Cuando Miguel Ángel Rubio fue operado de un sarcoma -un tipo de cáncer raro que afecta a las capacidades motoras- en enero de 2021. Nunca se imaginó que solo tres años después estaría alcanzando la cima del Kilimanjaro, el cuarto pico más alto del mundo. Y menos que lo haría acompañado de su cirujano del Hospital Gregorio Marañón, José Manuel Asencio, quien hacía “20 o 25 años” que no pisaba una montaña. Por eso, y por toda la campaña de visibilización del cáncer que ha tenido detrás, su historia ha dado la vuelta a España, y paciente y médico se han convertido en todo un ejemplo de cómo afrontar el proceso de recuperación de esta enfermedad.
El reto de estos dos ya grandes amigos, de hecho, iba a ser originalmente realizado solo por Miguel Ángel, pero finalmente fueron seis personas las que hicieron el viaje a Tanzania a finales de este mes de enero. Junto a él fue, entre otros acompañantes, un cámara, Simón Noguera, que está ultimando un documental sobre el viaje que verá la luz próximamente. En dicho reportaje visual el doctor Asencio iba a participar con una breve entrevista desde su consulta “o desde alguna montaña de Madrid”. Sin embargo, explica Miguel Ángel, fue el propio cirujano oncológico quien “se tiró de cabeza” a subir los 5.895 metros del Kilimanjaro cuando se enteró del proyecto.
“Miguel Ángel vino a la consulta muy nervioso, y al principio yo me pensaba que era por los resultados de la prueba, pero realmente era por la propuesta en sí y porque me debió ver algo distante y serio. Primero me propuso salir en el documental haciendo una entrevista desde Peñalara, pero cuando me terminó de contar el propósito del proyecto y vi cómo podía servir para poner de relieve la enfermedad, lanzar un mensaje de esperanza a otros pacientes y conseguir fondos para investigar, sentí que me tenía que involucrar seguro”, recuerda José Manuel Asencio.
"Primero me propuso salir en el documental haciendo una entrevista desde Peñalara, pero cuando me terminó de contar el propósito del proyecto sentí que me tenía que involucrar seguro”
El cirujano del Gregorio Marañón se fue poco a poco integrando a la mencionada expedición de seis personas, formada por, además de los citados Miguel Ángel Rubio, José Manuel Asencio y Simón Noguera, también Daniel Orte (guía de alta montaña), Javier Agraz (logística en África) y Silvia Navarro (enfermera especialista en medicina de alta montaña). “Ellos ya habían subido varias montañas de España, pero yo me incorporé en verano, y estuvimos varios días en Pirineos. Luego, para el tema de la altura, tres semanas antes de viajar a Tanzania pasamos dos días caminando por el Veleta”, explica Asencio.
La preparación de Miguel Ángel, sin embargo, comenzó mucho antes. “Prácticamente desde que tuve que volver a aprender a andar, porque las secuelas de la cirugía y el tratamiento fueron my potentes a nivel físico. Yo creo que mi primera pendiente fue la rampa que hay en todos los gimnasios de los hospitales”, señala. “También, al ser de Cuenca, tengo la suerte de que salgo de casa y a los cinco minutos ya estoy subiendo un monte”, añade. Por último, ya en Tanzania y antes de encarar el Kilimanjaro, se plantearon como entrenamiento previo subir el monte Meru. “Como tenía 2.500 metros menos, pensábamos que sería un paseo. Pero nos puso en nuestro sitio bien puestos”, comenta entre risas.
"Un fisioterapeuta del hospital me pidió hacer un ejercicio de subir la pierna por encima de la rodilla, y cuando le dije que no podía, me respondió: ‘eso lo sabes tú, pero tu cuerpo no’"
Y es que, más allá de todo lo que supone un post operatorio de esta envergadura, al ingeniero castellano manchego también le quitaron el riñón derecho, la parte derecha del colon y el músculo psoas, ubicado en la parte anterior del muslo y que, como ha aparecido reflejado en muchos titulares, “es el que permite subir escaleras”. Miguel Ángel le quita hierro: “Un fisioterapeuta del hospital me pidió hacer un ejercicio de subir la pierna por encima de la rodilla, y cuando le dije que no podía, me respondió: ‘eso lo sabes tú, pero tu cuerpo no’. Y efectivamente es así. A base de entrenamiento, consigues que esa función la hagan otros músculos”. “Por lo demás, no creo que tuviera mayor contraindicación que la que puede tener cualquier otra persona, aunque sí que me daba bastante miedo el tema su situación intestinal y problemas que pudieran aparecer en el Kilimanjaro. Pero bueno, José Manuel iba preparado para esta contingencia”, afirma.
“Miguel Ángel tiene problemas de adherencias en el abdomen, y cada dos o tres meses sufre convulsiones y el intestino se le paraliza durante unas horas. Gracias a dios, normalmente se le resuelve, pero había que estar preparados. Después, aunque el riñón izquierdo funciona perfectamente y compensa al derecho, en altura se ve muy afectado el manejo de los líquidos por parte del organismo. Tenía que estar bebiendo agua todo el tiempo y estar muy pendiente de la nutrición, porque su intestino también es más corto de lo normal, por lo que tiene menos capacidad de absorber tanto líquidos como alimentos”, explica Asencio.
“Miguel Ángel tuvo la suerte de que el médico que le diagnosticó le trasladara a uno de los siete centros de referencia del sarcoma que hay en España, pero lamentablemente no siempre es así"
El cirujano reconoce el mérito de su paciente a la hora de afrontar este reto. “Aunque en el día a día no lo notes, cuando estás muchas horas seguidas forzando otros músculos, al final terminas con contracturas por las malas posturas. De hecho, de vez en cuando le teníamos que dar masajes”, asegura Asencio, quien apunta que para evitar sustos llevaban un botiquín “muy bien amueblado”: “Cuando te embarcas en una aventura así y eres médico, automáticamente te conviertes en el médico de todas las personas que están a tu alrededor”.
OBJETIVO: ELIMINAR TABÚES
Una vez de vuelta en España, el objetivo de Miguel Ángel con su campaña ‘Kilimanjaro, la importancia del momento’ es llegar a los 20.000€ en donaciones para investigar contra el cáncer. De momento lleva 13.715€, el 68%, aunque reconoce que para el momento actual esperaba haber alcanzado algo más: “Fue una cantidad que nos parecía similar a los costes que podríamos tener de la expedición, que al final han sido más”. Con ella también busca eliminar tabúes: “Todavía hay muchas personas a las que le cuesta pronunciar la palabra cáncer, y en su lugar utilizan eufemismos”. “Parece que es un poco la estrategia del avestruz, y que si lo ocultas va a ser menos agresivo. Pero va a estar ahí igual”, se lamenta Miguel Ángel, quien tuvo que mudarse en su momento a Madrid para someterse al tratamiento del Gregorio Marañón.
“Miguel Ángel tuvo la suerte de que el médico que le diagnosticó le trasladara a uno de los siete centros de referencia del sarcoma que hay en España, porque es una enfermedad cuya incidencia es de un uno por cada millón de habitantes. Es un derecho del paciente y una obligación del hospital que les diagnostica, pero lamentablemente no siempre es así”, concluye José Manuel Asencio, quien ya tiene planificados otros tantos actos de visibilización junto a su paciente… e incluso no descartan volver a subir otra montaña: “Salieron a relucir un poco de pasada Himalaya, Andes… pero son todo conversaciones de bajada de montaña, con las emociones y los ánimos muy subidos".