España es el noveno país de la Unión Europea que registra mayores cifras de sedentarismo con un 47% de población que no practica ningún deporte o ejercicio físico, así lo pone de manifiesto el último Eurobarómetro de la Comisión Europea. Estas cifras son alarmantes para nuestra salud, pero también para la de nuestro cerebro, concretamente el de las personas mayores. Según ha revelado el doctor Jesús Cortés Díaz durante las I Jornadas de la Cátedra VIU-NED en Neurociencia Global y Cambio Social, las personas con altos niveles de actividad física tienen cerebros más jóvenes que las sedentarias. Un hallazgo con gran relevancia para intervenir en poblaciones mayores con estos marcadores de eficacia utilizando la edad cerebral como medida de cuantificarlo.
Para llegar a esta conclusión se ha empleado una tecnología conocida como neuroimagen, se trata de una técnica de exploración cerebral con imagen que estudia diferentes aspectos (función, fisiología, estructura, etc) del sistema nervioso a partir de unos mecanismos y algoritmos propios de otras disciplinas como la física, la ingeniería informática o la Inteligencia artificial, entre otras. Este tipo de métodos de exploración no invasiva permiten obtener imágenes cerebrales con excelente resolución a partir de diferentes biomarcadores (funcionales, metabólicos, eléctricos, etc).
UN MAPA DEL CEREBRO PARA ESTUDIAR SUS PATOLOGÍAS
Durante su ponencia “La recreación funcional de la neuroanatomía a través de la neurociencia computacional”, el experto ha presentado otros descubrimientos como el atlas del cerebro que señala las interacciones funcionales entre sus distintas regiones. Un descubrimiento que abre la puerta al estudio de nuevos aspectos de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, el Parkinson o las consecuencias en la actividad cerebral de los traumatismos craneoencefálicos.
Cortés ha destacado que hasta los 12 años más o menos los niños autistas tienen una mayor maduración respecto al resto de niños, es decir, su edad cerebral es mayor
De igual forma, ha explicado cómo se puede utilizar la conectividad en el cerebro como medida de maduración cerebral diferenciando dos conceptos de edad: la edad cronológica y la edad cerebral y la importancia a nivel clínico cuando hay diferencia entre los dos. Es decir, si un paciente tiene 70 años de edad, pero su cerebro tiene 61, puede indicar que tiene ciertas reservas a nivel cognitivo. Sin embargo, si el de 70 tiene edad cerebral de 85 puede representar vulnerabilidad a patologías.
Por otro lado, también se ha abordado la aplicación de la neuroimagen en la población infantil, particularmente entre aquellos niños que padecen autismo. Así, Cortés ha destacado que hasta los 12 años más o menos los niños autistas tienen una mayor maduración respecto al resto de niños, es decir, su edad cerebral es mayor. No obstante, las chicas que padecen autismo tienen un menor retraso en la maduración que los chicos, algo que puede tener que ver con el desarrollo hormonal en la preadolescencia.
NEUROIMAGEN, UNA TÉCNICA PARA APRENDER DEL CEREBRO
En los últimos veinte años, el desarrollo tecnológico e innovador presente en la sociedad actual no ha pasado desapercibido para los estudios sobre el cerebro. Esta relación explica el sorprendente impacto sanitario e investigador que suponen las técnicas de neuroimagen en la investigación y la práctica clínica de los profesionales dedicados a cualquiera de las ramas de la Neurociencia. Por ello, desde la Universidad Internacional de Valencia se ha querido poner el foco en este ámbito con un nuevo Máster Universitario en Neurociencia e Investigación en Imagen Neurológica. De igual forma, estas I Jornadas de la Cátedra VIU-NED en Neurociencia Global y Cambio Social, a la que han asistido en un formato híbrido más de 500 personas, han contado con una ponencia inaugural relacionada con este tema. Asimismo, es una de las áreas que se incorpora como nueva línea de estudio y colaboración con un equipo multidisciplinar que tiene el objetivo de investigar desde una perspectiva integral las neuropatologías más frecuentes en los países con bajos ingresos como es el caso de la hidrocefalia pediátrica.