El estudio internacional, liderado por el grupo de Biomarcadores y Metabolómica Nutricional y Alimentaria de la Universidad de Barcelona y del área CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES), apunta que el consumo de proteína animal se asocia inversamente con la mortalidad cardiovascular.
La investigación encabezada por la catedrática Cristina Andrés-Lacueva, de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la Universidad de Barcelona y en colaboración con grupos de investigación de Italia y EEUU, el IRCCS INRCA Istituto Nazionale di Ricovero e Cura per Anziani y el NIA, National Institute of Aging, tiene como base el estudio InCHIANTI, que ha seguido durante 20 años a 1139 participantes, 56% mujeres de 65 años o más y con una edad media de 75 años.
Las necesidades de este sector de la población en cuanto al nivel de proteínas son mayores que en los adultos de mediana edad, por ello el estudio evalúa las asociaciones a largo plazo de la ingesta de proteínas animales y vegetales con la mortalidad en adultos mayores.
"El aumento de esta ingesta proteica puede estar inversamente relacionado con la mortalidad por su efecto protector sobre la fuerza muscular, fragilidad, sarcopenia o las respuestas inmunitarias, por lo que debemos indagar más en esta línea”
“Este estudio es el primero que muestra una asociación inversa entre las proteínas animales y la mortalidad en mujeres y hombres mayores de un país Mediterráneo. El aumento de esta ingesta proteica puede estar inversamente relacionado con la mortalidad por su efecto protector sobre la fuerza muscular, fragilidad, sarcopenia o las respuestas inmunitarias, por lo que debemos indagar más en esta línea”, explica Tomás Meroño, investigador del CIBERFES y la UB y primer firmante del trabajo.
Durante los años de seguimiento (1998-2018), se registraron un total de 811 muertes, 292 por causas cardiovasculares y 151 por cáncer. La ingesta de proteína animal se asoció inversamente con la mortalidad por cualquier causa y la mortalidad cardiovascular. En esta misma línea, la ingesta de proteína vegetal no mostró asociación con mortalidad, pero sí se encontró una interacción con la hipertensión, observándose un moderado efecto protector de la proteína vegetal en los participantes con esta enfermedad.
A su vez, las afecciones inflamatorias crónicas o agudas pueden perjudicar la relación directa entre la ingesta de proteínas y la fuerza muscular entre esta población, aumentando la necesidad de incrementarlas en la dieta.
El estudio no pudo confirmar si el efecto protector de la proteína animal se debe a la calidad proteica o al mayor contenido de proteína de los alimentos de origen animal. En cambio, se pudo observar que la principal fuente de proteína vegetal eran los cereales (mayoritariamente pan y pastas) y esto pudo ser un factor por el cual no se observó un efecto protector de la proteína vegetal.
En palabras de la catedrática Cristina Andrés-Lacueva, “necesitamos más estudios para ofrecer recomendaciones sobre la ingesta de proteínas en la dieta de los mayores, con alimentos densos en nutrientes, como huevos, leche y pescado”.