Imagina que de repente te das cuenta de que tu hijo lleva un tiempo llorando más, que se ofende más fácilmente, que deja de tener interés en jugar; se queja de dolor de cabeza o de espalda; tiene menos apetito; sufre un cambio en sus hábitos de sueño; pierde el control del esfínter, o está más inquieto, es decir, no para de moverse, morderse las uñas o de agitar la pierna de arriba abajo incansablemente mientras está sentado. Quizá sufra un trastorno de depresión o de ansiedad.
La depresión y la ansiedad en los niños se manifiestan de forma diferente que en los adolescentes o en los adultos. Normalmente comienzan a presentar síntomas difusos como irritabilidad o cansancio, y los ya comentados, lo que en muchos casos hace pensar que simplemente son cosas de niños. Sin embargo, la depresión y, principalmente el trastorno de ansiedad en la infancia son unas patologías “muy frecuentes”, señala la Dra. María Isabel Lostal, especialista en Pediatría y vocal de la Junta Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (SPI-AEP) a Consalud.es. “Los trastornos psicológico presentan una prevalencia en la infancia entre 10 y 20%”.
“Suelen estar más relacionada con pérdidas, bien una pérdida real como el fallecimiento de un familiar, o bien algo más simbólico como la relación con un amigo, el cambio de profesor, el paso de ciclo”
Pese a su frecuencia la depresión y ansiedad no es algo que se relaciona con niños. Tendemos a pensar que durante la infancia es cuando se generan los momentos que en la adolescencia pueden derivar a problemas de salud mental, pero lo cierto es que los niños también desarrollan estos trastornos, o, principalmente, sintomatología. Las causas, como en los más mayores, son diversas, y los factores desencadenantes más frecuentes van evolucionando con el tiempo. Bien podría ser por una predisposición genética, como por las situaciones del entorno, explica Leyre Iriarte, psicóloga y vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (Sepypna).
De esta forma, lo que más les afecta suele ser el entorno. “Suelen estar más relacionada con pérdidas, bien una pérdida real como el fallecimiento de un familiar, o bien algo más simbólico como la relación con un amigo, el cambio de profesor, el paso de ciclo”, indica Iriarte. También les afecta la situación familiar: si hay una crisis económica, si se produce conflicto entre los padres y hay un riesgo de divorcio, o ya en casos más graves si hay violencia doméstica.
¿QUÉ IMPACTO TIENEN EN EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS?
El sufrir a temprana edad uno de estos trastornos de salud mental tiene una importante repercusión en su día a día y en todas las áreas de su vida. “De forma general, vamos a observar disminución del rendimiento escolar, dificultad de relación entre iguales, dificultad en las relaciones familiares y en el caso de los adolescentes, abuso de alcohol y sustancias, uso excesivo e inadecuado de redes sociales”, manifiesta Lostal, incidiendo en la consecuencia más grave: el suicidio. “No podemos olvidar que en los adolescentes es la segunda causa de muerte más frecuente, solo por detrás del cáncer”.
En general, una depresión o una ansiedad en la infancia si es tratada, no tiende a mantenerse en el tiempo. “Sí parece que los trastornos previos son factores de riesgo para la adolescencia, pero no se da necesariamente”, señala Iriarte. Por eso, recuerdan las expertas, es recomendable acudir a un profesional cuando se detecten estos síntomas para poder realizar un tratamiento precoz con el que para reducir el impacto y evitar un curso crónico o recurrente, prevenir aparición de comorbilidad psiquiátrica y la persistencia de un trastorno de ansiedad en la vida adulta.