Los desastres climáticos se suceden cada vez con una mayor frecuencia. El progresivo aumento de la temperatura media del planeta, de los niveles de contaminación y de las emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros, están posicionando a una velocidad alarmante el cambio climático como uno de los principales problemas de salud pública. La evidencia científica que demuestra cómo la contaminación y los efectos del cambio climático perjudican significativamente diversos aspectos de nuestra salud es cada vez más sólida, especialmente en lo que se refiere a la salud mental.
Cualquier tipo de desastre climático, más allá de las consecuencias físicas que puede ocasionar en una persona o los daños materiales que origine, afecta de forma cada vez más significativa a la salud mental. Estos eventos causan traumas (que pueden ser temporales o duraderos en el tiempo), perturbaciones e incluso duelos. Unos impactos sobre los que los expertos advierten que son profundos y sostenidos para la salud mental de los afectados.
Para limitar el impacto de los desastres climáticos es muy importante reconocer y abordar los problemas de salud mental derivados de estos. Este es el punto de partida de un reciente análisis publicado por la revista PLOS Climate.
Los problemas de salud mental derivados de los desastres climáticos causan importantes costes sanitarios, financieros y sociales. A pesar de que el impacto de estos en la salud mental no está cuantificado de forma suficiente como para poder ofrecer una fotografía certera de la realidad, el Centro Johns Hopkins para la Preparación de la Salud Pública estima que después de un desastre, la cantidad de personas que desarrollan un trauma psicológico es superior al número de personas que se ven afectadas por una lesión de carácter físico. La proporción ofrecida por el referido centro ayuda a hacernos una idea de la importancia del problema que nos ocupa: 40 a uno.
Los estudios que ahondan en cómo los desastres relacionados con el clima han aumentado en los últimos años estableciendo una clara conexión entre estos y el desarrollo de problemas relacionados con la salud mental. Entre los más destacados se citan en el artículo de la publicación especializada el bajo estado de ánimo, depresión, niveles extremos de angustia, estrés postraumático e incluso el aumento de las tendencias suicidas. En el caso de las personas que ya padecen problemas de salud mental, cuando son víctimas de los desastres climáticos, estos se exacerban, especialmente en aquellos con problemas relacionados con las condiciones afectivas y psicóticas.
Como factores detonantes se señalan, además de los efectos visibles y devastadores que se producen en las comunidades y las personas, el desplazamiento y/o pérdida del hogar, desaparición de las estructuras de apoyo, una mayor vulnerabilidad económica y social y el miedo a la exposición de futuros desastres climáticos.
Los autores del análisis que nos ocupa critican que, a pesar de la escala significativa de las necesidades de salud mental después de un desastre climático, la salud mental continúa sin erigirse como una prioridad y queda descuidada. Cada vez más organismos internacionales y ONG destacan la importancia de salvaguardar la salud mental tras este tipo de eventos por lo que se han comenzado a establecer algunas directrices de actuación.
El Centro Johns Hopkins para la Preparación de la Salud Pública estima que después de un desastre, la cantidad de personas que desarrollan un trauma psicológico es superior al número de personas que se ven afectadas por una lesión de carácter físico
Los investigadores del Imperial College de Londres han hallado, a través de un meta-análisis, que menos del uno por ciento de los 54.000 trabajados de investigación analizados que mencionaban el cambio climático, también hacían alusión a la salud mental entre 2010 y 2020. A esta carencia de literatura científica se suma la ausencia de políticas gubernamentales, lo que genera una opacidad en términos de financiación sobre estos problemas, especialmente en los países con medios y bajos ingresos.
Un aspecto importante destacado en el artículo es que en los planes de respuesta internacionales ante desastres climáticos, a menudo no se incluye la salud mental. Todos los elementos expuestos reducen la importancia de la salud mental en los desastres climáticos y obvian los resultados de diversos estudios que indican que prestar la suficiente atención y financiación a estos supondría un importante ahorro a los sistemas sanitarios.
En base a la fotografía presentada a lo largo de estas líneas, los autores del análisis determinan una serie de recomendaciones sobre las que los países deben trabajar para desarrollar marcos de políticas sólidos y resilientes:
- Los servicios de salud mental que atienen a poblaciones vulnerables deben ampliar su espectro de actuación, ya que el acceso a estos suele limitarse significativamente tras los desastres climáticos.
- Es probable que los desastres climáticos requieran un aumento de la cantidad de profesionales capacitados en la atención de problemas relacionados con la salud mental y, por lo tanto, las políticas deben tener en cuenta estas mayores necesidades.
- Además de ampliar la capacidad de los servicios de salud mental, es importante que los modelos de atención rutinaria pueden no ser factibles para atender a las necesidades planteadas tras un desastre climático. Razón que implica la inversión en iniciativas de salud mental específicas para desastres climáticos.
- La asistencia a la salud mental debe brindarse de forma inmediata tras acontecer un desastre climático y, de forma ideal, debería mantenerse durante los siguientes 12-24 meses, en función de las características de cada uno de los pacientes.
- Las políticas deben diseñarse, implementarse y evaluarse en colaboración con las unidades locales de salud pública y las diversas perspectivas de las comunidades locales con el fin de garantizar que sean respetuosas y constructivas.
“El cambio climático y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero significan que los desastres relacionados con el clima se han vuelto y seguirán siendo más frecuentes y dañinos. Los costes de salud mental de los desastres climáticos son significativos y se descuidan, pero existen oportunidades sustanciales para el desarrollo y la implementación de políticas. Por lo tanto, es importante considerar e incluir el apoyo a la salud mental en la preparación y respuesta a los desastres climáticos”, concluyen los autores del análisis.