El potasio es un mineral que resulta esencial para el funcionamiento de todas las células, músculos, tejidos y órganos del cuerpo. Pero su concentración en sangre debe estar dentro de unos límites fisiológicos determinados. La hiperpotasemia se da cuando los niveles son superiores a 5 miliequivalentes por litro (mEq/l). Se calcula que entre el 4 y el 8% de los pacientes con insuficiencia cardiaca tiene hiperpotasemia, que cada vez más, constituye una complicación creciente en el tratamiento de estos pacientes.
Para informar y concienciar sobre la importancia de controlar los niveles de potasio, la Fundación Española del Corazón (FEC) celebrará el próximo 27 de noviembre, con la colaboración de ViforPharma, el VII Foro de Salud Cardiovascular para Pacientes y Familiares.
EL potasio es el encargado de mantener la frecuencia cardiaca
El cardiólogo Nicolás Manito explica que “una de las funciones más importantes del potasio es el mantenimiento de la frecuencia cardiaca, además de permitir la contracción de los músculos y la transmisión de los impulsos nerviosos”. Las alteraciones en la contracción muscular y la transmisión de impulsos nerviosos pueden ocasionar arritmias o, incluso, paro cardíaco.
Los riñones son los encargados de mantener el nivel correcto de potasio, igualando la cantidad que se ingiere con la cantidad que se elimina, mayormente a través de la orina. “En el caso de que los riñones no funcionen correctamente, por ejemplo, si se presenta la enfermedad renal crónica, no pueden eliminar el potasio sobrante presente en la sangre”, detalla Manito. Por este motivo, la insuficiencia renal es una de las causas más frecuentes de hiperpotasemia.
Una de las causas de hiperpotasemia es la toma de fármacos utilizados para tratar la insuficiencia cardiaca
La segunda causa de esta enfermedad es la toma de determinados fármacos. En estos casos, la presencia de hiperpotasemia limita que los pacientes puedan tomar las dosis recomendadas. Esto se suele dar en medicamentos para tratar enfermedades cardiovasculares, como la insuficiencia cardiaca. Además, la insuficiencia puede disminuir el flujo de sangre a los riñones, lo que, a su vez, es causa de insuficiencia renal e hiperpotasemia.
“En esta enfermedad, el uso de medicamentos como los llamados inhibidores del sistema renina angiotensina aldosterona (iSRAA) pueden aumentar el potasio y ello obliga a reducir su dosis o a suspenderlos”, aclara el Dr. Manito.
Por otro lado, la insuficiencia cardiaca puede llegar a disminuir el flujo de sangre a los riñones y esto a su vez es causa de insuficiencia renal e hiperpotasemia.
CONTROL DEL POTASIO
Para el experto, la optimización terapéutica en el área cardiovascular depende en muchos pacientes del correcto control del potasio, “por lo que hay que evitar situaciones que pongan en riesgo al paciente como es precisamente la hiperpotasemia”.
No obstante, en la actualidad existen fármacos eficaces que evitan la hiperpotasemia y permiten la optimización terapéutica de aquellos pacientes con patologías cardiovasculares como la insuficiencia cardiaca con o sin insuficiencia renal concomitante.
En la actualidad existen fármacos eficaces que evitan la hiperpotasemia y permiten la optimización terapéutica de aquellos pacientes con patologías cardiovasculares como la insuficiencia cardiaca con o sin insuficiencia renal concomitante
Por otra parte,“el manejo de la enfermedad cardiovascular conlleva que muchos pacientes reciban múltiples medicaciones, además de una serie de pautas de autocontroles, alimentación y comportamientos que dificultan su total cumplimiento”, reconoce el experto, quien considera que “el profesional sanitario debe ser capaz de asesorar, aconsejar cómo usarlos y hacer un seguimiento del paciente”.
ALIMENTACIÓN Y DIETA
Tal y como indica el Dr. Nicolás Manito, “la mayoría de nosotros obtenemos el potasio que necesita nuestro cuerpo a través de lo que comemos y bebemos, por lo que para controlarlo, hemos de controlar nuestra dieta”. Las principales fuentes de potasio en la dieta incluyen: frutas como las naranjas, uvas, moras, plátanos, kiwis, aguacates, nectarinas, mangos, papayas, ciruelas o granadas; vegateles como las coles de Bruselas, zanahorias, patatas, espinacas, calabazas, tomates, judías o legumbres; productos lácteos como los yogures y quesos, y frutos secos y semillas