Entre 1999 y 2019 casi 500.000 personas murieron en Estados Unidos a causa de una sobredosis relacionada con algún opioide, ya fuera ilegal o recetado por un médico, según datos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. Según un análisis publicado en la revista JAMMA, de 2013 a 2019 el país vivió la tercera ola de sobredosis de fentanilo, que provocó 12 veces más muerte que la ola anterior de 2010. Con la pandemia Covid-19 se ha producido la cuarta ola de muertes por sobredosis y el empeoramiento de la crisis de opioides.
Esta lacra que se da desde hace años en Estados Unidos no es igual en España. El estudio ‘Opioides en España. Ni repunte de heroína ni crisis de opioides a la americana’, refleja que el control sanitario de España evita que se produzca una nueva epidemia de opioides como la de los años ochenta vivida con la heroína. Con todo, según los informes sobre la prestación farmacéutica ambulatoria de fentanilo y analgésicos opioides en el Sistema Nacional de Salud (SNS), en el número de envases facturados de fentanilo se ha incrementado un 39,6%, siendo el transdérmico el de mayor consumo, frente al nasal y al oral. En cuanto a los analgésicos de opioides las dosis por 1.000 habitantes y días han aumentado desde el año 2013 a 2019 de 3,57 a 5,42.
El principal problema del consumo de opioides como el fentanilo o la morfina es su alto riesgo de adicción si no hay un seguimiento y control médico. De hecho, en España se ha limitado el consumo de opioides para evitar que esta crisis llegue a al país. Sin embargo, según se ha visto, su efecto en la salud, más allá de la adicción, influye también en la alta mortalidad, sin necesidad de que el consumo sea muy alto.
Empieza a afectar a la respiración cuatro minutos antes de que se produzca alguna señal de alerta, y en dosis 1.700 veces más bajas que la sedación
Y es que el efecto sedante de los opioides puede llevar, en momentos en los que el consumo es durante un largo periodo de tiempo, a una depresión respiratoria, es decir, el cerebro deja de enviar mensajes al cuerpo, incluido el de la necesidad de respirar. Así lo ha demostrado una investigación publicada en la revista ‘PNAS Nexus’ de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos con el fentanilo, el opiode más prevalente y con mayor letalidad.
El estudio demostró que este opioide empieza a afectar a la respiración de la persona que lo ha consumido cuatro minutos antes de que se produzca alguna señal de alerta, y en dosis 1.700 veces más bajas que las que causan sedación. “Esto explica por qué el fentanilo es tan mortal: detiene la respiración de las personas antes de que se den cuenta”, señala el autor principal del estudio, Patrick L. Purdon.
ADMINISTRACIÓN SEGURA Y PERSONALIZADA
Los investigadores realizaron pruebas de electroencefalograma en las que obtuvieron que los datos producidos por el fentanilo eran diferentes a los de otros analegésico. Esto hace que sea posible monitorizar sus efectos para permitir una administración más segura, precisa y personalizada. “Piense en los pacientes con Covid-19 que están sedados en la UCI o en los pacientes que se someten a una cirugía, actualmente no hay forma de saber si los opioides están funcionando en estos pacientes”, señala Purdon.
Esto lleva a que ninguna cantidad de fentanilo sea segura fuera de un entorno clínico con profesionales, concluyen los investigadores. Que señalan la necesidad de desarrollar planes de monitorización para optimizar la administración de los opioides para el tratamiento del dolor que reduzcan el riesgo de un uso persistente y de la dependencia, y también de muerte enn el contexto de una de las peores crisis de opioides vividas en Estados Unidos.