Frente a la creencia de que cuando más mayores contamos con más herramientas para afrontar la vida y los problemas que presenta sin que repercuta en la salud mental, la realidad refleja que el grupo de mayores de 45 años en adelante consumen más psicofármacos que otras edades para poder afrontar las dificultades que padecen.
Las personas adultas han de responder a la incertidumbre laboral, el cuidado de personas al cargo y las crisis económicas, momentos para los que no siempre se cuenta con un estado anímico y psicológico estable, por lo que se tiende a acudir a por ayuda profesional. La realidad, explica la Dra. Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM) a ConSalud.es, es que la falta de especialistas en salud mental y las largas listas de espera hacen que los médicos de Atención Primaria asuman la atención de estos pacientes “e intenten dar una solución con la prescripción de algún psicofármaco".
“En Primaria no tenemos acceso a una psicoterapia, por lo que en muchos ocasiones nos saltamos este primer escalón por la falta de recursos e iniciamos un tratamiento farmacológico”, coincide la Dra. Verónica Olmo Dorado, coordinadora del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen). Actualmente, según datos del Instituto Nacional de Estadística, 694.000 personas de entre 45 y 64 años han consumido antidepresivos y estimulantes en las últimas 2 semanas. En general, la mayoría de pacientes que consumen estos fármacos son mujeres, con una edad media de 52,24 años, según recoge un estudio de 2008 de la revista Atención Primaria. Sin embargo, este perfil es diferente si profundizamos en cada tipo de psicofármacos.
Son personas que sufren trastornos adaptativos, de ansiedad, insomnio, depresión o fobias para las que no cuentan con un psicólogo
Los datos del estudio las Bases de Datos Clínicos de Atención Primaria del Ministerio de Salud, ‘Salud mental en datos: prevalencia de los problemas de salud y consumo de psicofármacos y fármacos relacionados a partir de los registros clínicos de Atención Primaria’, señalan que el consumo de antidepresivos alcanza su máximo en las mujeres entre 80 y 84 años, momento a partir del cual la tasa baja; en el caso de los ansiolíticos de nuevo las mujeres son las que más lo toman, principalmente en el rango de edad de 60 a 89 años; los hipnosedantes están especialmente presentes en el género femenino entre los 80 y 84 años, y los antipsicóticos son más comunes en los hombres y alcanzan el máximo entre el 55 y 59 años.
Los pacientes que los toman son personas que sufren trastornos adaptativos, de ansiedad, insomnio, depresión o fobias para las que no cuentan con un psicólogo. Actualmente, tras la crisis económica y la pandemia Covid-19, estos problemas, además, se han incrementado. Se puso el foco en los jóvenes, las mujeres y los mayores, y es algo que se ha constatado. Se mira hacia el futuro constantemente, existe una importante incertidumbre social y económica, y la gente no duerme, vive con ansiedad y es incapaz de adaptarse a las circunstancias, lo que a su vez está procediendo a la patologización de procesos normales de la vida.
Las expertas piden más psicólogos que aporten a los pacientes herramientas de psicoterapia para poder afrontar su situación
En el caso concreto de los mayores de 45 años, y de 60, “de base tienen una situación hormonal y neurobiológica, tanto las mujeres como los hombres, que incrementa el riesgo especialmente de insomnio y depresión. Sumado al estrés en el que se ha vivido, estos se han precipitado”, indica la Dra. Díaz Masá. Esto explica que España sea el país europeo con mayor consumo de benzodiacepinas e hipnosedantes. “Para evitar que empeoren y a falta de los recursos psicoterapéuticos iniciamos el tratamiento con ansiolíticos y antidepresivos, que al final ayudan tanto para la depresión como el trastorno de ansiedad”, señala la Dra. Olmo Dorado.
Frente a la tendencia a anestesiar el dolor a base de fármacos, las expertas piden más psicólogos que aporten a los pacientes herramientas de psicoterapia para poder afrontar su situación. También apuestan por recuperar las redes de apoyo personas que con las plataformas en internet han desaparecido, que se generen grupos psicoeducativos para fomentar las capacidades de adaptación intrínsecas en cada persona y que se hagan campañas para reducir el consumo de benzodiacepinas.
“La Covid ha hecho mucho daño. Veo en mi consulta muchas personas con problemas de adaptación, cuando más mayores, mayor resilencia y menor frustración. Pero incluso ellos tienen problemas de soledad. Acabar con el consumo de fármacos actual conlleva solucionar todas estas problemáticas expuestas”, concluye Verónica Olmo Dorado.