En los laboratorios existen no cientos, sino miles líneas para validar cualquier estrategia y descubrimiento que se haga para luego desarrollarlo. Estas primeras fases de validación no se prueban en los pacientes NI en los animales, sino en sus muestras y células. Tejidos procedentes de pacientes, personas e incluso embriones que se han donado a la Investigación. Son tejidos que en muchos casos, en el final de la vida, tras haberse analizado la muestra en busca de un diagnóstico, o cuando un feto no ha llegado a término, se desecharían. “Y antes de desecharlo se ha utilizado para esta líneas y nos sirven para avanzar en nuestra investigación”, explica a Consalud.es el Dr. Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC.
En España contamos con distintos lugares donde se almacenan muestras para el uso de los investigadores, también con proveedores que forman parte del registro establecido por el Ministro de Sanidad y que cumplen con las normas de calidad y origen de las muestras. Según datos de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (Aemps), en nuestro país el 80% de los biobancos de muestras humanas existentes se ubican en hospitales y, dentro de ellos, un 40% aproximadamente corresponden a colecciones de Anatomía Patológica, el otro 40% al almacenaje de muestras para estudios genéticos, y el 20% restante son colecciones vinculadas a departamentos de investigación.
Tenemos que detallar siempre de forma trasparente el origen de estas células”
En estos lugares se recogen células de distintos tipos, hemocultivos, exudados de distinta partes del cuerpo, líquidos como el peritoneal o el biliar, entre otros. Dos de las células inmortalizadas y más usadas son las células HeLa, cancerosas y capaces de duplicarse en menos de 24 horas, reciben el nombre de la paciente en la que se encontraron, Henrietta Lack, que falleció hace más de 50 años de cáncer de cérvix; y las células HEK293, que vienen de la parte renal en desarrollo de un embrión, y que han sido esenciales en el desarrollo de las herramientas de edición genética, en el desarrollo de terapias e incluso de las vacunas. También se almacenan tejidos como pueden ser partes del ojo como la retina o la córnea, y ADN y ARN. “Todos estos tejidos vienen de personas con nombre y apellido o de un embrión o un feto que no llegaron a término. Nosotros no podemos genera de la nada células humanas”, recuerda el Dr. Montoliu.
Todo ello, necesariamente, tiene que ser obtenido a partir de consentimientos informados que autoricen la obtención de estas muestras y la investigación, estos deben estar firmados por el propio paciente, por el tutor legal o por la madre cuando hablamos de fetos y embriones no llegados a término. Además, las muestras de células humanas tienen que tener un informe favorable del Comité de Ética de Investigación, que recogerá de dónde han salido esas células (de una biopsia a un paciente que dio su consentimiento a este uso; si se recibe de otro investigador que a su vez recibió el consentimiento del paciente para que lo pudiera utilizar un segundo investigador; o adquirirlas a través de un proveedor autorizado, como es el caso de las células embrionarias). “Tenemos que detallar siempre de forma trasparente el origen de estas células”.
EL PAPEL DE LOS ORGANOIDES
Algunas de las células obtenidas, si son bien tratadas, pueden ser conformadas como pluripotenciales. "Se les hace funcionar como células madres y se puede inducirlas a que se trasformen en algo parecido al órgano que estamos investigando”, explica el Dr. Montoliu. Así aparecen los organoides. Como señala el genetista y biólogo molecular Michael Eisenstein en la revista ‘Investigación y Ciencia’, desde hace años se sabía que las células madre tenían capacidad de desarrollar órganos, pero no fue hasta hace pocos años que se consiguió desarrollar esta capacidad en cultivos celulares.
“Antes de probarlo in vitro en los pacientes, antes incluso de probarlos en animales, el hallazgo ha tenido que validarse en algún modelo celular"
Esta técnica fue declarada método del año en 2017 por la revista ‘Nature Methodos’. Permite estudiar el desarrollo embrionario, las enfermedades humanas y la búsqueda de tratamientos más personalizados. “No son órganos, pero nos ayudan a avanzar en la investigación de todas patologías que puede afectar por ejemplo a un pulmón o a un riñón”, indica el experto. Esto ha supuesto un avance en el método de investigación, y se basa en un principio que desde años se conocía: Sin estas muestras no se pueden validar los tratamientos.
“Antes de probarlo in vitro en los pacientes, antes incluso de probarlos en animales, el hallazgo ha tenido que validarse en algún modelo celular, y si hablamos de enfermedades humanas estas células tienen que ser humanas, bien como tales, como células que crecen de forma indefinida y que han sido inmortalizadas, o trasformadas en organoides”. Un camino obligado por el que pasa cualquier desarrollo de terapia, de vacuna, tratamiento biomédico de cualquier mejora cuyo fin sea administrarse a personas. “Con ello garantizamos la seguridad, es lo principal, después ya llegará el estudio de eficacia”, concluye el Dr. Lluís Montoliu.