Sentir dolor es un estado familiar para gran parte de los españoles: más de 10 millones se ven afectados por esta sintomatología. La incidencia de dolor crónico es también elevada a lo largo y ancho del territorio nacional. Entre el 15 y el 25% de los adultos lo sufren, y la cifra en los mayores de 65 años se dispara hasta superar a la mitad de la población En este panorama surge el grupo de Trabajo de Psicología y Dolor de la Sociedad Española del Dolor (SED) hace unos años, con el mensaje de sensibilizar a la población y a las autoridades sobre la falta de esfuerzos dedicados a tratar los aspectos psicológicos del dolor. Precisamente de las nuevas aportaciones en ese campo se ha hecho eco una jornada celebrada el 17 en Madrid organizada por la SED. Antoni Castel, coordinador del grupo de Psicología del Dolor de la organización explica ConSalud.es el papel que juegan estos profesionales a la hora de mejorar la calidad de vida de los pacientes que sufren dolor crónico.
“La idea tradicional que se tiene es que partimos de un modelo físico. Es decir, si tengo un dolor es que tengo una lesión. Y eso no siempre es así. Hay personas que tienen una lesión y su nivel de dolor es mínimo, y hay personas que no tienen una lesión y les duele alguna parte del cuerpo. Por tanto, no hay una vinculación estricta entre lo físico y lo psicológico”, comenta. También diferencia también entre el dolor agudo y crónico. Este último genera una serie de problemas asociados que pueden empeorar mucho la situación, como bajas laborales que se alargan, problemas económicos, sociales, etc., apunta el especialista. “La pregunta es ¿se puede ser feliz teniendo dolor? Se puede ser feliz teniendo muchísimas cosas. Hay personas con muchas carencias que son tremendamente felices”.
"Hay personas que tienen una lesión y su nivel de dolor es mínimo, y hay personas que no tienen una lesión y les duele alguna parte del cuerpo. Por tanto, no hay una vinculación estricta entre lo físico y lo psicológico”
EL PAPEL DE LOS PSICÓLOGOS
En este sentido, los psicólogos desempeñan un papel esencial, como desarrolla Castel. “Generalmente, le damos estrategias al paciente que le permitan manejar de la mejor manera posible la situación, de manera que aprenda a convivir con él y que su impacto en la experiencia vital sea menor”, apunta. “La convivencia con el dolor crónico depende mucho de la actitud del paciente en el manejo de la situación, y ahí los psicólogos es donde intervenimos, en los aspectos cognitivos y emocionales”.
Aunque no siempre es fácil para los pacientes aceptar la ayuda de los profesionales, como reconoce el coordinador del grupo de la SED, porque, aunque generalmente la derivación al psicólogo de la unidad del dolor la hace otro profesional, “sigue existiendo una dicotomía entre lo físico y lo psicológico”. Dentro de ese esquema dual, “si un paciente percibe que va al especialista porque le estás etiquetando este dolor de psicológico va a tener una actitud de entrada negativa, al considerar que el médico piensa que se lo está inventando. Estos pacientes tienen dolor, lo que pasa que no tiene por qué tener una causa eminentemente física”.
En cambio, los pacientes con una patología física clara, evidente, aceptan correctamente esta figura del psicólogo. Sobre todo, porque las patologías más prevalentes en las consultas de los psicólogos de las unidades del dolor son las lumbalgias, que causa fuertes dolores en la espalda. En este sentido, explica Castel, “a nivel de intervención psicológica hay muchos programas de tipo cognitivo conductual que han demostrado elevada eficacia en el tratamiento de esta afección persistente e inespecífica, es decir, que no tiene una lesión concreta pero que provoca un dolor frecuente”.
"A nivel de intervención psicológica hay muchos programas de tipo cognitivo conductual que han demostrado elevada eficacia en el tratamiento de esta afección persistente e inespecífica, es decir, que no tiene una lesión concreta pero que provoca un dolor frecuente”
ABORDAJE PSICOLÓGICO DEL DOLOR CRÓNICO
En general, estas terapias cognitivo conductuales son las más eficaces desde la intervención psicológica del dolor crónico. Son aquellas que inciden “en la cognición”, es decir, “cómo gestiono, cómo interpreto, cómo me afecta, cómo reacciono tanto emocional como a nivel de pensamiento”; y “de conducta”, o lo que es lo mismo “qué hago y qué dejo de hacer con el dolor o debido al dolor”. A groso modo, añade el especialista, “entre los objetivos de la intervención psicológica en el tratamiento del dolor crónico habría un eje importante que es intervenir en todos aquellos factores de tipo psicológico o ambiental que influyen en la intensidad del dolor, o cómo ese dolor se gestiona y en cómo impacta emocionalmente”. Pero, además, existe un segundo eje que tiene que ver con el ajusta de la adaptación de ese paciente a la situación, a que “aprenda a gestionar la situación para prevenir que no se deprima, que no tenga un trastorno de adaptación”. Por otro lado, existe una tercera vertiente de actuación, que tiene que ver con la persecución y la búsqueda de una vida activa, “que pueda hacer una vida lo más normal posible pese a su situación”.
Es así, teniendo en cuenta estos tres elementos de gestión del dolor, la forma en la que los psicólogos pueden ayudar al paciente a aliviar su patología, como concluye Castel. “Nuestra intervención va, al final, dirigida sobre todo a mejorar su calidad de vida”.