La prevalencia de la obesidad infantil y adolescente ha experimentado un crecimiento alarmante en las últimas décadas. Además, las proyecciones para 2050 marcan un aumento aún más significativo. Según un reciente estudio publicado en ‘The Lancet’, la obesidad en niños y adolescentes ha aumentado un 244% entre 1990 y 2021. "Si no se toman medidas de inmediato, se espera que alrededor de un tercio -746 millones- de los niños y adolescentes del mundo vivan con sobrepeso u obesidad en 2050", alerta el informe. De este total, aproximadamente 360 millones serán obesos, suponiendo por tanto “un desafío crítico” para los sistemas sanitarios.
El estudio también destaca que los aumentos más significativos en la prevalencia de la obesidad se registrarán en regiones como el norte de África, Oriente Medio, América Latina y el Caribe. "Se estima que, para 2050, un tercio de los niños y adolescentes del mundo con obesidad vivirán en estas regiones", advierte el documento. Además, en países oceánicos, la situación será aún más preocupante, con una previsión del 70% de prevalencia de obesidad para 2050.
"Si no se adoptan reformas políticas urgentes, la transición a la obesidad será especialmente rápida en varias regiones con grandes poblaciones"
Uno de los aspectos que señala el informe es la creciente incidencia de la obesidad en la población más joven, de entre 5 y 14 años, especialmente en varones. "Si no se adoptan reformas políticas urgentes, la transición a la obesidad será especialmente rápida en varias regiones con grandes poblaciones", explica el estudio. Esto podría tener consecuencias a largo plazo en la salud de las futuras generaciones, perpetuando ciclos de obesidad que serán cada vez más difíciles de revertir.
El informe también niega la idea de que el sobrepeso se está estabilizando en algunas regiones. En realidad, esto ocurre porque una mayor proporción de la población está haciendo la transición de sobrepeso a obesidad. "No se espera que la obesidad se estabilice en ninguna región antes de 2050", advierte la investigación.
Más allá de las implicaciones en la calidad de vida de esta población, la obesidad tendrá un efecto negativo en los sistemas sanitarios, en la sociedad y en la economía de los países. "Las repercusiones no solo serán abrumadoras para las personas, sino que la carga resultante será devastadora en los sistemas sanitarios, sociales y económicos", subraya el estudio.
Uno de los factores clave que impulsan la epidemia de obesidad es la transformación de los sistemas alimentarios y urbanos, promovidos por la globalización y el desarrollo económico. "Los cambios obesógenos en los sistemas de transporte, medios de comunicación y alimentos, junto con las desigualdades socioeconómicas, han contribuido a esta crisis", explica el informe. En muchas regiones, la comercialización masiva de productos ultraprocesados y el sedentarismo, cada vez mayor, han exacerbado el problema.
"Sin acciones políticas colectivas, las estrategias aisladas de cambio de comportamiento basadas en el estilo de vida no producen un cambio significativo ni sostenible"
Para abordar esta crisis, los expertos destacan la necesidad de una intervención por parte de las administraciones en lugar de estrategias individuales. "Sin acciones políticas colectivas, las estrategias aisladas de cambio de comportamiento basadas en el estilo de vida no producen un cambio significativo ni sostenible", advierte el estudio. La implementación de políticas fiscales, restricciones a la publicidad de alimentos no saludables y promoción de dietas saludables son algunas de las medidas sugeridas.
En algunas regiones, ya se están aplicando estrategias que han dado resultados exitosos. "El Enfoque de Peso Saludable de Ámsterdam es un ejemplo de una intervención multifacética exitosa de salud en todas las políticas para reducir la obesidad infantil y adolescente", señala el informe. Programas como el de alimentación escolar en Brasil también han demostrado ser efectivos, al regular la dieta de los niños y apoyar la producción agrícola local, comenta.
Sin embargo, en los países de ingresos bajos y medios, el desafío es aún mayor. "Un aumento repentino de la prevalencia en estos países precipitará emergencias de salud pública ante las elevadas cifras de población y los recursos limitados", advierte el estudio. En estos contextos, las políticas deben equilibrar la lucha contra la obesidad con la prevención de la desnutrición, lo que requiere estrategias coordinadas y multisectoriales.
"Los próximos cinco años (2025-2030) son particularmente cruciales para que los responsables de la toma de decisiones aborden esta epidemia", concluye el estudio. "Si no se actúa con rapidez, el impacto de la obesidad infantil y adolescente podría comprometer el futuro de generaciones enteras, aumentando la carga de enfermedades crónicas y deteriorando la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo”.