Menores de 6 años con TCA: “La alimentación no es una función automática de los niños al nacer"

La psicóloga Elena Pérez Llorente, del Hospital Niño Jesús, aborda en ConSalud.es los TCA en menores de seis años y explica cómo detectarlos y qué hacer para prevenirlos

La psicóloga Elena Pérez Llorente, del Hospital Niño Jesús, aborda en ConSalud.es los TCA en menores de seis años (Foto. ConSalud.es)
26 agosto 2024 | 19:30 h
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Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son una situación dramática que afecta principalmente a adolescentes y adultos jóvenes. Están relacionados con la autopercepción y la distorsión de la imagen corporal, de modo que las personas que lo padecen muestran una preocupación excesiva por no engordar, pese a que su peso sea normal o muy por debajo de lo normal. Sin embargo, aunque no tiene el mismo origen, pueden darse casos de niños menores de seis años que presenten trastornos de la conducta alimentaria. En concreto, la prevalencia actual de TCA en la primera infancia se estima en hasta un 20 o 30% de los niños sanos con desarrollo normal y en un 80% en niños con necesidades especiales o alteraciones del desarrollo.

“Sin embargo, en muchos casos consisten en trastornos leves o percepciones erróneas por parte de los padres, y tan solo entre un 1 y un 5 por ciento de los niños cumplen los criterios de un verdadero TCA”, explica para ConSalud.esElena Pérez Llorente, psicóloga clínica infanto-juvenil en el Hospital Universitario Infantil Niño Jesús. Pese a este dato, la experta indica que se está observando en la práctica clínica un aumento de las consultas, “que en gran medida se debe a que se identifican más las señales de alarma y, por ello, se diagnostican mejor y más precozmente”.

Es importante incidir en que estos trastornos son muy diferentes a los que sufren los adolescentes. La diferencia más característica es que, en los TCA de primera infancia, no hay una distorsión de la imagen corporal, pues aún no tienen desarrollada dicha imagen. “No existe la ideación cognitiva que acompaña a los TCA de la adolescencia y adultez, y el intento de control que existe en los TCA en pequeños no tiene que ver con un intento de controlar el cuerpo y el peso”.

“No existe la ideación cognitiva que acompaña a los TCA de la adolescencia y adultez, y el intento de control que existe en los TCA en pequeños no tiene que ver con un intento de controlar el cuerpo y el peso”

Todo parte de que, en los primeros años de vida, la alimentación es un proceso complejo, y en estos trastornos confluyen simultáneamente factores biológicos, psicológicos y sociales desde su inicio. “Generalmente, la mayoría de los TCA en la primera infancia son el resultado de un interjuego entre factores del niño, sus padres y su relación con la alimentación”.

Por parte del niño, se aprecia poco interés en la alimentación, así como un apetito pobre y dificultades anatómicas o fisiológicas, enfermedad orgánica o retraso psicomadurativo. “En lo relativo a los padres, puede haber dificultades de alimentación en su infancia, necesidad de mucho control, presencia de enfermedad mental o dificultad para entender las señales de hambre o saciedad”. La experta indica que estos factores generan una relación de alimentación y un vínculo padres-hijos con mucho nivel de conflicto y angustia, pero, además, para el entorno familiar es difícil comprender que los niños tan pequeños puedan tener dificultades en la alimentación.

“En el imaginario colectivo hay una idea de que la alimentación es una función básica y automática que los niños traen de serie cuando nacen, pero no es así”. Como ocurre con otras áreas, la alimentación sigue un desarrollo evolutivo y, del mismo modo que ocurre con el sueño, se va regulando y estableciendo con la ayuda de los adultos que cuidan de los niños. “Esto no es algo sencillo, y se tiende a culpar mucho a los padres de ello. Unido a la falta de comprensión, se quedan muy solos y se genera un sentimiento de incompetencia como padres que agrava aún más el problema”.

¿QUÉ NOS PUEDE HACER SOSPECHAR DE UN TCA?

La psicóloga Elena Pérez Llorente explica que, para detectar precozmente un TCA en menores, los padres y cuidadores pueden estar atentos a diversas señales. Los principales indicadores de riesgo son el poco interés en la alimentación o el apetito pobre, así como dificultades en los cambios de alimentación (destete, alimentación complementaria e introducción a sólidos), rechazo a probar alimentos nuevos o rechazo a comer alimentos sólidos manteniendo una dieta exclusivamente triturada. Además, la hipo o hipersensibilidad a texturas, los niveles de angustia y conflicto muy elevados en la situación de alimentación, la negación a la ingesta, las dificultades de alimentación en contexto de retraso madurativo o desregulación emocional significativa también pueden hacer sospechar.

"Es muy importante que el niño sea presentado frente al espejo y se vayan señalando y nombrando las diferentes partes del cuerpo"

PREVENIR ANTES QUE CURAR

Para prevenir la aparición de un trastorno de la conducta alimentaria en los más pequeños, la educación nutricional es un elemento muy importante. “En los TCA en la primera infancia es crucial facilitar la exposición y la interacción de los niños con los alimentos, es decir, que se hagan los cambios en la alimentación cuando corresponde, que se deje al niño jugar, manipular y explorar los alimentos nuevos y que se facilite la progresiva autonomía y papel activo del niño”. Además, se debe fomentar una imagen corporal saludable, que se vaya estableciendo desde que son muy pequeños.

“A los ocho o nueve meses los niños pequeños empiezan a diferenciarse de su madre o de su referente. En esta edad, es muy importante que el niño sea presentado frente al espejo y se vayan señalando y nombrando las diferentes partes del cuerpo”. De este modo, la madre o el cuidador principal le presentan una imagen diferenciada de la suya propia, lo que favorece que los niños puedan ir haciendo una integración de su propio cuerpo. Por otro lado, es necesario crear hábitos de vida saludables, “estableciendo bien la regulación de los estados iniciales de los niños (alimentación y sueño) y favoreciendo que tengan vías de expresión emocional y de los conflictos, que se sientan escuchados y que establezca buenas relaciones con sus iguales”, concluye la experta.

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