Las células dendríticas del sistema inmunitario colaboran en conseguir un metabolismo adecuado a través del un buen mantenimiento. De este modo, equilibran la energía que se consume y la que se almacena en el tejido graso. Así se refleja en una investigación liderada por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) en Cellular and Molecular Immunology
La investigación ha sido probada en ratones y ha demostrado que la ausencia de un subtipo de estas células dendríticas, llamadas convencionales de tipo 1 (cDC1), desencadena el desarrollo, entre otros, de obesidad, hepatomegalia (aumento patológico del tamaño del hígado), diabetes de tipo 2, o esteatosis hepática (hígado graso).
En palabras de Salvador Iborra, investigador del grupo de Inmunología Linfocitaria de la UCM, “la función ejercida por los macrófagos y otras células del sistema inmunitario en el tejido graso está muy bien caracterizada, sin embargo, el papel de las células dendríticas en este tejido no estaba claro. Esto se debe en parte a la heterogeneidad de esta población celular y a las limitaciones técnicas para poder estudiar los distintos tipos de células”.
“La repercusión sociosanitaria que podría derivarse de estos estudios es potencialmente elevada, ya que la obesidad y los trastornos metabólicos asociados son una de las principales causas de mortalidad y morbilidad en países industrializados"
Este estudio está coliderado por el laboratorio de Inmunobiología del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), en él los expertos observaron que las células cDC1 promueven la activación de dos tipos de linfocitos llamados “asesinos natos” (NK y NKT) en el tejido graso. A su vez, según otro tipo de estudios, los linfocitos posibilitan la reparación, a través de la eliminación de células dañadas en el tejido graso.
Con todo ello, una de las conclusiones a las que llegaron los investigadores en este estudio es que mediante la administración de una inmunoterapia que fomente la generación y expansión de las células de subtipo cDC1, se estaría obteniendo una nueva estrategia de intervención terapéutica en obesidad.
“La repercusión sociosanitaria que podría derivarse de estos estudios es potencialmente elevada, ya que la obesidad y los trastornos metabólicos asociados son una de las principales causas de mortalidad y morbilidad en países industrializados y se han convertido en un gran desafío para la salud pública”, resalta Iborra.
Cuando los ratones han alcanzado una edad comparable a los 30-40 años de un humano, se han comparado con ratones sin la mutación y se ha observado que los primeros ganan peso y muestran alteraciones metabólicas que los otros no.
“Esto se debe, probablemente, a que la abundancia de esta población de células en el tejido graso disminuye cuando los ratones van engordando. De tal manera que, si tratamos a los ratones con un factor de crecimiento que expande esta población, se reducen parte de los efectos negativos de la obesidad”, concluye el inmunólogo de la UCM.