La contaminación, todos los desechos no deseados provocados por el ser humano que son liberados en el aire, la tierra o el agua sin tener en cuenta el coste que suponen o las consecuencias que pueden tener para nuestro entorno, se posiciona como una de las grandes amenazas para la salud pública y pone en peligro la sostenibilidad de las sociedades modernas.
De acuerdo con la última actualización de "The Lancet Commission on Pollution and Health", publicada por The Lancet Planetary Health, la contaminación fue responsable de nueve millones de muertes en 2019. Una cifra que se traduce en una preocupante conclusión: la contaminación es responsable ya de una de cada seis muertes en todo el mundo.
De este informe se desprenden dos conclusiones sobre las que se debería poner el foco con urgencia. La primera es que más del 90% de las muertes relacionadas con la contaminación se producen en países de medios y bajos ingresos. La segunda es que, además de la contaminación del aire (produce más de 6,5 millones de muertes anuales en todo el mundo), el plomo y otros productos químicos son los responsables de más de 1,8 millones de muertes cada año a nivel global. Una cifra sobre la que los autores del informe detallan que está subestimada.
En 2021 el Gobierno de Argelia decidía eliminar el plomo de sus suministros de gasolina lo que se ha traducido en su eliminación del combustible para automóviles en todo el mundo. Una decisión que ha representado un gran triunfo para la salud pública ya que ha supuesto una reducción mundial de las concentraciones de plomo en la sangre de los niños, así como una reducción en la prevalencia del envenenamiento por plomo. A pesar de este avance, el plomo continúa posicionado como una importante amenaza para la salud pública global.
El Global Burden of Disease Study estimó que la exposición al plomo fue la responsable de 0,9 millones de muertes en todo el mundo en 2019. Una estimación que se considera subestimada ya que la nueva evidencia científica basada en estudios a largo plazo en adultos estadounidenses sugiere que la toxicidad cardiovascular y renal del plomo podría extenderse a concentraciones en sangre muy inferiores a las reconocidas por lo que podría no haber un umbral para estos efectos.
En este sentido el informe indica que los análisis han documentado que las concentraciones elevadas del plomo en la sangre y el envenenamiento que produce, especialmente en los países de medios y bajos ingresos, son mucho más prevalentes de lo que se había reconocido previamente. De este modo se ha estimado que más de 800 millones de niños presentan concentraciones de plomo en sangre que superan los 5,0 μg/dL, cantidad que hasta 2021 era la concentración de intervención establecida por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés). Esta concentración ahora se ha reducido a 3,5 μg/dL.
“Más de 200 productos químicos, incluido el plomo, el metilmercurio los bifenilos policlorados, el arsénico, los pesticidas organoclorados y organofosforados, los solventes orgánicos y los retardantes de llama bromados son neurotóxicos para los humanos”
Diversos estudios han mostrado las graves implicaciones en términos de salud que estas concentraciones de plomo en sangre tienen y que van desde deterioro intelectual a la pérdida grave de la función cognitiva.
Actualmente las principales fuentes de exposición al plomo son el reciclaje inadecuado de baterías de plomo-ácido y los desechos electrónicos que no cumplen con los controles sobre niveles de contaminación establecidos.
Los autores del informe inciden en que los productos químicos se han difundido de forma muy amplia en el medio ambiente. Una situación que es consecuencia directa del aumento que se ha producido en el ritmo de fabricación mundial de productos químicos. Actualmente se sitúa en el 3,5% anual y las estimaciones indican que está en camino de duplicarse para 2030. Aproximadamente dos tercios de la producción química actual se concentra en los países de medios y bajos ingresos.
Nos encontramos ante un grave problema con serias implicaciones para la salud. La subestimación de la carga de morbilidad que puede atribuirse a la contaminación química es considerable. Solo una pequeña fracción de los miles de productos químicos que se fabrican han sido testados adecuadamente para determinar su seguridad y toxicidad. Hecho que se traduce en la práctica imposibilidad de cuantificar la morbilidad atribuible a estos. En este sentido el informe destaca tres consecuencias muy preocupantes de la contaminación químicas: neurotoxicidad para el desarrollo, toxicidad para la reproducción e inmunotoxicidad.
“Más de 200 productos químicos, incluido el plomo, el metilmercurio los bifenilos policlorados, el arsénico, los pesticidas organoclorados y organofosforados, los solventes orgánicos y los retardantes de llama bromados son neurotóxicos para los humanos”, advierte el documento.
Solo una pequeña fracción de los miles de productos químicos que se fabrican han sido testados adecuadamente para determinar su seguridad y toxicidad
Los niños son especialmente susceptibles a sus efectos ya que su exposición, aunque sea en dosis bajas, durante periodos clave de su desarrollo pueden tener graves efectos para su salud como sucedería con dosis más elevadas en los adultos. Especialmente si se trata de el periodo postnatal o durante el embarazo.
Diversos estudios han demostrado como la exposición a determinadas sustancias químicas, aunque sea en dosis bajas, puede tener efectos muy perjudiciales sobre la fertilidad o el desarrollo del embarazo. “Los plaguicidas, los productos químicos industriales (como los retardantes de llama halogenados, los plastificantes y las dioxinas, por ejemplo), los productos químicos ambientales de origen farmacéutico y los metales tóxicos, se han relacionado con una variedad de problemas reproductivos”, alerta el informe.
“La exposición prenatal y posnatal temprana a sustancias químicas también parece estar relacionada con una mayor incidencia de enfermedades reproductivas más adelante en la vida, como endometriosis, cáncer de mama, cáncer de cuello uterino, cáncer de útero y cáncer de testículo”, añade.
Un punto importante a destacar sobre el informe que nos ocupa es el hecho de que algunos contaminantes son tóxicos para el sistema inmunológico. Por ejemplo, se ha demostrado que los ácidos perfluoroalquílicos se asocian con respuestas reducidas de anticuerpos a las vacunas, mayor riesgo en niños de requerir hospitalización en caso de enfermedades infecciosas y mayor gravedad ante la infección por SARS-CoV-2.
La exposición a la contaminación del aire relacionada con el tráfico se ha asociado con una mayor mortalidad por Covid-19. La exposición al cadmio se ha asociado con una mayor mortalidad por influenza. Además, se ha demostrado que muchas otras exposiciones químicas son tóxicas para el sistema inmunitario en estudios de laboratorio, aunque la investigación sobre las consecuencias clínicas de la exposición es aún escasa.
“A pesar de sus efectos sustanciales en la salud las sociedades y las economías, la prevención de la contaminación se pasa por alto en gran medida en la agenda de desarrollo internacional, con un aumento mínimo de la atención y el financiamiento desde 2015, a pesar de los aumentos bien documentados en la preocupación pública sobre la contaminación y sus efectos en la salud”, concluye el informe con una idea muy clara: “no podemos seguir ignorando la contaminación. Estamos retrocediendo”.