En los últimos años, varias investigaciones científicas han estudiado el impacto de la contaminación atmosférica sobre las capacidades cognitivas infantiles, sin embargo, los estudios sobre los cambios que podría provocar en el cerebro siguen siendo escasos.
Recientemente, una investigación liderada por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) revela un vínculo entre la contaminación y las modificaciones en el cuerpo calloso, una zona del cerebro cuya alteración se relaciona con los trastornos de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y del espectro autista (TEA).
Para medir la contaminación del aire se ha analizado la cantidad de partículas finas, presentes en el aire urbano
Este estudio se enmarca en el proyecto Breathe, cuyas investigaciones previas ya apuntaban que la contaminación del aire tenía efectos perjudiciales sobre las funciones cognitivas de los niños en edad escolar. En esta ocasión, los investigadores estudiaron, concretamente, la relación entre la exposición prenatal a las partículas finas, presentes en el aire urbano, y el tamaño del cuerpo calloso en la infancia.
La investigación se realizó sobre 186 niños de Barcelona. Para calcular la cantidad de partículas finas a las que se expuso su madre durante el embarazo se utilizaron los datos del proyecto European Study of Cohorts fos Air Pollution Effects (Escape) y el historial de residencia de cada niño. Por otro lado, la información sobre la anatomía cerebral se obtuvo a través de resonancias magnéticas, y los datos sobre el comportamiento, a través de cuestionarios dirigidos a sus padres y profesores.
Se detectaron cambios en el cuerpo calloso con niveles de exposición que no exceden el valor límite de la UE
Los investigadores se centraron en la exposición durante el embarazo porque “se trata de la época en la que las estructuras cerebrales se están formando, y los daños provocados por la exposición a altos niveles de contaminación podrían ser permanentes”, señala Marion Mortamais, primera autora del artículo. Los resultados mostraron que la exposición a estas partículas, especialmente durante el último trimestre del embarazo, puede inducir cambios estructurales en el cuerpo calloso observables a partir de los ocho años de edad.
Según advierte Jordi Sunyer, líder de la investigación, “nuestros resultados son preocupantes por diversas razones. En primer lugar, porque provienen de casos de exposición prenatal crónica que no exceden el valor límite de la UE. En segundo lugar porque, aunque no se trate de una alteración específica de estos trastornos, no deja de ser una característica común del TDAH y del TEA".