En 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó el lipedema como una enfermedad. Tan solo han pasado seis años desde que quedó registrada como patología, aunque sigue siendo la gran desconocida. Es una enfermedad crónica, progresiva y multifactorial de la que todavía se desconocen sus causas y que afecta en torno al 10-20% de las mujeres del mundo desarrollado, ya que de los países tercermundistas se desconocen los datos de incidencia.
Esta patología tiende a confundirse con otras enfermedades y puede desconocerse incluso entres los profesionales sanitarios, tal y como apuntaba el Dr. Jesús Olivas-Menayo en una entrevista a Estetic. Pero a pesar de ser desconocida y no tener una cura, sí existen rutinas saludables que pueden mejorar la calidad de vida de las mujeres que sufren lipedema.
Las pacientes que padecen lipedema pueden presentar unas piernas más voluminosas y una mitad superior del cuerpo mucho más fina
En cuanto al diagnóstico, existen tres criterios, pero no son universales. Según explicaba en una entrevista a ConSalud.es la doctora Belén Alonso, médico especialista en rehabilitación y experta en linfología, el primero se centra en el aumento desproporcionado de grasa. “Este incremento da lugar a una desproporción de la mitad superior e inferior del cuerpo”, declara Alonso. En este sentido, las pacientes que padecen lipedema pueden presentar “unas piernas más voluminosas y una mitad superior del cuerpo mucho más fina”, puntualiza.
Otro de los criterios diagnósticos seleccionados en el último consenso internacional es el dolor. La doctora afirma que este dolor tan característico “es fundamental y una de las causas por la que se considera enfermedad”. Esta sensación de dolor predomina especialmente en las piernas y se produce hasta con ausencia de palpación del tejido graso. Este último caso puede darse especialmente en las pacientes con lipedema grave.
Por último, dentro de estos criterios diagnósticos, la doctora señala el tercer signo de lipedema: “Esta enfermedad respeta los pies”, explica Alonso. Este criterio se conoce como “signo del anillo” es decir, “desde el tobillo hacia abajo el cuerpo no está hinchado y no presenta volumen”. Como si de una anilla se tratase, la parte más voluminosa se separa del resto del cuerpo, en este caso el pie, donde se puede apreciar una apariencia normal.
Y después del diagnóstico, vivir con lipedema significa dolor. Se trata de uno de los síntomas más frecuentes, acompañado de una hipersensibilidad al tacto y la sensación de pesadez o quemazón. Además, es importante no confundir esta patología con otras enfermedades como, por ejemplo, el linfedema o la elefantiasis.
¿CÓMO ES VIVIR CON LIPEDEMA EN VERANO?
Si vivir con lipedema significa dolor, el verano agrava aún más la patología. Como explican los expertos, el verano dificulta la convivencia con esta enfermedad crónica. Precisamente porque la subida de las temperaturas causa una distensión en los tejidos y esto aumenta la dificultad circulatoria y el dolor. Al mismo tiempo, como parte de este proceso provocado por las altas temperaturas, los vasos linfáticos y sanguíneos se obstruyen y, por tanto, se produce más acumulación de líquidos.
Al igual que el verano provoca un empeoramiento en la enfermedad, también otras situaciones lo condicionan. Por ejemplo, el embarazo. Y es que, “el lipedema suele empeorar siempre durante el embarazo debido al aumento de la carga estrogénica para el desarrollo fetal”, como apuntaba el doctor Olivas-Menayo en la entrevista a Estetic, aunque no supone un riesgo para la maternidad.