La polinosis o alergia al polen es una enfermedad causada por una reacción alérgica frente a distintos tipos de polen que se encuentran en la atmósfera y penetran en el organismo a través de las mucosas expuestas al aire, produciendo procesos respiratorios como la rinitis y el asma.
La contaminación y el cambio climático aumentan el riesgo de padecer este tipo de enfermedades, ya que generan un ambiente hostil que se traduce en pólenes más agresivos, con mayor capacidad de alergenicidad, además del aumento y aceleración del crecimiento de las plantas, mayor intensidad y duración de la polinización, y temporadas de polen más largas.
“El daño sobre la vía aérea se debe a que las partículas diesel, favorecen el transporte a los pólenes hacia el árbol respiratorio; a que la inflamación local en las vías respiratorias facilita la entrada de los alérgenos; al incremento en la reactividad bronquial, y debido a la síntesis de inmunologulina E frente al polen por medio de un efecto directo sobre la inmunidad”, explica la Dra. Gabriela Zambrano, del Servicio de Alergología del Hospital Gregorio Marañón.
“Los esfuerzos se están centrando actualmente en estudios de prevención primaria, pero también en prevención secundaria, para que la intervención precoz evite complicaciones de las enfermedades alérgicas"
Uno de los puntos que destacan los profesionales para poder reducir las consecuencias de estas alergias es la detección temprana. Esta permite establecer unas medidas para evitar la exposición al alérgeno o recurrir cuanto antes el tratamiento farmacológico (sintomático o específico) para conseguir controlar los síntomas, evitar complicaciones y disminuir la comorbilidad.
DETECCIÓN
Las pruebas de alergia se utilizan para conocer el agente causal de una reacción alérgica, las más habituales son las cutáneas, como el prick-test que consiste en colocar un extracto alergénico, seleccionado según la historia clínica, en el antebrazo del paciente y se punciona con una pequeña lanceta para evaluar si el paciente está sensibilizado, y el prick by prick, que se asemeja mucho al prick-test, pero en vez de usar extractos alergénicos, se utiliza una fuente alergénica en fresco.
Además de las pruebas cutáneas, también existen otras que ayudan a confirmar o descartar el diagnóstico de alergia. La conocida como prueba oro, es la provocación oral controlada, se realiza por un especialista en Alergología, en un ambiente sanitario, con la administración de dosis pequeñas, pero progresivamente creciente del alérgeno en estudio y así poder evaluar la reactividad clínica o la tolerancia. Otras vías menos comunes son la conjuntival y la bronquial junto con las pruebas de laboratorio in-vitro.
“Los esfuerzos se están centrando actualmente en estudios de prevención primaria, pero también en prevención secundaria, para que la intervención precoz evite complicaciones de las enfermedades alérgicas y la limitación de la calidad de vida que se asocia con estas enfermedades”, señala la Dra. Zambrano.
TRATAMIENTO
El tratamiento se centra en cuatro pilares fundamentales: la educación del paciente, las medidas de control ambiental, el tratamiento farmacológico (sintomático) y el tratamiento con inmunoterapia específica e individualizada. A partir de esto, en el caso de la alergiaal polen, existe una amplia variedad de opciones terapéuticas como los antihistamínicos orales, en gotas oftálmicas, y en forma de spray nasal que se recomiendan con corticoides tópicos nasales. Para paliar los síntomas del asma, se indican los corticoides inhalados, solos o en asociación con broncodilatadores y los casos de mayor gravedad también se pueden añadir otros tratamientos como los antileucotrienos, antagonistas de los receptores muscarínicos de acción prolongada e incluso fármacos biológicos cuando la enfermedad es grave y se encuentra mal controlada.
“Para el 2050, el 50% de la población tendrá al menos una enfermedad alérgica”
En cuanto al tratamiento individualizado se trata de la inmunoterapia alérgeno-específica, en esta se administran dosis del alérgeno de manera progresiva, como vías más utilizadas se encuentran la subcutánea y la sublingual, su duración es de tres a cinco años y es el único tratamiento capaz de modificar el curso natural de la enfermedad alérgica.
Ante este panorama y con un incremento significativo en la prevalencia, no solo de las enfermedades respiratorias sino de todas las enfermedades alérgicas en los países industrializados, la especialista estima que “para el 2050, el 50% de la población tendrá al menos una enfermedad alérgica” un dato muy preocupante y que se traduce en el incremento de los costes sociosanitarios y en una peor calidad de vida para los enfermos.