Los cigarros tradicionales parecen haber caído en el olvido y cada día conviven con alternativas que dicen ser menos perjudiciales para la salud, desde los cigarrillos electrónicos hasta los productos de tabaco por calentamiento (PTC).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) los define como productos de tabaco procesado que son calentados en lugar de sufrir combustión. Al calentarlos, producen aerosoles que contienen nicotina, sustancia altamente adictiva procedente del tabaco, y otras sustancias químicas, procedentes de aditivos y aromas añadidos, que son inhaladas por los usuarios a través de la boquilla. Imitan el comportamiento de fumar de los cigarrillos tradicionales mediante el uso de dispositivos electrónicos de calentamiento.
No se conocen sus efectos a corto y largo plazo
Como el tabaco calentado es un producto reciente, hay poca información sobre sus efectos en la salud y aún menos sobre los efectos a largo plazo. Recientemente han aparecido algunos estudios independientes, que aportan mayor información, hasta ahora sólo emitida por las empresas implicadas y sus propios estudios.
El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social ha publicado un informe que pretende recoger la evidencia científica disponible y clarificar los conceptos relacionados desde el punto de vista sanitario y legal, con el fin de garantizar la protección de la salud.
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha señalado que los PTC, al contrario que los cigarrillos convencionales, contienen glicerina y propilenglicol, los cuales forman un aerosol con características similares al de los cigarrillos electrónicos. Estas sustancias al degradarse producen elementos tóxicos como el acetol o el propenol.
Incluso hay estudios que demuestran que los niveles de alquitrán son muy similares a los de los cigarros convencionales.