En 2019 murieron 6,1 millones de niños y jóvenes adolescentes, la mayoría por causas que se podían evitar. De ellos, 5,2 millones eran menores de cinco años, y casi la mitad eran bebés recién nacidos, según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Pese a las altas cifras, en los últimos años se ha avanzado de forma imparable en la mejora de la salud, la prevención de patologías y su tratamiento. La aparición de vacunas como la del sarampión, que ha evitado 15,6 millones de muertes desde el 2000, o la mejora de las condiciones de higiene y saneamiento mundiales han evitado que hoy mueran 17.000 niños menos que hace 30 años.
Para 2030, según los Objetivos de Desarrollo y Sostenibilidad de la Organización de Naciones Unidas (ODS de la ONU), la meta es poner fin a las muertes evitables de recién nacidos y de niños menores de 5 años, logrando que todos los países intenten reducir la mortalidad neonatal al menos hasta 12 por cada 1.000 nacidos vivos, y la mortalidad de niños menores de 5 años al menos hasta 25 por cada 1.000 nacidos vivos. También se establece el objetivo de reducir en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante la prevención y el tratamiento y promover la salud mental y el bienestar
Estimaciones de Unicef señalan que para 2030, 69 millones de niños morirán por causas evitables
La realidad es que a siete años de que se alcancen estas metas, pese al avance, se están produciendo ciertos retrocesos en salud infantil que tendrán un importante peso en la salud de los futuros adultos y el desarrollo de la población. Estimaciones de Unicef señalan que para 2030, 69 millones de niños morirán por causas evitables, 167 millones seguirán viviendo en la pobreza, y otros factores negativos para la salud siguen aumentando.
124 MILLONES OBESOS, 40 MILLONES DE ADOLESCENTES FUMAN
La contaminación y el cambio climático siguen creciendo, lo que tiene un impacto directo en la salud de los niños. Según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire afecta al desarrollo neurológico, dificulta el desarrollo psíquico y motor de los pequeños, deteriora los pulmones e incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes de tipo 2 y síndrome metabólico, y según cálculos del organismo de Unicef, una de cada 10 defunciones en niños menores de cinco años estará causada por la contaminación.
El estilo de vida y la alimentación también ha empeorado en los últimos tiempos. Actualmente la malnutrición grave por la crisis mundial del hambre afecta a 8 millones de niños, en 2022 la creciente crisis alimentaria mundial ha provocado que 260.000 niños más –o un niño cada 60 segundos– sufran emaciación grave en los 15 países más afectados por la crisis, entre ellos el Cuerno de África y el Sahel Central.
Este polvorín de malnutrición convive a su vez con una alimentación a base de productos ultraprocesados y un estilo sedentario que han aumentado las tasas de obesidad infantil, una de las patologías con mayor comorbilidad que existen. Según datos de la OMS, en 2016 había 124 millones de niños y adolescentes con obesidad, diez veces más que en 1975.
“El mundo no está ofreciendo a los niños una vida saludable y un clima adecuado para su futuro”
A eso se suma el consumo de tabaco y alcohol, dos factores de riesgo en el desarrollo de enfermedades respiratorias, cardiovasculares e incluso de cáncer. Según datos de la OMS, aproximadamente 38 millones de niños (de edades comprendidas entre 13 y 15 años) consumen actualmente tabaco, en concreto 13 millones de niñas y 25 millones de niños. Y más de una cuarta parte (26.5%) de los jóvenes entre 15 y19 años son bebedores, lo que supone 155 millones de adolescentes
“El mundo no está ofreciendo a los niños una vida saludable y un clima adecuado para su futuro”, así concluyó un estudio de la comisión OMS-Unicef-‘The Lancet. “La salud y el futuro de todos los niños y adolescentes del mundo se encuentran bajo la amenaza inmediata de la degradación ecológica, el cambio climático y las prácticas de comercialización explotadoras que empujan a los niños a consumir comida rápida muy procesada, bebidas azucaradas, alcohol y tabaco”, indicaban los 40 expertos de la investigación. Y a estos factores, se ha sumado en los últimos tres años la pandemia Covid-19.
LA SALUD MENTAL Y NEUROLÓGICA, OTRO RETROCESO
El estrés de la pandemia ha producido el envejecimiento prematuro de los cerebros de los jóvenes, con una media de tres años por encima del tiempo real trascurrido, según datos de un reciente estudio hecho público por la Universidad de Stanford (EE.UU) y publicado en la revista ‘Biological Psychiatry: Global Open Science’. Un efecto secundario del que todavía tendremos que conocer los resultados que tendrá en la sociedad.
Cada año casi 46.000 adolescentes de entre 10 y 19 años se quitan la vida según un estudio de Unicef
El impacto de la pandemia en la población infanto-juvenil ha producido también un importante daño en su salud mental. A ello se suma aquellos niños que también están expuestos a la guerra, la hambruna, la violencia en su comunidad. Antes de la Covid-19, esta población ya sufría problemas de salud mental sin que se invirtiera en ello, en 2020 vivían en el mundo más de 1.200 millones de adolescentes de entre 10 y 19 años, y las estimaciones indican que más del 14% padecía un problema de salud mental diagnosticado. Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), la pandemia reflejó en nuestro país un aumento de hasta un 47% de los trastornos de salud mental en menores.
La depresión es la principal causa mundial de discapacidad del mundo y una de las principales causas de suicidio. Cada año casi 46.000 adolescentes de entre 10 y 19 años se quitan la vida según un estudio de Unicef, siendo esta forma de fallecimiento la cuarta entre los jóvenes de 15 a 29 años, solo por detrás de los accidentes de tráfico, la tuberculosis y la violencia interpersonal, y por delante de las enfermedades diarreicas, las maternas, el VIH, ahogamiento, infecciones del tracto respiratorio inferior y la cirrosis hepática.
Ante esta realidad, y con los ojos puestos en los ODS, los expertos llaman a la importancia de realizar políticas que piensen en esta población. “Los países deben revisar su enfoque de la salud de los niños y los adolescentes para garantizar que no solo cuidemos de nuestros niños hoy, sino que también protejamos el mundo que heredarán en el futuro”, indicó la ex Primera Ministra de Nueva Zelanda y Copresidenta de la Comisión OMS-Unicef-‘The Lancet’, Helen Clark.