La Enfermedad Inflamatoria Intestinal(EII) se define como un grupo de trastornos inflamatorios que engloba dos enfermedades: la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Se trata de una patología de causa desconocida pero mediada inmunológicamente, cuyos síntomas son muy variados y suelen incluir la diarrea con sangre o el dolor abdominal. En la actualidad afecta a unas 130.000 personas en España, dónde cada año se diagnostican 2.000 nuevos casos.
El objetivo terapéutico en la EII ha pasado de un control de los síntomas a la monitorización estrecha de la inflamación, “el control de los síntomas ha sido el objetivo primordial en el curso de la enfermedad. Sin embargo, hay que ir más allá, tenemos que buscar una remisión o un control completo de la enfermedad”, señala Fernando Muñoz, gastroenterólogo del Hospital de Salamanca.
“Sin un seguimiento proactivo la enfermedad irá por delante de nosotros y no nosotros por delante de la enfermedad”
A este respecto cobra especial importancia la monitorización proactiva, una estrategia que “nos permite adelantarnos a que algo pase”. “La estrategia proactiva va ligada a un control profundo de la enfermedad, un control más allá de los síntomas”, incide el especialista, “si no hacemos un seguimiento estricto y proactivo, nos volverá a pasar lo mismo, la enfermedad irá por delante de nosotros y no nosotros por delante de la enfermedad”, confirma.
TRATAMIENTO: ANTI-TNF
El proceso inflamatorio causa un daño irreversible y acumulativo en los tejidos afectados, sobre todo en el intestino, por lo que para minimizar o evitar las consecuencias a largo plazo, el tratamiento ha de hacerse lo antes posibles. Periodos prolongados con actividad no controlada, pueden causar daños estructurales potencialmente irreversibles y una progresión de la enfermedad. Por este motivo, un tratamiento que consiga controlar el proceso inflamatorio propio de la enfermedad, es decisivo.
La llegada de los biológicos supuso un gran avance en el abordaje de estas enfermedades, siendo los anti-TNF los primeros fármacos dirigidos específicamente contra un mediador concreto de la inflamación. A día de hoy siguen siendo el tratamiento estrella en la EII y han demostrado, tras muchos años de experiencia, su eficacia y seguridad, “los que hemos vivido la era anterior a las anti-TNF somos conscientes del cambio radical que han supuesto. Son fármacos que van más allá del control de los síntomas, permiten conseguir los objetivos del control de la enfermedad, además de manera duradera”, asegura Muñoz.
Optimizar las terapias anti-TNF en los pacientes supone, para el gastroenterólogo, “utilizar el fármaco de la mejor forma posible”. Por ello, incide en la necesidad de llevar a cabo una buena optimización, “con ello nos referimos a dar las dosis correctas a las características concretas de cada paciente, a la vez que se hace un seguimiento proactivo de este”, concluye.