La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han publicado las nuevas directrices sobre salud mental en los entornos laborales. De forma histórica la salud mental ha sido la gran olvidada en todos los ámbitos, pero la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha puesto de relieve la importancia que esta juega. Y no es para menos si tenemos en cuenta los alarmantes datos recogidos en el referido documento: se estima que cada año se pierden hasta 12.000 millones de días de trabajo como consecuencia de la depresión y la ansiedad.
El “Informe Mundial de la Salud Mental de la OMS” revelaba el pasado mes de junio que más de mil millones de personas en todo el mundo vivían con algún trastorno mental en 2019. Cifra que, sin duda, se ha visto incrementada por la crisis sanitaria ocasionada por la Covid-19.
La promoción del bienestar y la prevención de las condiciones de salud mental han sido reconocidas como medios para alcanzar una de las prioridades en materia de salud fijadas a nivel global: reducir la carga que suponen las muertes provocadas por las enfermedades no transmisibles en un tercio hasta 2030.
Los centros de trabajo se posicionan en muchas ocasiones como detonantes de los problemas de salud mental debido a múltiples factores. Razón por la que esta guía ahonda en la imperiosa necesidad de hacer de la prevención y la salud ocupacional grandes aliados de la salud mental. El gran problema es que, debido al ostracismo histórico al que ha estado condenada la salud mental, son pocas las garantías con las que estos trastornos cuentan en términos de protección laboral.
Debido al ostracismo histórico al que ha estado condenada la salud mental, son pocas las garantías con las que estos trastornos cuentan en términos de protección laboral
En 2010 la OIT publicaba su última revisión hasta la fecha de la “Lista de Enfermedades Profesionales”, a través de la que se reconocen las enfermedades que los trabajadores pueden padecer o desarrollar como consecuencia de las distintas actividades profesionales. Esta fue la primera vez que los trastornos mentales y del comportamiento se incluían en la lista de enfermedades profesionales. Del total de 106 enfermedades profesionales recogidas en este listado tan solo una está relacionada con la salud mental.
El punto 2.4 recoge lo que se denomina como “Trastornos mentales y del comportamiento”. En este apartado únicamente se reconoce de forma clara el trastorno de estrés postraumático. Cabe señalar que se indica que pueden incluirse “otros trastornos mentales o del comportamiento no mencionados cuando se haya establecido, científicamente o por métodos adecuados a las condiciones y la práctica nacionales, un vínculo directo entre la exposición a factores de riesgo que resulte de las actividades laborales y el (los) trastorno(s) mentales o del comportamiento contraído(s) por el trabajador”.
En contraste, la OMS reconoce más de 400 trastornos mentales y del comportamiento. “Un trastorno mental se caracteriza por una alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo. Por lo general, va asociado a angustia o a discapacidad funcional en otras áreas importantes”, define la OMS. Esta nota descriptiva se centra en los trastornos mentales descritos en la Undécima Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Conexos (CIE-11), que entró en vigor el 1 de enero de 2022.
Alrededor del 15% de los adultos en edad laboral experimentan algún tipo de trastorno mental en todo el mundo
Cierto es que dentro de la amplia lista de trastornos y enfermedades mentales contempladas por la OMS, muchas no encuentran su origen en los entornos laborales. Pero muchas otras sí, tal y como se especifica en la nueva guía con la que iniciábamos estas líneas, y no aparecen contempladas en la lista de la OIT que, recordemos, incorporó por primera vez los trastornos mentales y del comportamiento en 2010.
Hablamos de enfermedades como los trastornos de ansiedad (en 2019 301 millones de personas sufrían un trastorno de ansiedad) o la depresión (en 2019 más de 280 millones de personas padecían depresión). Incluso, en mayo de 2019, la OMS reconoció como enfermedad el burnout o “síndrome de desgaste profesional”, ratificando la existencia de esta enfermedad precisamente en la referida undécima revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades. El CIE-11 define el burnout como el síndrome producido por un cuadro de estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha gestionado de forma correcta y que genera una situación de agotamiento extremo.
Retomando el referido “Informe Mundial de Salud Mental de la OMS”, alrededor del 15% de los adultos en edad laboral experimentan algún tipo de trastorno mental en todo el mundo. Las políticas que rigen el reconocimiento de las enfermedades que pueden o no considerarse como profesionales deben revisarse urgentemente para adaptarse no solo a la compleja realidad actual, sino también a la evidencia científica.
La salud mental no puede continuar siendo ninguneada y omitida en los entornos laborales. Más cuando, en muchas ocasiones, son las empresas y actividades laborales los detonantes de los trastornos de salud mental que padecen sus trabajadores y que, después, no solo no reconocen sino que minimizan con los consiguientes riesgos para la salud que esta actitud arcaica conlleva. Es hora de que las empresas reconozcan la salud mental dentro de sus estructuras y no solo de cara a la galería.