El 19 de abril es la fecha en la que el Ministerio de Sanidad tiene pensado llevar al Consejo de Ministros "un real decreto-ley en virtud del cual las mascarillas dejarán de ser obligatorias en los espacios interiores, quedando sólo en algunos supuestos donde parecen absolutamente imprescindibles".
Así lo ha señalado Carolina Darias, ministra de Sanidad, a los consejeros de Sanidad y Salud de las autonomías en el último pleno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS) que se ha celebrado en Toledo (Castilla-La Mancha). La medida será efectiva el día 20 de abril, cuando se publique en el Boletín Oficial del Estado (BOE).
Resulta evidente, por tanto, que la realidad epidemiológica va a transformarse en nuestro país. Y es que los supuestos "absolutamente imprescindibles" citados por Darias se resumen en tres situaciones: trabajadores y visitantes de centros asistenciales y personas ingresadas cuando estén en espacios compartidos fuera de su habitación; trabajadores y visitantes en zonas compartidas en centros socio-sanitarios; y en medios de transporte.
Un documento reciente de la Ponencia de Alertas y Planes de Preparación y Respuesta establece como "no recomendado" el uso de la mascarilla por parte de los niños hasta 18 años y de los profesores, siempre que sean no vulnerables
Uno de los entornos que queda fuera de esta imperatividad es el escolar. En esta línea, un documento reciente de la Ponencia de Alertas y Planes de Preparación y Respuesta establece como "no recomendado" el uso de la mascarilla por parte de los niños hasta 18 años y de los profesores, siempre que sean no vulnerables.
De hecho, la propia Asociación Española de Pediatría (AEP) compartió un calendario en el que marcaba que a partir del 28 de febrero se podrían ir quitando progresivamente por grupos de edad, en un llamamiento de los pediatras atendiendo a la situación de trasmisión en el que establecían la no necesidad de llevarlas en el colegio.
Si bien las limitaciones caigan, lo cierto es que no se puede bajar la guardia. Y es precisamente en este punto donde entran en juego los profesionales de la Enfermería escolar, una figura que ha resultado crucial para asegurar que se cumpliesen las medidas preventivas a la vez que realizaban una labor de vigilancia epidemiológica de primer orden, para detectar a los alumnos o profesores con síntomas, proceder al aislamiento y al rastreo de los contactos, además de, lógicamente, atender cualquier eventualidad en materia de salud que pueda surgir en el centro.
"La presencia de la enfermera escolar ofrece confianza y tranquilidad a todos los miembros de la comunidad educativa, información contrastada y basada en la evidencia científica, además de ser un interlocutor eficaz con otros servicios sanitarios"
Asimismo, han jugado un papel determinante a la hora de la atención directa en casos sospechosos, coordinación de los contactos estrechos de los niños contagiados, priorizando la educación sanitaria y para la salud tan relevante en estas edades y en esta situación de pandemia. Esta enfermera escolar, como miembro de la comunidad educativa y personal sanitario cualificado, ha ocupado el rol de coordinador Covid, que ha sido esencial para la planificación de la reapertura de los centros observando las medidas sanitarias pertinentes.
"La presencia de la enfermera escolar ofrece confianza y tranquilidad a todos los miembros de la comunidad educativa, información contrastada y basada en la evidencia científica, además de ser un interlocutor eficaz con otros servicios sanitarios", sostienen desde la Asociación Nacional e Internacional de Enfermería Escolar (AMECE).
Ahora, es el momento de centrar esfuerzos en otras patologías. Retos que figuraban en la época previa a la pandemia y, a día de hoy, han aumentado su presencia. La integración de niños y niñas con enfermedades como asma, diabetes, procesos epilépticos o alergias, además del auge del consumo de drogas, incluso, el aumento de los embarazos no deseados, son algunos de los problemas más destacados.