La obesidad tiene un patrón social. Esta es una de las conclusiones que podemos extraer del último informe elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la situación del sobrepeso y la obesidad en Europa. Un análisis transversal realizado en 2021 sobre la evaluación de la asociación entre la posición socioeconómica y la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en más de 120.000 niños de entre seis y nueve años en 24 Estados miembros de Región Europea de la OMS, ha hallado que el bajo nivel educativo de los padres es un fuerte impulsor del peso corporal no saludable en los niños.
Una tendencia que se muestra más sólida en los países con altos ingresos. En el caso de aquellos con medios y bajos ingresos el informe revela que la actividad profesional de los padres tiene una asociación más fuerte con el sobrepeso y la obesidad infantil, posiblemente como consecuencia de una menor disponibilidad de tiempo y mayor dependencia de los alimentos precocinados y altamente procesados.
“Estas desigualdades son prevenibles e injustas. Representan diferencias en los determinantes más amplios del exceso de peso entre familias de altos ingresos y familias más vulnerables. Los niños que viven en ambientes con muchos más factores de riesgo que factores protectores tendrán tendencia al aumento continuo de peso excesivo, mientas que aquellos que crecen en entornos con más factores de protección se desarrollarán mejor y con un peso más saludable”, expone el informe.
Este documento refiere una serie de estudios que han demostrado que esos niños pequeños con un nivel socioeconómico más bajo continúan siendo vulnerables al sobrepeso y la obesidad en la infancia tardía y adolescencia incluso si las circunstancias socioeconómicas de la familia mejoran.
La influencia del bajo nivel socioeconómico en los primeros años de vida en la obesidad infantil desarrollada en las etapas posteriores en la infancia, probablemente es el resultado del agrupamiento de exposiciones obesogénicas. En este sentido es necesario destacar cinco riesgos en las etapas tempranas de la vida que tienen influencia, todos ellos, con mayor prevalencia en las madres de nivel socioeconómico más bajo:
- Obesidad materna.
- Exceso de aumento de peso durante el embarazo.
- Nivel bajo de vitamina D en la madre.
- Breve periodo de lactancia (inferior a un mes).
- Tabaquismo.
El informe revela un aumento del riesgo de hasta cuatro veces mayor a la hora de desarrollar sobrepeso u obesidad en los casos en los que existen los factores referidos, en comparación con los niños que no están expuestos a ninguno entre los cuatro y los seis años.
"Los niños que viven en ambientes con muchos más factores de riesgo que factores protectores tendrán tendencia al aumento continuo de peso excesivo, mientas que aquellos que crecen en entornos con más factores de protección se desarrollarán mejor y con un peso más saludable"
La evidencia científica recopilada en el documento que nos ocupa destaca los resultados del estudio COSI con datos sobre 19 países europeos: la combinación de una dieta saludable y actividad física es clave para reducir la prevalencia del sobrepeso y la obesidad. De forma particular, la sinergia de involucrar altos niveles de actividad física, un elevado consumo de frutas y verduras, tiempo de pantallas y dispositivos tecnológicos reducido y un bajo consumo de bebidas azucaradas es necesario para que los niños tengan un peso corporal saludable.
La investigación realizada en Estados Unidos y Europa demuestra cómo la obesidad en las etapas tempranas de la vida puede tener un patrón social. En el caso del viejo continente vemos que los datos combinados de 24 países muestran disparidades en el tiempo dedicado a los dispositivos móviles y pantallas y la participación en clubes deportivos y actividades escolares en los niños de entre seis y nueve años.
El uso de los dispositivos electrónicos y el consumo de televisión era mayor y la participación en actividades deportivas menor entre los niños que vivían en un entorno socioeconómico más bajo. Hecho llamativo si tenemos en cuenta que estos niños tienen más posibilidades de, por ejemplo, acudir a la escuela caminando o en bicicleta.
La evidencia de las desigualdades en el comportamiento dietético entre los niños en edad escolar primaria también está disponible evidente en toda la Región Europea de la OMS. Por ejemplo, el bajo consumo de frutas y verduras, así como un alto consumo de bebidas azucaradas se observó en niños cuyos padres tienen un bajo nivel educativo en los países de altos y medios ingresos de Europa.
Los comportamientos alimentarios de los niños se desarrollan a partir de sus primeras interacciones sociales, especialmente a la hora de comer con sus padres. La influencia más fuerte en este sentido es la calidad dietética de la madre
Señalar también que los comportamientos alimentarios de los niños se desarrollan a partir de sus primeras interacciones sociales, especialmente a la hora de comer con sus padres. La influencia más fuerte en este sentido es la calidad dietética de la madre. Las madres con un nivel socioeconómico más bajo tienden a tener dietas más pobres que aquellas con un mayor nivel socioeconómico.
A pesar de que los padres ejercen una influencia principal en la dieta y el estado físico de sus hijos en los primeros años de vida, un estudio focalizado en el análisis de niños de dos a siete años muestra claramente que los factores de riesgo para el peso no saludable y la mala alimentación se extienden mucho más allá de la familia. El estudio ha hallado que, a la edad de dos años, los niños de familias con bajos ingresos tenían un índice de masa corporal (IMC) más alto que los niños de las familias con ingresos más altos. Sin embargo, superados los dos años, vivir en una zona de bajos ingresos tuvo un mayor impacto en el peso corporal infantil no saludable que el nivel socioeconómico de la familia.
A modo de conclusión el informe indica que los efectos de los entornos en las trayectorias dietéticas y de obesidad a lo largo de la vida encuentran posiblemente su origen en dos mecanismos. El primero de ellos alude a que las familias de bajos ingresos experimentan una mayor exposición a ambientes obesogénicos. El segundo, los individuos que pertenecen a familias con altos ingresos cuentan con mayores recursos educativos, económicos y psicológicos para protegerlos de las exposiciones ambientales obesogénicas. “Estos factores a nivel individual tienen un patrón social y pueden hacer que las familias de bajos ingresos sean más vulnerables a las exposiciones ambientales obesogénicas en todas las etapas de la vida”, concluye el informe.