La hipoxia nocturna, es decir, la disminución del oxígeno por la noche en niveles de saturación por debajo del 90% (que es el límite a partir del cual esa saturación de oxígeno se considera baja o anormal) multiplica por dos el riesgo de muerte y la probabilidad de padecer un cáncer. Además, las personas que sufren hipoxia nocturna también ven aumentadas en un 50% las posibilidades de padecer un evento cardio o cerebrovascular respecto a las personas que no están diagnosticadas de esta dolencia.
Esa es la conclusión a la que llegó la investigación Impacto de la oximetría nocturna y de la apnea de sueño en la mortalidad, enfermedad cardio- y cerebrovascular y cáncer en hombres de la población general tras 20 años de seguimiento, presentada el mes pasado en el marco de la XXVIII Reunión Anual de la Sociedad Española de Sueño (SES). En la misma, en la que se hizo un seguimiento a casi mil hombres de la población general durante un periodo de dos décadas, participaron expertos de la Unidades del Sueño de los hospitales Ramón y Cajal de Madrid, Universitario de Araba (Vitoria Gasteiz) y del Instituto de Investigación Bioaraba de la Universidad del País Vasco.
La incidencia de la hipoxia nocturna con un CT90 superior al 13% se incrementa considerablemente con los años
En el estudio, los autores tomaron como unidad de medida el CT90, que calcula el porcentaje del tiempo de registro de sueño nocturno en el que la saturación de oxígeno de los pacientes permanece por debajo del 90%, de forma que un porcentaje del 0% sería un resultado excelente, ya que implicaría que durante toda la noche se ha tenido un nivel de saturación de oxígeno por encima de los límites considerados normales.
“El problema que teníamos es que no se había establecido nunca cuál era el porcentaje de CT90 a partir del cual esa cifra se podía considerar anormal o patológica en una población general”, sostiene la doctora Irene Cano, neumóloga, miembro de la Unidad del Sueño del Hospital Ramón y Cajal y una de las autoras de la investigación, que considera que justo ahí reside “parte de la importancia” del estudio llevado a cabo. En el mismo, los investigadores han observado que tener un porcentaje de CT90 mayor del 13% (es decir, que más de un 13% de la noche se mantengan niveles de saturación de oxígeno inferiores al 90%) “conlleva comorbilidad cardiovascular, cáncer y mortalidad”; un porcentaje que, sin embargo, era considerado hasta la fecha como “bajo” por los clínicos y, por tanto, “no se le daba mucha importancia”.
En el estudio, que los participantes iniciaron con una edad media de 48 años y terminaron con 69 años de media, los autores también comprobaron que la incidencia de la hipoxia nocturna con un CT90 superior al 13% se incrementa considerablemente con los años, pasando de un 20% de afectados al inicio de la investigación a un 45% veinte años más tarde.
LA APNEA NO TRATADA TAMBIÉN DUPLICA EL RIESGO DE MORTALIDAD
La hipoxia nocturna puede ser un marcador de la apnea del sueño (el marcador más clásico es la hipoxia intermitente), aunque también puede ser un síntoma secundario a otras patologías como la obesidad o diversas patologías pulmonares (hipoxia persistente).
“En los últimos años han surgido varios trabajos que indican que la cuantificación de la hipoxia nocturna y no el IAH estándar (que es como tradicionalmente se ha cuantificado la gravedad de la apnea del sueño) ofrecería una mejor relación con los marcadores de riesgo cardiovascular, mortalidad y cáncer asociados a la apnea”, sostiene la doctora Cano, que considera una hipótesis válida que los índices de CT90 pudieran emplearse como “factor pronóstico” de este trastorno del sueño.
En la investigación, en la que también se analizó el impacto de la apnea sobre diferentes variables de morbimortalidad, los autores no observaron una relación significativa entre la apnea del sueño moderada-grave (cuantificada por el IAH) con la aparición de eventos cardio y cerebrovasculares y cáncer. Sí que observaron, sin embargo, que el hecho de padecer una apnea del sueño moderada-grave sin tratamiento “duplica el riesgo de mortalidad a los 20 años frente a no padecerla o estar en tratamiento con CPAP”.