La pandemia provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 ha puesto de manifiesto la vital importancia en el ámbito sanitario del oxígeno. En casos en los que distintas enfermedades atacan gravemente a los pulmones, como por ejemplo la neumonía, los niveles de oxígeno en sangre disminuyan a puntos que pueden ser críticos y comprometer órganos críticos. Una situación conocida como hipoxemia. Aproximadamente uno de cada cinco pacientes con Covid-19 requiere oxígeno en grandes cantidades y esto, no es posible en muchos países.
A medida que la pandemia se ha extendido por todo el globo se ha ido poniendo de manifiesto el colapso y desbordamiento de los sistemas sanitarios de países con bajos y medianos ingresos, ya debilitados antes de la llegada de la Covid-19. Tal y como informan en British Medical Journal, los sistemas de salud pública de India y Bangladesh han experimentado dificultades para proporcionar oxígeno a los pacientes con Covid-19. En Perú y Ecuador, el aumento del precio del oxígeno ha creado florecientes mercados negros en los que los proveedores de los sistemas de salud pública han quedado excluidos. La escasez de oxígeno en muchos países ha provocado muertes.
El suministro desigual de oxígeno ha puesto el foco en las profundas desigualdades nacionales y globales en materia de salud. El oxígeno de uso sanitario está disponible de forma universal en los países desarrollados, pero en muchas naciones con bajos y medianos ingresos es un artículo de lujo que únicamente está disponible a través de la sanidad privada.
Cada año, alrededor de 4,2 millones de niños de países con bajos y medianos ingresos requieren hospitalización por hipoxemia relacionada con la neumonía
La desigualdad en el acceso al oxígeno se ha descuidado desde mucho antes de la aparición de la actual pandemia. Esto se debe a que la mayor parte de la población que vive esta situación se concentra en países pobres. La Covid-19 ha catapultado este problema a las agendas globales como una amenaza inmediata. Pero cada año, alrededor de 4,2 millones de niños de países con bajos y medianos ingresos requieren hospitalización por hipoxemia relacionada con la neumonía. Sin embargo, en algunas partes de África en las que la neumonía infantil es endémica, menos de uno de cada cinco niños reciben el oxígeno que necesitan lo que supone una irrevocable sentencia a muerte. La neumonía infantil es una de las principales causas de muerte en niños y se cobra cada año más de 800.000 vidas.
Muchas de estas vidas podrían salvarse. Una combinación de oxímetros de pulso (dispositivos sencillos y de bajo coste que miden los niveles de oxígeno en sangre), profesionales médicos y de enfermería capacitados y oxigenoterapia básica podría reducir a la mitad las tasas de mortalidad entre los niños hipoxémicos hospitalizados con neumonía.
Sin embargo, en Nigeria, que encabeza la clasificación mundial de muertes por neumonía infantil, rara vez se dispone de un tratamiento con oxígeno eficaz en las clínicas y hospitales rurales que atienden a las familias pobres. Situación que ayuda a explicar por qué las tasas de mortalidad por neumonía son tres veces más altas para los niños del 20% de los hogares más pobres que para los niños de familias con más recursos.
¿POR QUÉ EXISTE ESTA INEQUIDAD?
Pero el acceso a oxígeno no solo reduciría los fallecimientos por neumonía. El oxígeno es un elemento vital en el tratamiento de la malaria, la sepsis y los problemas respiratorios neonatales, así como durante el parto. Entonces, ¿por qué existe esta inequidad? La infraestructura es clave. El oxígeno que se proporciona a los pacientes en los hospitales estadounidenses y europeos se fabrica normalmente en plantas industriales a gran escala y se suministra en formato líquido a granel y a bajo coste. Este es almacenado, se convierte en gas y canaliza mediante tuberías internas para ser suministrado a los pacientes que lo requieren.
La neumonía infantil es una de las principales causas de muerte en niños y se cobra cada año más de 800.000 vidas
En el caso de los países con bajos y medianos ingresos la situación es muy diferente. Los hospitales suelen comprar el oxígeno en cilindros de gas comprimido de bajo volumen que luego se transportan recorriendo, a menudo, grandes distancias. Los pequeños hospitales rurales de Kenia o Nigeria pueden pagar entre cinco y 10 veces más por cada litro de oxígeno que un hospital de Londres asevera Kevin Watkins, director ejecutivo de Save the Children para Reino Unido. Cuando la demanda aumenta, como ha sido el caso de la pandemia, los precios se elevan y los suministros que se destinaban a los hospitales rurales se desvían a los hospitales de las grandes ciudades.
Al carecer de financiación pública que permita proporcionar oxígeno de forma gratuita son los pacientes los que deben pagarlo. “Tratar un solo caso de neumonía infantil con oxígeno en Nigeria puede costar entre 50 y 60 dólares y, muchas personas, son demasiado pobres para permitírselo”, denuncia Watkins.
Ante esta fotografía el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha pedido el desarrollo de nuevos modelos comerciales para cerrar esta brecha entre el suministro y la demanda de oxígeno. Y lo cierto es que este trabajo no es ciencia espacial.
En Etiopía, por ejemplo, el gobierno ha desarrollado una ambiciosa hoja de ruta para lograr el acceso universal al oxígeno bajo la que se reúnen inversores, autoridades sanitarias y filántropos. El resultado ha sido la construcción del Centro Regional de Oxígeno de Amhara, una planta que abastece a 40 hospitales. En Kenia, una empresa social llamada Hewatele ha creado tres plantas cerca de los principales hospitales. Unos proyectos que crecerían y se multiplicarían con el apoyo internacional.