Que los niños durante el periodo escolar se contagien devirus como la gripe no es algo fuera de lo común. Lo que resulta diferente es cuando estas dolencias conllevan a algo más que deriva en complicaciones, como ocurre con la púrpura de Schönlein-Henoch (también conocida como vasculitis por IgA), una enfermedad predominantemente pediátrica. Concretamente, es más frecuente entre las edades entre los 3 a los 15 años, con una discreta prevalencia en el varón.
Se trata de un trastorno descubierto en 1837, y a pesar de los 185 años transcurridos desde su descripción inicial, su etiopatogenia no es bien conocida y no existe un tratamiento médico estandarizado, ya que es una enfermedad poco común y solo en unos pocos casos resulta ser de riesgo. La incidencia en niños se ha estimado entre 10 y 20 casos por 100.000 menores de 17 años, con un pico de incidencia en torno a los 70 casos por 100.000 en el grupo de edad comprendido entre los 4 y 7 años, aunque “la verdadera incidencia probablemente esté subestimada porque los casos a menudo no se comunican” indican profesionales de la Sociedad Española de Reumatología Pediátrica (Serpe).
El primer síntoma que puede alertar a un padre son las erupciones de color púrpura, de ahí su nombre, que aparecen debido a que los pequeños vasos sanguíneos de la piel se inflaman. Pero, aunque no sea visible, también se inflaman las articulaciones, los intestinos y los riñones, lo que puede suponer un grave problema para la salud.
"La verdadera incidencia probablemente esté subestimada porque los casos a menudo no se comunican"
Hasta ahora, no existen pruebas de laboratorio específicas para conocer el diagnóstico de la enfermedad. Asimismo, la detección irá encaminada a descartar otras posibles patologías y a conocer la extensión de la afectación, lo que puede retrasar su diagnóstico.
Sin embargo, no existe ningún problema para tratar esta enfermedad, ya que remite de forma espontánea sin complicaciones en la mayoría de los niños siguiendo reposo y tratamiento para el dolor. En otras situaciones, “se cursa una disfunción renal, que puede acabar en diálisis las primeras veces, pero en general el niño se suele recuperar”, asegura el Dr. Denis Zafra Torres, hematólogo del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid.
La disfunción renal llega a afectar aproximadamente entre un 25% y un 50% de los niños. Esta se desarrollará durante el primer mes de la enfermedad en el 75-80% de los pacientes, pero una vez recuperado pueden existir recaídas en los siguientes 18 meses en el 33% de los pacientes. Por eso, es muy importante el seguimiento de los niños que han sufrido la púrpura, sobre todo si ha producido afectación de la función de los riñones. Además, se deben realizar análisis de orina y controles de la tensión arterial en todos los menores afectos de esta enfermedad, ya que el 1-3% de los niños que han padecido la púrpura con problemas renales pueden desarrollar una enfermedad renal crónica.
Parece que, pese a las complicaciones que puede conllevar la púrpura en niños, el pronóstico suele ser positivo. Pero, la realidad es que resulta una enfermedad cargante porque puede tardar varias semanas (entre cuatro y ocho) en remitir completamente. Además es frecuente que cuando se reinicie la actividad tras el reposo aparezcan nuevas lesiones, así como las recaídas durante los siguientes meses.