Las enfermedades neurológicas representan la principal causa de discapacidad y la segunda causa de muerte a nivel mundial. Estas patologías tienen un impacto significativo en la calidad de vida de quienes la padecen y generan grandes cargas económicas. En Europa, los trastornos neurológicos en 2020 supusieron un coste total superior al billón de euros, superando el coste combinado de enfermedades cardiacas, cáncer y diabetes.
“Se hace, por lo tanto, imprescindible tratar de mitigar la carga de los trastornos neurológicos y para ello se requiere de estrategias integrales centradas en la prevención, detección temprana, acceso al tratamiento y seguimiento de los pacientes. Además, es crucial realizar esfuerzos para mejorar la infraestructura y los recursos de atención médica. Pero en todo esto también depende, en gran medida, de los determinantes sociales de la salud (DSS), es decir de las circunstancias socioeconómicas en las que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud al que tienen acceso”, explica el Dr. Jesús Porta-Etessam, presidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
"Aproximadamente el 70% de la carga global de trastornos neurológicos se concentra en países de bajos y medianos ingresos y, de forma análoga, en países más favorecidos económicamente"
“Es ya conocido que el nivel socioeconómico es un factor que condiciona el comportamiento individual ante la salud y las condiciones de salud de la población y esto no es ajeno a las enfermedades neurológicas. Aproximadamente el 70% de la carga global de trastornos neurológicos se concentra en países de bajos y medianos ingresos y, de forma análoga, en países más favorecidos económicamente, como es el caso del nuestro, el peso de una gran mayoría de las principales enfermedades neurológicas recae en personas con bajos ingresos”, añade.
Los Determinantes Sociales de la Salud (DSS) juegan un papel crucial en la prevención, diagnóstico, tratamiento y manejo de estas enfermedades, afectando también a la salud cerebral en general. Factores sociales, como nivel educativo y acceso a cuidados de salud, influyen en la incidencia y manejo de enfermedades como el alzhéimer, demencias, ictus, esclerosis múltiple, párkinson, epilepsia, migrañas y otras cefaleas, así como enfermedades neuromusculares o neuropatías.
Estudios recientes destacan la relación entre entornos socioeconómicos más bajos y un mayor riesgo de demencia, especialmente en combinación con estilos de vida poco saludables. Aspectos como la dieta, el tabaquismo y el acceso a la atención médica también afectan el riesgo de ictus y neuropatías periféricas, siendo más prominentes en individuos con niveles educativos más bajos. “Además, en el caso del ictus, las personas de clases sociales más desfavorecidas, del ámbito rural y personas de mayor edad, habitualmente, tienen un menor conocimiento sobre la urgencia médica que supone un ictus. Esto hace que sean muchos lo que esperan a que los síntomas de un ictus se resuelvan espontáneamente, limitando la solicitud de ayuda o que cuando llegue al hospital ya sea tarde”, asegura el Dr. Jesús Porta-Etessam.
En el caso de la enfermedad de Parkinson, la exposición a pesticidas y condiciones socioeconómicas precarias se vinculan a un mayor riesgo. La dificultad socioeconómica también aumenta las posibilidades de desarrollar epilepsia, limitando el acceso a la atención médica y perpetuando el estigma asociado.
El estrés, relacionado con condiciones laborales y sociales, está asociado con el desarrollo de migrañas y cefaleas, siendo más prevalentes en personas con entornos socioeconómicos desfavorables. Asimismo, la esclerosis múltiple se ve afectada por factores geográficos y socioeconómicos, destacando la importancia del acceso al diagnóstico y tratamientos especializados, al igual que ocurre con enfermedades neuromusculares.
En conjunto, estos factores subrayan la complejidad de las enfermedades neurológicas y la necesidad de abordar los determinantes sociales de la salud para mejorar la prevención, el diagnóstico y el manejo de estas condiciones.
"Las personas de entornos desfavorecidos pueden tener más dificultades para llevar hábitos de vida saludables, como por ejemplo, adherirse a la dieta mediterránea"
“El estatus socioeconómico es, por sí solo, un factor importante a la hora de aumentar el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades neurológicas, porque una mala situación financiera puede generar estrés, ansiedad o depresión, que son, a su vez factores de riesgo para muchas enfermedades neurológicas. A su vez, la falta de recursos también puede limitar tanto el acceso a los tratamientos, como a los apoyos para la discapacidad. Por otra parte, las personas de entornos desfavorecidos pueden tener más dificultades para llevar hábitos de vida saludables, como por ejemplo, adherirse a la dieta mediterránea, que es la más indicada para tener una buena salud cerebral, o para acceder a una educación o a trabajos más motivadores o de carácter más intelectual, que ayudan a mejorar nuestra reserva cognitiva, lo que a su vez nos ayuda a compensar la neurodegeneración que provocan muchas enfermedades neurológicas”, explica el Dr. Jesús Porta- Etessam.
“En definitiva, el estatus socioeconómico puede afectar desde múltiples dimensiones a la salud cerebral y también a nuestro estilo de vida y todo ello puede influir tanto en el desarrollo de una enfermedad neurológica como en el grado de discapacidad que genere. Por lo tanto, fomentar el acceso a la educación, la prevención, la equidad en salud, a cuidados de calidad y el apoyo social son fundamentales para mejorar nuestra salud cerebral y el impacto de las enfermedades neurológicas”, concluye.