La convivencia con los animales en la infancia tiene un importante impacto beneficioso en la salud de los futuros adultos y de su desarrollo. No solo les enseña responsabilidad y a hacerse cargo de otro ser vivo, sino también a gestionar sus emociones y mejorar su estado de ánimo. Por otro lado, se ha visto que esta convivencia es capaz de influir en los procesos de inflamación, como alergias, o incluso en procesos autoinmunes como la enfermedad de Crohn.
“Se ha demostrado que la interacción con animales disminuye los niveles de cortisol (una hormona relacionada con el estrés) y disminuye la presión arterial”, indica una revisión del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH en sus siglas en inglés). “En general todos vemos que los niños establecen muchos vínculos con las mascotas y eso les reporta beneficios tanto físicos como psicológicos”, señala a Consalud.es la Dra. Cristina García de Ribera, secretaria del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Una mascota aumenta la producción de endorfinas y oxitocinas, dos de las cuatro hormonas conocidas como el “cuarteto de la felicidad”. Estos químicos naturales producidos por el cerebro permiten que nos sintamos bien. Algunos alimentos, acciones como bailar o cantar, abrazar o establecerse unas metas accesibles ayudan a aumentar los niveles de estas sustancias y por ende contar con un estado emocional positivo. Las mascotas también. “Los niños sienten placer cuando están con ellos, también confianza”. Además, señala la experta, “se ha visto que les ayuda a aprender el ciclo de la vida, elaboran el duelo y entienden emociones como la fidelidad o la compasión”.
“Al jugar con los animales disminuyen sus niveles de cortisol, reduciendo su estrés”
Estos puntos se han hecho especialmente notables con niños con problemas del desarrollo como el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y los trastornos del espectro autista (TEA). Animales como los perros, para los que hay varios estudios, demuestran que su presencia ayuda a los niños con TDAH a enfocar su atención. En el caso de los niños con autismo, la presencia de las mascotas les relaja y eliminan su ansiedad. “Al jugar con los animales disminuyen sus niveles de cortisol, reduciendo su estrés”, explica la Dra. García de Ribera.
La responsabilidad de cuidar de una mascota, como un pez, supone una herramienta para que los más jóvenes aprendan a controlar enfermedades. Así lo ha demostrado un estudio del NIH que refleja que el cuidado de un pez mejoró los niveles glucémicos en una cohorte de adolescentes con diabetes tipo 1 mal controlada. “Asociar las tareas de autocuidado de la diabetes con actividades diarias rutinarias y consistentes puede ser otra herramienta en la caja de herramientas del educador en diabetes que se puede usar para mejorar el cumplimiento y, en última instancia, mejorar el control glucémico”, concluía el estudio.
PROCESOS INFLAMATORIOS
Además de ayudarles a nivel psicológico y conductual, una mascota también lo puede hacer a nivel físico. Se ha visto que la presencia de las bacterias de las mascotas puede proteger a los niños del asma, de alergia e incluso se ha relacionado recientemente con menos riesgo de enfermedad de Crohn. También evita la aparición de enfermedades cardíacas al reducir los niveles de tensión arterial, y de colesterol y triglicéridos en sangre. “Cierto que esta asociación se ve principalmente en perros y no en peces y pájaros, con los que no se hace ejercicio ni se les saca a pasear”, indica la Dra. Cristina García de Ribera.
Los que conviven con una mascota tienen un 50% menos riesgo de alergia
Un estudio del NIH recoge que “entre los niños de alto riesgo del centro de la ciudad, los niveles más altos de alérgenos de mascotas o plagas en interiores en la infancia se asociaron con un menor riesgo de asma”. A su vez, otro estudio publicado hace varios años en la revista ‘Journal of the American Medical Association’, señalaba que los niños que conviven con gatos o perros desarrollaban menos alergias, de hecho tienen un 50% menos riesgo que los que no poseen ninguna mascota. En gran medida, esta protección viene dada por la saliva de las mascotas, que contiene un gran número de bacterias, lo que provoca una respuesta inmunitaria de protección contra las alergias. “Esto ocurre no solo con perros y gatos, también con peces y pájaros”, índica la Dra. García de Ribera.
Esta protección parece ser que también se extiende al microbioma intestinal de los niños. Una reciente investigación presentada en la Semana de las Enfermedades Digestivas en San Diego señala que la convivencia con un perro puede reducir el riesgo de la enfermedad de Crohn cuando el niño llegue a adulto. Esta enfermedad autoinmune, crónica e inflamatoria está cada vez más presente en los países desarrollados. Factores ambientales y nutricionales se relacionan con su aparición y los casos siguen aumentando, en España se diagnostican entre seis y nueve casos por cada 100.000 habitantes al año. También se ha relacionado con vivir en una granja o vivir con una mascota. Sin embargo, el reciente estudio señala que vivir con un perro entre los 2 y 4 años de edad tenían menos riesgo de enfermedad de Crohn. A cualquier edad, se asoció con una permeabilidad intestinal típica, pero con un microbioma distinto a los que no tenían perro. Aunque todavía se necesitan más estudios, esta relación abre las puertas a encontrar nuevas formas para reducir el riesgo de las enfermedades inflamatorias o de autoinmunes.
Los estudios continúan para conocer qué funciona, qué no funciona y qué es seguro para los humanos y los animales. Para saber qué población se beneficiaría más de la convivencia con animales. Para desentrañar si los mejores amigos del hombre no solo dan cariño, sino también salud en todas sus vertientes.