Sans: “No respetar el sueño del adolescente abre la puerta a comorbilidades a medio y largo plazo”

El especialista Óscar Sans explica en ConSalud.es cómo afectan los retrasos de fase en el sueño en la infancia y la adolescencia

Niña durmiendo en la cama. (Foto: Freepik)

El insomnio es una alteración del sueño que afecta aproximadamente entre el 20 y el 25% de la población en edades infantiles y adolescentes. Sin embargo, no existen datos a nivel nacional que garanticen un porcentaje de prevalencia exacto de esta condición. Lo que sí se conoce es la diferencia entre este trastorno del sueño y lo que se llama retraso de fase, una tendencia a dormir menos horas de noche.

Así lo explica a ConSalud.es el doctorÓscar Sans, coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española del Sueño (SES), que asegura esta tendencia en los adolescentes a retrasar el sueño hasta la madrugada. “Todos nuestros adolescentes desde el punto de vista biológico tienen tendencia a ser búhos”, asegura el especialista. Esta predisposición de los grupos más jóvenes provoca dificultades para definir ese tanto por ciento afectado por el insomnio, según afirma Sans. “Tenemos que sacar de esa definición a todos los niños que tienen un retraso de fase”, añade.

“Si miramos las horas de descanso, todos van privados de sueño”

El verdadero problema en estos niños y adolescentes es la alteración de los ritmos circadianos. “Si miramos las horas de descanso, todos van privados de sueño”, asevera el doctor. El problema de estos cambios de horas no es únicamente la alteración en las horas de sueño, como indica Sans, la realidad es que se produce un cambio de rutina en los tiempos de las comidas.

Apnea del sueño, diabetes u obesidad por comidas mal estructuradas son algunas de las patologías de una larga lista vinculadas a estos malos hábitos. “No respetar el sueño en la adolescencia abre la puerta a comorbilidades a medio y largo plazo”, indica el coordinador de la SES. Sin embargo, este desorden en los hábitos tiene una mejor respuesta al cambio en los niños más pequeños. El doctor pone de relieve la figura de los padres, que pueden conducir a los más pequeños a la regulación de estas rutinas para evitar el desarrollo de patologías.

En los adolescentes se están estudiando estas alteraciones como fruto, en parte, de unos hábitos marcados por una jornada seguida, que empieza a las ocho de la mañana y acaba a las ocho de la tarde. Una comida más allá de las tres e incluso más tarde “prepara al cuerpo para que todas las rutinas se retrasen”, subraya Sans.

“Cuando hablamos de buenas rutinas nos referimos a hábitos que duran 24 horas”

“Cuanto más tarde como, más tarde me dormiré”, matiza el doctor. En ese sentido, Sans recomienda adoptar buenas rutinas, que van más allá de dormirse y levantarse pronto. “Cuando hablamos de buenas rutinas nos referimos a hábitos que duran 24 horas”, señala. Además, el especialista insiste en que, si el intestino está funcionando en horas de sueño, el reloj central de nuestro cerebro advierte de que no toca dormir.

Por esto, lo más recomendado es mantener buenas horas de sueño, de comidas y de consumo de la tecnología. Esto último es importante porque, como señala el experto, la exposición a la luz de los dispositivos también pueden alterar el sueño. “En los escolares se está viendo un mayor consumo de pantallas”, destaca, y ahí entra la melatonina. “Esta neurohormona que abre la puerta para dormirnos le está diciendo que, cuanto más estímulos reciba, más se retrasará el inicio del sueño”, asevera.

Una vez establecidos unos buenos hábitos para regular los parámetros del sueño, padres, madres y tutores son quienes deben observar si este retraso de fase continúa o no. “Si a partir de este momento persisten los problemas de sueño, vale la pena consultar con el pediatra y especialista del sueño para ver si existen patologías”, concluye Sans.

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