Se estima que en el mundo uno de cada cuatro niños tiene una enfermedad crónica, con cifras de prevalencia que varían entre el 10 y el 30%. Según un estudio publicado en septiembre de 2020 en ‘Anales de Pediatría’, en nuestro país “encontramos un número importante de pacientes con enfermedades crónicas, siendo el asma, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad y la obesidad las enfermedades más prevalentes”. También encontramos pacientes con cardiopatías, neumopatías, nefropatías, problemas digestivos, que pueden tener una mayor vulnerabilidad a los problemas nutritivos.
Según un estudio desarrollado por miembros de la Sección de Gastroenterología y Nutrición del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, el riesgo de desnutrición en el caso de los niños con enfermedades crónicas es incluso mayor que el de los niños que en sus primeros años de vida tienen “requerimientos elevados para el crecimiento, depósitos escasos, inmadurez fisiológica de los órganos y sistemas relacionados con la alimentación, y falta de autonomía”. Estos pacientes con enfermedad crónica pueden tener alterados uno o varios de los mecanismos implicados en el proceso de la nutrición, de tal manera que con una ingesta inadecuada (disminución del apetito o dificultad para la succión o para la deglución), un trastorno en la digestión-absorción-utilización de nutrientes (como puede ser desde una enfermedad celíaca a una fibrosis quística con especial afectación en las encimas pancreáticas), pérdida de nutrientes o un mayor gasto energético que precise de un mayor aporte calórico.
“El pediatra o el personal sanitario que atiende al niño con enfermedad crónica debe realizar un screening nutricional", indica Rosaura Leis
Esta desnutrición en pacientes crónicos tiene un impacto directo en el sistema inmunitario, dando lugar a un aumento de la frecuencia de infecciones, explican las autoras del estudio. También supone un problema en el sistema cardiovascular, al disminuir el gasto cardíaco y con ello la frecuencia cardíaca; en la función renal debido a la disminución del gasto cardíaco; en el sistema nervioso al conducir a un mal desarrollo que afecta negativamente al desarrollo intelectual del paciente; y en el sistema digestivo con diferentes fenómenos que conducen a “una maldigestión de los macronutrientes, así como a un déficit de absorción de los productos resultantes, que junto con una irregular motilidad intestinal y el sobrecrecimiento bacteriano pueden contribuir, además, al desarrollo de diarrea en estos pacientes”.
“Es de gran interés identificar a los niños en riesgo de desnutrición, fundamentalmente aquellos con enfermedad crónica”, indica a Consalud.es Rosaura Leis, coordinadora del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP). “El pediatra o el personal sanitario que atiende al niño con enfermedad crónica debe realizar un screening nutricional para detectar el riesgo de desnutrición y poder establecer las estrategias preventivas o de intervención”, añade.
RESPUESTA A LOS DIFERENTES PROBLEMAS DIGESTIVOS
Las enfermedades no transmisibles, tal y como reflejó un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), son el principal problema de salud pública actual. Cada dos segundos muere una persona por estas patologías, 41 millones de muertes al año, lo que hace que maten más que las infecciones. Y es la nutrición y la salud pediátrica la que luego impactará en el sistema metabólico de los adultos y en el desarrollo de estas patologías. “Las enfermedades no transmisibles, que son hoy la principal causa de morbilidad y de mortalidad tienen su origen en los primeros años de vida, y a lo largo de la edad pediátrica va a haber varias ventanas de oportunidad para su prevención. En estas ventanas de oportunidad, patrones de vida saludables, entre los que destaca la alimentación, van a ser fundamentales”, señala Leis.
Pero además de en este punto, la nutrición forma también parte del tratamiento de la enfermedad. En algunas patologías a veces es el único tratamiento, como es el ejemplo de “algunas metabolopatías, la enfermedad celíaca o la alergia o intolerancia a determinados alimentos, pero siempre forma parte del tratamiento, mejorando el pronóstico de la enfermedad”. Es importante por tanto responder a los problemas de succión (con alimentación artificial, espesantes y entrenamiento), de masticación (con estrategias de prevención e intervención) y de absorción de alimentos (pudiendo ser necesarios suplementos alimentarios, vitamínicos y minerales), indica la experta.
“Se ha mejorado en el abordaje de la nutrición en Pediatría, pero no podemos dejar de destacar la necesidad de la implicación del equipo de pediatría de Atención Primaria junto con las Unidades Multidisciplinares de Nutrición Hospitalaria en el tratamiento, seguimiento y prevención del riesgo nutricional de los niños y adolescentes con patología crónica”, continúa Leis. “Un buen abordaje nutricional en la enfermedad es básico para su mejor pronóstico y calidad de vida de nuestros pacientes. No debemos dejar de insistir en la necesidad de un correcto seguimiento del estado nutricional de nuestros pacientes y de la participación de equipos multidisciplinares, que incluyan pediatras-nutricionistas, nutricionistas, dietistas, graduados en actividad física, psicólogos, logopedas, enfermería y el equipo pediátrico de atención primaria en la asistencia de los niños con patología crónica”, concluye la experta.