado mejor siendo el enero más caluroso desde que hay registros.
La sequía es uno de los fenómenos extremos o adversos que derivan del cambio climático. Un hecho que no es ajeno a la salud pública, pues, como defiende el modelo One Health, tanto la salud del planeta como la salud animal y humana están correlacionadas, y las consecuencias de cada una de ellas influyen en las demás. Es por ello que cabe preguntarse cuáles son los efectos adversos de la sequía en la salud de la población. La propia ministra de Sanidad, Mónica García, ha destacado este viernes que "la sequía no es una plaga bíblica: es consecuencia de la crisis climática y un modelo productivo insostenible. Necesitamos proteger nuestra tierra, abandonando los combustibles fósiles de forma justa y ordenada cuanto antes. La salud del planeta afecta a la nuestra".
La situación en nuestro país está siendo especialmente dura en Cataluña, donde incluso se ha declarado la emergencia por sequía
La entidad Centros para el Control y la Prevención de enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), hace referencia a algunos efectos adversos para nuestra salud que derivan directa o indirectamente de la sequía. Uno de ellos tiene que ver con nuestra nutrición. Teniendo en cuenta que la falta de agua afecta directamente al crecimiento de las cosechas y crea un entorno más favorable para los insectos, las plagas y las enfermedades de algunos cultivos, esto puede llegar a desembocar en la desnutrición de las comunidades más pobres. Igualmente, la sequía también puede afectar al ganado, llegando a producir también muertes entre los animales.
Igualmente, la sequía en los ríos, puede provocar también una mayor cantidad de contaminantes en el agua o que se reduzcan los niveles de oxígeno. Esto no sólo afecta a los humanos, sino también a los peces y a otras formas de vida que dependen de esta agua. Igualmente, “la escorrentía de los incendios forestales relacionados con la sequía puede transportar sedimentos, cenizas, carbón y restos de madera adicionales a las aguas superficiales, matando peces y otras formas de vida acuática al disminuir los niveles de oxígeno en el agua”, se alerta.
Entrar en contacto con el agua durante la sequía también se asocia con un mayor riesgo de contraer enfermedades causadas por bacterias, protozoos y otros contaminantes como productos químicos y metales pesados. En estos casos, la exposición puede ocurrir por ingestión accidental o intencional de agua, contacto directo de contaminantes con membranas mucosas o incluso inhalación de contaminantes. “El agua superficial no tratada puede ser una amenaza para la salud en condiciones de sequía. En las aguas superficiales no tratadas, algunos patógenos, como un tipo de ameba", se explica desde el CDC.
La sequía se asocia con un mayor riesgo de contraer enfermedades causadas por bacterias, protozoos y otros contaminantes como productos químicos y metales pesados
No obstante, estas no son las únicas consecuencias de la falta de agua. Y es que, la calidad del aire que respiramos también puede verse afectada, al volverse más seco y polvoriento. Al acumularse las partículas suspendidas en el aire, como polen, humo y fluorocarbonos, todo ello puede entrar en contacto con nuestro sistema e irritar los bronquios y los pulmones, empeorando las enfermedades respiratorias crónicas como el asma. Además, también puede aumentar el riesgo de infecciones respiratorias agudas como bronquitis y neumonía bacteriana. También pueden proliferar las toxinas en el aire que se originan en la proliferación de cianobacterias en agua dulce.
Por otro lado, el agua posibilita el saneamiento y la higienización, que son esenciales para prevenir miles de enfermedades, como por ejemplo la Covid-19. “La higiene personal, la limpieza, el lavado de manos y el lavado de frutas y verduras se pueden realizar de manera que se conserve agua y también se reduzcan los riesgos para la salud”. Asimismo, la sequía también puede provocar un aumento de las enfermedades infecciosas. Algunas bacterias que provocan más infecciones en estas situaciones, son el E. coli y la Salmonella, que pueden poner en peligro la vida de las personas en grupos de alto riesgo.
Adicionalmente, la sequía puede afectar negativamente a las personas que tienen enfermedades crónicas como asmao algunos trastornos inmunológicos. Por último, puede también afectar al comportamiento de algunos animales. Por ejemplo, si buscan agua en lugares más cercanos a los humanos, es más posible estar en contacto con insectos que nos transmitan enfermedades zoonósicas. También el estancamiento de agua hace que proliferen los vectores, como ha ocurrido con el virus del Nilo Occidental.