La depresión es el trastorno mental más común a nivel global. Las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntan a que la depresión afecta a un 3,8% de la población, incluidos un cinco por ciento de los adultos y un 5,7% de los mayores de 60 años. Hablamos de alrededor de 280 millones de personas afectados en todo el mundo. Uno de los aspectos más desconocidos sobre la depresión es que es más frecuente después de sufrir un accidente cerebrovascular, asociándose con peores resultados para la salud.
Se cuenta con sólida evidencia científica relativa a cómo la depresión posterior a un ictus se asocia con un deterioro de la capacidad funcional, una peor calidad de vida y un aumento de la mortalidad. A pesar de esto, la prevalencia de la depresión tras sufrir un ictus está subestimada. Diferentes metaanálisis realizados en los últimos años han estimado que la prevalencia de la depresión era de un 30% en cualquier momento posterior al accidente cerebrovascular.
En base a cifras como esta existen distintas pautas que recomienda la detección de rutina para la depresión tras un accidente cerebrovascular, aunque existe el problema de que estas difieren en un aspecto importante: el momento en el que el paciente debe someterse a las pruebas o reconocimiento médico para diagnosticar o no la depresión. La razón reside en que los estudios que se utilizan en la actualidad emplean diferentes puntos en el tiempo y métodos para describir el curso de la depresión tras un accidente cerebrovascular.
“Es probable que las personas con depresión dentro de los tres meses posteriores al accidente cerebrovascular experimenten una depresión persistente”
Una reciente investigación cuyos resultados han sido publicados por la revista PLOS Medicine ha analizado 79 estudios focalizados en la depresión posterior a un accidente cerebrovascular. Este trabajo ha hallado que la prevalencia general de la depresión fue del 27%. Cifra que se reduce hasta el 24% en las evaluaciones a través de entrevistas clínicas, pero se eleva hasta el 29% aplicando las escalas de calificación.
Del total de estudios analizados, 24 se han desarrollado con más de un punto temporal de evaluación. El análisis de este conjunto de investigaciones revela que entre las personas con depresión en los tres primeros meses posteriores al accidente cerebrovascular, el 53% experimentó depresión persistente, mientras que el 44% se recuperó.
Retomando los resultados generales del análisis del conjunto total de estudios vemos que la incidencia de la depresión posterior al accidente cerebrovascular (entre los tres y los 12 meses) fue del nueve por ciento. La incidencia acumulada durante el primer año posterior al accidente cerebrovascular fue del 38%. Los autores destacan que la depresión se inició en la mayoría de los casos en los tres primeros meses posteriores al accidente cerebrovascular.
Los responsables del análisis argumentan que sus resultados muestran que “es probable que las personas con depresión dentro de los tres meses posteriores al accidente cerebrovascular experimenten una depresión persistente”. Hecho que destaca la necesidad de un seguimiento clínico continuo de los pacientes con depresión después de sufrir un accidente cerebrovascular.