La nutrición parenteral es mucho más que una técnica de alimentación que permite aportar nutrientes de forma directa a la sangre (vía intravenosa) en aquellos pacientes en los que la vía digestiva no deba utilizarse. Tiene un impacto en todos los niveles de la vida.
Se trata de uno de los métodos que evita la desnutrición y permite el consumo de nutrientes de calidad adecuados para el organismo. Puede ser necesaria durante meses, semanas o para toda la vida con el fin de que ayude en la solución de ciertas carencias alimenticias que, por diversas enfermedades, se pueden dar en una persona.
El cáncer en el tubo digestivo es, probablemente, el caso en el que más necesario se puede hacer este tipo de nutrición. De hecho, la quimioterapia puede ocasionar una mala absorción de nutrientes y, por ello, se hace necesario aplicar este tipo de nutrición. Otro caso puede ser la enfermedad de Crohn, en la que la inflamación del colon puede ocasionar un serio problema en la asimilación de ciertos alimentos. A esto hay que añadir otras patologías como el síndrome del intestino corto, la enfermedad intestinal isquémica o los intestinos que tienen un mal funcionamiento.
"Muchas veces el no alimentarse no está limitado por la situación clínica del niño, sino porque no sabe comer"
Laura, coordinadora de la Asociación NUPA, la asociación española de pacientes con fallo intestinal, nutrición parenteral y trasplante multivisceral, y psicóloga y terapeuta ocupacional, ha explicado a Consalud.es lo que supone estar alimentándose a través de una mochila. Respecto a la salud mental, “el impacto que tiene, incluso antes del diagnóstico, es brutal. Nosotros trabajamos en el Hospital La Paz y cuando llegan les hacemos una detección de necesidades desde el punto de vista psicológico. En niños, depende de la edad. Es verdad que cuando son niños el apoyo se lo tenemos que dar a los padres. Pero, a medida que la enfermedad se consolida, se cronifica o hay ingresos hospitalarios y los niños tienen cierta edad y son más conscientes, pues también necesitan apoyo”.
Por otro lado, los pacientes que necesitan este tipo de nutrición suelen pasar mucho tiempo hospitalizados. Por eso, la terapia ocupacional es clave en este proceso. “Tenemos una residencia de acogida que les aloja durante el tiempo que necesiten. Generalmente, son muchos meses de hospitalizaciones, como unos ocho, y obviamente esto tiene repercusión a nivel psicomotor, porque son niños que están encamados, están privados de estímulos y por mucho que los padres puedan trabajar con ellos, el ambiente está muy restringido. Entonces, la terapia ocupacional les ayuda a estimular al niño y también da herramientas a los padres para que puedan trabajar con él”, explica la experta.
Asimismo, generalmente los más pequeños están privados de la alimentación oral desde una etapa muy inicial, pues pierden los reflejos de succión y de glutión, que es lo que les permite comer de forma normal. En este caso, el logopeda es el que planifica un plan para que el niño pueda glutir como un niño sano. La nutrición parenteral es un arma de doble filo. Por un lado, les salva la vida, por otro, les produce daño en otros órganos, especialmente el hígado. "Lo que intentamos, es que se reduzca la nutrición parenteral y se incremente la alimentación oral. Muchas veces el no alimentarse no está limitado por la situación clínica del niño, sino porque no sabe comer”.
¿Y EN EL CASO DE LOS ADULTOS?
Los adultos que necesitan nutrición parenteral normalmente es porque se han enfermado adultos. Es decir, saben comer perfectamente. En este caso el papel del logopeda pierde un poco de peso y lo gana la terapia ocupacional y la psicológica. “El cambio radical de vida que supone es muy fuerte. La terapia ocupacional les ayuda a volver a aprender cosas de la vida diaria con su nueva condición. Son personas que pierden el trabajo porque no les permite compatibilizar la nutrición parenteral ni su estado físico con la vida laboral y de ocio. También se desenganchan de la vida social, porque al final tienen horarios muy restringidos y tienen poca energía”.
Un ejemplo de ello es Maite, que con 60 años vive con nutrición parenteral. Para ella, tener que alimentarse de esta forma supuso una mejora de su calidad de vida, y en parte, porque recibió el apoyo necesario para poder afrontarlo. “La psicóloga me ayudó mucho para enfrentarme a esto. Estoy muy agradecida de todo lo que he podido aprender y de cómo estoy ahora. Esto me cambió la vida a mejor”. Llevar su mochila a todas partes le ha permitido seguir disfrutando de la vida. Ahora viaja e intenta aprovechar al máximo su tiempo libre.