La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa de que el asma es una de las principales enfermedades no transmisibles (ENT) con mayor prevalencia entre la población adulta e infantil a nivel global. Se trata de una inflamación y estrechamiento de las vías respiratorias pequeñas (aquellas que tienen un diámetro interno inferior a dos milímetros) en los pulmones y que son responsables de los síntomas del asma. Entre estos destacan la tos, sibilancias, disnea y opresión torácica.
En unos casos el asma puede ser leve y no requerir tratamiento, mientras que en otros puede ser grave e incluso fatal. Los profesionales médicos identifican cuatro tipos de asma: leve intermitente, leve persistente, moderado persistente y severo persistente. De acuerdo con los últimos datos hechos públicos por la OMS se estima que el asma afectó en 2019 a alrededor de 262 millones de personas y provocó más de 461.000 muertes. Se calcula que en torno al 10% de estas personas están afectadas por asma grave. Estas necesitan altas dosis de fármacos para controlar la enfermedad.
Entre las causas del asma se han identificado distintos factores de riesgo y, en muchas ocasiones, resulta complicado encontrar una única causa directa. El asma es más frecuente en personas que sufren algún tipo de alergia (como eccemas o rinitis) y determinados acontecimientos ocurridos en etapas tempranas de la vida, como la prematuridad o infecciones respiratorias víricas pueden aumentar el riesgo de padecer asma.
También se cree que la exposición a una serie de alérgenos y sustancias irritantes del medio ambiente (como la contaminación, sustancias químicas o los ácaros del polvo doméstico) aumentan también el riesgo. El estilo de vida influye de forma significativa en el riesgo de desarrollar asma, destacando la obesidad y el tabaquismo. Pero, en algunos casos, es nuestro propio organismo el que provoca el asma. Hablamos de asma grave eosinofílica.
Los eosinófilos son leucocitos de tipo granulocito pequeño derivado de la médula ósea. Básicamente se trata de glóbulos blancos que conforman nuestro sistema inmunitario y participan en la respuesta inmune ante las infecciones. En algunos casos estos eosinófilos provocan problemas en nuestro organismo como demuestra el hecho de que alrededor del 50% de los afectados por el asma grave presentan un nivel elevado de eosinófilos en su flujo sanguíneo lo que provoca la inflamación de las vías respiratorias.
Alrededor del 50% de los afectados por el asma grave presentan un nivel elevado de eosinófilos en su flujo sanguíneo lo que provoca la inflamación de las vías respiratorias
El asma grave eosinofílica es una enfermedad crónica que afecta a los pulmones. Produce inflamación y, en consecuencia, el estrechamiento de las vías respiratorias lo que dificulta la entrada del aire. Entre las principales comorbilidades destaca la rinosinusitis crónica con poliposis nasal (RSCcPN).
La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL CCC) define este problema como una “enfermedad crónica inflamatoria de las fosas nasales y senos paranasales que se caracteriza por la presencia de pólipos en la cavidad nasal”. Una enfermedad que afecta hasta el cinco por ciento de la población general, especialmente a los varones con edades comprendidas entre los 40 y los 50 años y supone un importante impacto en la calidad de vida de aquellos que la padecen, comparado incluso con la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o la insuficiencia cardíaca.
Hablamos de un problema de salud que no solo dificulta el desempeño de la vida cotidiana de aquellos que la padecen, sino que también supone un gran consumo de recursos sanitarios tanto a nivel ambulatorio como hospitalario, además de un elevado coste en términos de productividad laboral. Los resultados de una investigación publicados por la revista Rhinology mostraron que los costes directos de la poliposis nasal ascienden a 1.501 euros por paciente al año, con unos costes indirectos de 5.659 euros por paciente y año, siendo la pérdida de productividad el principal gasto.
Las razones por la que los niveles de eosinófilos aumentan en algunas personas no están claras. La evidencia científica disponible hasta la fecha señala que muchos casos de asma grave encuentran su origen en la exposición a factores ambientales que pueden desencadenar una respuesta alérgica exagerada en sujetos más susceptibles, lo que puede provocar que los eosinófilos reaccionen de una forma desproporcionada.
La sintomatología de esta afección es bastante característica. Uno de los principales desafíos que plantea su abordaje es el carácter multidisciplinar que requiere entre profesionales de las áreas de otorrinolaringología, neumología y alergología para que el diagnóstico se produzca de la manera más temprana posible y pueda iniciarse el tratamiento, factores clave para el cuidado y bienestar del paciente.