Las personas estamos en contacto permanente y simultáneo con numerosos agentes químicos, condiciones meteorológicas u otras exposiciones derivadas del entorno en el que vivimos o de nuestros hábitos cotidianos.
Desentrañar los efectos de cada una de estas exposiciones sobre la salud es sumamente complicado y puede dar lugar a resultados engañosos, puesto que el contacto con ellas no se suele dar de manera aislada. Por ello, en el campo de la epidemiología ambiental se está abriendo paso a una nueva aproximación: el exposoma, es decir, el análisis de las exposiciones ambientales en su conjunto desde la fase prenatal, en lugar de estudiar cada una de ellas individualmente.
La investigación contó con la participación de 1.277 niños y niñas y sus madres
Utilizando esta aproximación holística, una investigación liderada por el ISGlobal -centro impulsado por ”la Caixa”- en la que participan investigadores del Ciberesp, ha analizado más de 200 exposiciones ambientales que se producen durante el embarazo y la infancia. El estudio, publicado en Journal of the American College of Cardiology, concluye que algunos de los factores ambientales analizados podrían tener un impacto sobre la tensión arterial en niños y niñas.
La investigación contó con la participación de 1.277 niños y niñas y sus madres y se realizó en el marco del proyecto HELIX, que aglutina datos de cohortes de seis países europeos (España, Francia, Grecia, Lituania, Noruega y Reino Unido). La evaluación de las diversas exposiciones se llevó a cabo durante el embarazo y también cuando los niños y niñas contaban con entre 6 y 11 años, franja de edad en la que participaron en un examen clínico que incluyó la recolección de muestras de sangre y de orina y la medida de la tensión arterial.
En total, el equipo científico evaluó 89 exposiciones prenatales y 128 postnatales, divididas todas ellas en tres grupos: exposiciones al aire libre (contaminación atmosférica, condiciones meteorológicas, espacios verdes, etc.), exposiciones químicas (pesticidas, metales, plastificantes, etc.) y factores relacionados con el estilo de vida (dieta, actividad física, patrones de sueño, etc.).
“Nuestros resultados muestran que, ya desde la fase fetal, el lugar en el que vivimos, aquello que comemos y respiramos y los compuestos químicos que llegan hasta nuestro organismo pueden afectar a la presión sanguínea antes de alcanzar la adolescencia. Esto es importante porque existen evidencias que apuntan que las personas con una tensión arterial elevada durante la infancia son más propensas a sufrir hipertensión en la edad adulta”, resume Charline Warembourg, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.
El equipo científico evaluó 89 exposiciones prenatales y 128 postnatales
El análisis estadístico permitió observar una asociación entre diversas exposiciones y una mayor tensión arterial en niños y niñas. Entre ellas, destacan la exposición de las madres durante el embarazo al humo del tabaco o al bisfenol-A (un plastificante), así como aquellos casos en que las madres declararon consumir poco o mucho pescado durante la gestación (menos de dos veces por semana o más de cuatro).
En la misma línea, los niños y las niñas que presentaron mayores niveles de cobre y de ácido perfluorooctanoico (PFOA, un compuesto usado por su propiedad antiadherente en ollas, sartenes, ropa, etc.) en sangre tenían una tensión arterial más elevada.
“Algunas de las asociaciones halladas en población infantil en este estudio ya habían sido observadas en adultos en investigaciones anteriores, como la del humo de tabaco o la del bisfenol-A”, explica Warembourg. “Más difíciles de interpretar resultan otras asociaciones, en particular la observada con el consumo de pescado durante el embarazo. Sabemos que el pescado contiene ácidos grasos esenciales que son necesarios y beneficiosos, pero también que es una fuente de compuestos químicos, lo que quizá contribuya a explicar que ajustar su ingesta a dosis moderadas sea la práctica con mejores resultados para la tensión arterial”, añade.
Por otra parte, la investigación también describe asociaciones con una menor tensión arterial, como por ejemplo la exposición de niños y niñas a una temperatura ambiental exterior más elevada o la densidad de servicios alrededor del domicilio materno durante el embarazo. “Los factores del diseño urbano, como sería el caso de la cantidad de tiendas, restaurantes, parques o paradas de transporte público determinan la manera en que las personas usan la ciudad y se mueven por ella y son importantes para la salud porque promueven la actividad física y el contacto social”, explica Xavier Basagaña, investigador del ISGlobal y del CIBERESP y último autor del estudio.