“Sólo un 2% de los recursos de investigación en hepatología se destina a enfermedades de origen alcohólico”, asegura el doctor Ramón Bataller, investigador de la Universidad de Carolina del Norte y del Bowles Center para Estudios sobre el Alcohol, durante la conferencia que impartió en el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra.
Existen dos grandes grupos de enfermedades del hígado: las producidas por virus y el hígado graso. “En las patología virales se ha avanzado mucho, ya que existen vacunas y tratamientos orales para la hepatitis B y los últimos tratamientos orales para el virus C es uno de los avances más importantes de la medicina, si bien son muy caros y actualmente son un motivo de conflicto social”.
Por el contrario, el hígado graso es la asignatura pendiente de los especialistas en hepatología. Según el investigador, “esta enfermedad viene originada por el síndrome metabólico (obesidad, diabetes…) o por el consumo abusivo de alcohol y es la causa más importante de enfermedad hepática grave, como la cirrosis alcohólica. El único tratamiento aprobado es tratar la causa; es decir, perder peso o dejar de beber. Y para ello es necesario contar con equipos multidisciplinares de médicos, psicólogos, dietistas que trabajen conjuntamente para fomentar hábitos de vida saludable en los enfermos”.
Otro problema con el que se encuentran los hepatólogos es el estigma asociado a la enfermedad alcohólica. “La publicidad sobre alcohol es engañosa, y muchas veces se vincula con el éxito deportivo y de las relaciones sociales, etcétera. Pero el consumo abusivo conduce a la marginación del enfermo, sobre todo debido a que es una patología autoinfligida, y cuando acuden a la consulta suele ser en estadios avanzados de la enfermedad”.
DETECCIÓN PRECOZ
El doctor Bataller ha alertado durante su visita al CIMA de la necesidad de instaurar medidas de detección precoz de la hepatología alcohólica. “Los síntomas (piel amarilla, distensión abdominal…) se manifiestan cuando la enfermedad ha evolucionado hacia una cirrosis avanzada. Por eso, es fundamental desarrollar programas tanto en los servicios de Atención Primaria como en los grupos de adicción para saber si una persona que bebe en exceso tiene ya una enfermedad incipiente del hígado”.
Una vez que evoluciona a su forma más grave, la hepatitis alcohólica, el tratamiento es el mismo que en 1971, los corticoides. Con el objetivo de desarrollar nuevas terapias, la investigación en Estados Unidos se está centrando en buscar qué moléculas provocan el fallo hepático en una persona que ha consumido alcohol. “Hasta ahora se pensaba que la hepatitis alcohólica era sólo una inflamación del hígado, por lo que los tratamientos se dirigían a reducir la inflamación. Sin embargo, el proceso inflamatorio es clave para las defensas, de manera que si eliminas la inflamación expones al enfermo a padecer infecciones graves. Ahora se sabe que hay un fallo de las células del hígado, los hepatocitos, por lo que la investigación se basa en cómo modular la inflamación "mala" y en buscar medidas para regenerar ese hígado”, explica Bataller.
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La investigación se olvida de la hepatitis alcohólica
Sólo un 2% de los recursos de investigación en enfermedades del hígado se destina a patologías originadas por el consumo de alcohol. Se usa el mismo tratamiento que hace más de 40 años
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