El aumento de la esperanza de la vida es el resultado de las mejoras experimentadas en distintos ámbitos de nuestra vida que van desde la alimentación hasta los avances en el campo de la medicina. Un logro que plantea un importante desafío: el envejecimiento de la población. Hecho que supone un aumento de las cargas derivadas de las enfermedades crónicas que aumentan su prevalencia a media que los grupos demográficos van cumpliendo años.
Esta situación motiva cambios necesarios no solo a nivel social (en regiones como Europa la población cada vez es más envejecida frente a una natalidad reducida), sino también de nuestros sistemas sanitarios que deben reorientarse y adaptarse para dar respuesta a las necesidades médicas que plantean las sociedades cada vez más envejecidas.
Si bien las enfermedades infecciosas son frecuentes entre los niños y jóvenes, en una población envejecida estas se posicionan como una importante causa de discapacidad y muerte. El ejemplo más reciente lo hemos vivido a nivel global con la Covid-19. Pero antes de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 algo que puede parecer tan simple como una gripe en poblaciones jóvenes, puede causar estragos en los más mayores.
La infección prolongada puede afectar a las posibles comorbilidades y generar incapacidad que, aunque temporal, puede perjudicar su autonomía derivando en una confluencia de factores que ralentizarán significativamente la recuperación.
Una de las razones por las que la esperanza de vida ha aumentado de forma progresiva en las últimas décadas son las vacunas. Muchas enfermedades han reducido su prevalencia e incidencia gracias a la vacunación frente a las enfermedades prevenibles.
El principal problema al que nos enfrentamos es que no existe una conciencia generalizada sobre la importancia de la vacunación a lo largo de toda la vida, como sí existe sobre la necesidad de las inmunizaciones en la edad pediátrica. Este es uno de los principales desafíos en el camino hacia lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha denominado como “envejecimiento saludable”.
Las enfermedades infecciosas aumentan también el riesgo de hospitalización y muerte. Se erigen además como uno de los principales causantes de secuelas que pueden limitar la autonomía y reducir la calidad de vida
Para ello las estrategias en materia de salud de los gobiernos deberían focalizarse en el desarrollo de cinco pilares fundamentales:
- La incorporación de la inmunización a lo largo de la vida y políticas de envejecimiento activo como parte de las estrategias de prevención de salud pública.
- Ampliar las oportunidades para que los ciudadanos accedan a las vacunas.
- Mejorar el liderazgo de los profesionales de la salud en materia de vacunación.
- Fortalecer la alfabetización en materia de salud y fomentar las campañas de comunicación.
- Mejorar la vigilancia y el seguimiento de la inmunización de rutina a lo largo de la vida.
LA IMPORTANCIA DE LA VACUNACIÓN DE ADULTOS MAYORES
A medida que cumplimos años nuestro sistema inmunológico se debilita (un proceso denominado “inmunosenescencia”). El envejecimiento incrementa no solo el riesgo de padecer enfermedades infecciosas, sino que también aumenta las posibilidades de que estas se cursen con cuadros graves. Se añade el problema de que este tipo de enfermedades son difíciles de diagnosticar en los adultos mayores y su manejo plantea múltiples retos ya que la mayoría de los sujetos presenta comorbilidades. En este sentido cabe señalar que el 60% de las personas mayores en Europa presenta dos o más comorbilidades.
El 60% de las personas mayores en Europa presenta dos o más comorbilidades
Las enfermedades infecciosas aumentan también el riesgo de hospitalización y muerte. Se erigen además como uno de los principales causantes de secuelas que pueden limitar la autonomía y reducir la calidad de vida.
Si ponemos el foco en el viejo continente los países que lo componen disponen de vacunas eficaces frente a enfermedades infecciosas como la gripe, enfermedades neumocócicas, el herpes zóster, la difteria, el tétanos y la tos ferina. La eficacia de estas vacunas se ha demostrado en términos de reducción de las tasas de hospitalización, discapacidad, dependencia y muerte. Pero estos beneficios van un paso más allá ya que la prevención de este tipo de enfermedades repercute directamente en la economía traduciéndose en ahorros en costes sanitarios y sociales.
A pesar de las vacunas, las enfermedades prevenibles por vacunación afectan a millones de ciudadanos europeos anualmente con una mayor carga entre los ancianos. Diversos informes indican que no se están logrando todos los beneficios médicos y económicos posibles asociados a ellas porque deben mejorarse las tasas de vacunación.
Los programas de vacunación dirigidos a adultos son ahora más importantes que nunca. Los cambios demográficos y el progresivo envejecimiento de la población requieren del desarrollo de vacunas eficaces y seguras para los adultos mayores. Muchas de las vacunas actuales son recomendadas para su uso en personas mayores como estamos viendo en caso de la Covid-19 pero su eficacia y cobertura pueden ser reducidas en los segmentos más ancianos de la población.