La Sociedad Española Interdisciplinaria del SIDA (SEISIDA), de la mano de la compañía farmacéutica Gilead, ha celebrado la novena sesión de su programa formativo ‘VIH es 2.0: Ir más allá de la indetectabilidad’. Bajo el título Emociones, estigma y exclusión de las personas con VIH en tiempos de COVID, la cita ha puesto sobre la mesa el impacto ocasionado por la pandemia del SARS-CoV-2 en este colectivo.
El evento online, moderado por la doctora Concha Amador, especialista en Enfermedades Infecciosas del Hospital Marina Baixa (Alicante), ha contado con la participación del doctor Pep Coll, investigador del Institut de Recerca de la Sida de IrsiCaixa, y María José Fuster, gerente de la citada sociedad.
“La calidad de vida de las personas con VIH debe ser una pata más junto al tratamiento precoz, eficaz, seguro y sencillo. Hablar de calidad de vida sin tener en cuenta los problemas de salud mental, neuropsiquiátricos o el estigma sería imposible de alcanzar”, ha comentado la doctora Amador. En este contexto, ha advertido que esta situación afecta “al desenlace de la propia enfermedad”, lo que deriva en la “no asistencia a las citas o las tendencias de ocultación”.
"La calidad de vida de las personas con VIH debe ser una pata más junto al tratamiento precoz, eficaz, seguro y sencillo. Hablar de calidad de vida sin tener en cuenta los problemas de salud mental, neuropsiquiátricos o el estigma sería imposible de alcanzar"
Acto seguido ha tomado la palabra el doctor Coll, quien ha aportado su visión de especialista clínico. Tal y como ha sostenido, la COVID-19 ha impactado en la atención a las personas con VIH desde múltiples prismas: la cancelación de visitas (por parte del hospital o por el propio paciente por temor a un contagio), visitas telefónicas más frías “donde no se puede observar el lenguaje no verbal”, un mayor número de pruebas complementarias (RX), un retraso diagnóstico de comorbilidades o una menor valoración de la tolerancia al tratamiento antirretroviral.
A nivel emocional ha enumerado una serie de condiciones como el temor a una nueva enfermedad (¿tiene una persona con VIH mayor riesgo de contraer la enfermedad), un mayor aislamiento social y familiar, la pérdida de seres queridos o la pérdida de trabajo. Todo ello, ha comentado el investigador, “ha tenido un impacto negativo en la salud mental de las personas”.
De igual modo, se ha observado un impacto de la COVID-19 en la prevención del VIH. La interrupción provisional de la profilaxis prexposición (PrEP) durante la crisis sanitaria ha sido una evidencia. Muestra de ello es un estudio francés, donde se refleja que cayeron un 80% las iniciaciones de la PrEP en la etapa más severa de la pandemia.
Todo ello, ha precisado el facultativo, se suma a que “el confinamiento no ha significado una abstinencia sexual”. Una investigación efectuada en Reino Unido revela que un 24% de hombres que tienen sexo con hombres (HSH) reconocieron haber tenido sexo esporádico durante el confinamiento.
"Durante el confinamiento se estableció el envío de medicación y auto-test VIH, con instrucciones sobre cómo hacer las pruebas y qué hacer en caso de resultado reactivo, todo ello acompañado de visitas telefónicas"
Finalmente, Pep Coll ha explicado la labor de BCN PrEP-Point durante los meses más duros de la pandemia. “Durante el confinamiento se estableció el envío de medicación y auto-test VIH, con instrucciones sobre cómo hacer las pruebas y qué hacer en caso de resultado reactivo, todo ello acompañado de visitas telefónicas”, ha cerrado.
Posteriormente ha tomado la palabra Fuster, quien ha puesto sobre la mesa la perspectiva social y comunitaria, centrándose en el concepto de exclusión social. Este término, ha explicado, hace referencia a una situación de desventaja a la que se enfrentan determinados grupos sociales que se sienten apartados de la sociedad mayoritaria, y que no pueden participar completamente en su vida normal.
Si atendemos al colectivo afectado por el VIH, Fuster ha declarado que existe “un alto nivel de estigma asociado a la infección”. De hecho, ha continuado, “es una de las infecciones más estigmatizadas en el mundo”. En este sentido, el estigma tiene consecuencias negativas en la salud de las personas con VIH (PVIH) e influye en la prevención. Sin embargo, ha detallado, no había estudios que dimensionaran con perspectiva técnica la exclusión social que sufren las personas con VIH en España.
En este contexto SEISIDA impulsó una investigación para conocer el grado de exclusión que sufren las PVIH en España y qué dimensiones son las más afectadas, analizar el impacto que la exclusión social tiene en la calidad de vida y profundizar en las necesidades y en la respuesta que la comunidad está dando a ello.
"El VIH y la COVID-19 difieren en muchos aspectos pero comparten importantes características: emergieron como infecciones pobremente conocidas y para las que no se conocía la prevención ni el tratamiento, que se extendieron ampliamente por el mundo y que han afectado de forma desproporcionada a los más vulnerables"
A nivel social, el estudio concluye que, en el plano educativo, la mayoría de personas con VIH poseen estudios primarios o secundarios, mientras que alrededor de un 25% tiene estudios universitarios. En el área de vivienda, un 20% de las personas con VIH son inmigrantes extracomunitarios, toda vez que la mayoría de las PVIH viven con familiares (58,3%). Finalmente, en el campo de la discapacidad, el 34% de las PVIH han alcanzado el estadio de SIDA a lo largo de su evolución, y más del 50% tiene más de 50 años.
Las necesidades de las personas con VIH se han exacerbado por la COVID-19, partiendo desde las más básicas (pérdida de empleo, disminución de los ingresos personales y familiares, dificultar para realizar pruebas VIH o interrupción de programas), la atención psicológica, el incremento de la exposición a la violencia en el hogar o la disminución del número de mujeres en consulta.
Como conclusión general, María José Fuster ha comentado que “el VIH y la COVID-19 difieren en muchos aspectos pero comparten importantes características: emergieron como infecciones pobremente conocidas y para las que no se conocía la prevención ni el tratamiento, que se extendieron ampliamente por el mundo y que han afectado de forma desproporcionada a los más vulnerables. Ambas han causado un profundo estrés en los sistemas de salud, de apoyo y en la economía”.