Entre 25 y 35 millones de personas han fallecido por causa del SIDA, la enfermedad provocada por el VIH. En la actualidad, podemos decir que la epidemia que puso al mundo en alerta en los años 80, está bajo control. Con todo, no siempre ha sido así. El VIH es una enfermedad crónica que durante muchos años, careció de tratamientos antrirretrovirales eficaces, por lo que “la supervivencia tras el diagnóstico era breve”, explica la presidenta de Seisida, la Dra. Mª José Galindo, en el Ciclo VIH 2.0: Ir más allá de la indetectabilidad.
Aunque aún es una enfermedad incurable, los tratamientos antirretrovirales han conseguido reducir la mortalidad protagonizando uno de los mayores hitos de los últimos años: que las personas con VIH tengan una esperanza de vida prácticamente igual que la de la población general.
Se trata de una “situación muy optimista” para la Dra. Matilde Sánchez Conde, del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal de Madrid que, en una entrevista para ConSalud TV asegura que ahora, el reto es otro: conseguir una mejor calidad de vida para los pacientes. “Si preguntamos a los pacientes mayores de 50 años, más de la mitad nos ha dicho que su calidad de vida es regular o mala”, explica la experta. Además, el 40% notifica sentir algún tipo de dolor que impacta en su calidad de vida y hasta un 27% padece depresión. Tanto es así, que, según recoge el ECDC, la depresión es una de las afecciones de salud mental más comunes entre las personas con VIH. Uno de los motivos que podría explicar este fenónmeno, podría residir en la estigmatización que, lamentablemente, aún sufre el colectivo.
Los avances han permitido aumentar la supervivencia de las más de 150.000 personas infectadas con el virus de la inmunodeficiencia humana en España. Sin embargo, el siguiente paso ahora es aumentar la calidad de vida de estos pacientes y tender hacia un envejecimiento saludable.
Los expertos coinciden: estamos en un gran momento para los pacientes con VIH, pero el aumento de la supervivencia viene de la mano de nuevos retos
El hecho de que las personas con VIH tengan una esperanza de vida equiparable a la de la población general pone de manifiesto nuevos problemas. Uno de ellos: la mayor prevalencia de complicaciones médicas en estos pacientes, con signos de envejecimiento a una edad más temprana y mayor incidencia de comorbilidades, como diabetes mellitus, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, neoplasias no asociadas al VIH, enfermedades renales terminales, enfermedades hepáticas avanzadas, enfermedades de tipo óseo y enfermedades de tipo neurocognitivo. Todo ello, aumenta el coste sanitario asociado a estas comorbilidades.
Así, en un estudio realizado por los investigadores Francisco Jódar Sánchez, David José Sánchez Pardo, Yusnelkis Milanes Guisado y Carlos Luis Parra Calderón, con el apoyo de Gilead, determinó que excluyendo el coste de la terapia antrirretroviral, el componente más relevante del coste sanitario asignado a cada paciente con VIH fueron las hospitalizaciones. El valor medio fue de 10.101 euros en pacientes con comorbilidades, mientras que en pacientes sin comorbilidades se redujo notablemente hasta los 1.989 euros. Los resultados constatan que, la presencia de comorbilidades incrementa el consumo de recursos, así como el coste sanitario asociado al manejo de las mismas, motivo por el cual deben ser tenidas en cuenta por todos los agentes implicados en el tratamiento y abordaje de estos pacientes a la hora de establecer recomendaciones o protocolos terapéuticos para el VIH.
Los expertos coinciden: estamos en un gran momento para los pacientes con VIH, pero el aumento de la supervivencia viene de la mano de nuevos retos, por lo que trabajar en fomentar la calidad de vida y la salud a largo plazo es un punto clave que debe ser abordado. Para la Dra. Sánchez Conde, el abordaje del paciente con VIH mayor de 50 años “no debe tener en cuenta solo aspectos médicos, sino otros de esfera psicosocial, afectiva y de calidad de vida”. Centrarse en la persona y su capacidad funcional y de independencia, así como una atención multidisciplinar que implique el trabajo de diferentes especialistas, es esencial para tender hacia el envejecimiento saludable de esta población.