“La enuresis es frecuente. Su prevalencia varía con los factores socioculturales. Afecta aproximadamente al 10% de los niños de 7 años lo que supondría de 2 a 3 niños enuréticos en un aula de primaria, y entre el 1% y 2% de los adolescentes y adultos jóvenes”. Así lo ha afirmado la doctora Montserrat Antón Gamero, FEA Pediatría de la Unidad de Nefrología Pediátrica del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba durante una ponencia del 2º curso interactivo ‘Patologías frecuentes y urgencias en pediatría’ que se ha celebrado en Málaga.
La enuresis es un motivo de consulta frecuente en el pediatra de atención primaria y ahí se realiza el abordaje inicial de esta enfermedad, así catalogada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). “La competencia del pediatra en la realización de una historia clínica dirigida y estructurada con registro de las micciones y de los episodios de incontinencia, junto con una relación médico-paciente de confianza que permita conocer las expectativas del niño y su familia, son las bases del éxito del tratamiento de la enuresis. En casos de mala respuesta al tratamiento o incontinencia urinaria con sospecha de organicidad estos pacientes son remitidos por su pediatra para atención especializada”, asegura esta especialista.
“Un abordaje adecuado se basa en la formación de los pediatras, familias motivadas, expectativas realistas y seguimiento clínico cercano”
La prevalencia de la enuresis, patología frecuente en pediatría, “disminuye con la edad, se calcula que el 15% de los niños alcanzan anualmente el control de esfínteres. La enuresis es excepcional en la edad adulta y se estima en el 0,5%. La prevalencia en niños es casi el doble que en las niñas en edades iniciales hasta igualarse en la adolescencia”, continúa.
La consideración de la enuresis como un proceso benigno con escasa repercusión orgánica y que se resuelve espontáneamente en la adolescencia-juventud, hace que algunas familias le resten importancia y no consulten o que sigan difícilmente un tratamiento que requiere esfuerzo y motivación. De igual manera, algunos profesionales adoptan una actitud de espera vigilante sin promover tratamiento alguno.
“Un abordaje adecuado se basa en la formación de los pediatras, familias motivadas, expectativas realistas y seguimiento clínico cercano”, explica la experta. La mayoría de los niños dependiendo de la edad, grado de madurez y repercusión social, no aceptan la enuresis. Paralelamente algunas familias se adaptan a la situación y no se muestran preocupadas mientras que otras reconocen ansiedad y dificultad para su manejo.
El efecto psicológico de la enuresis es significativo, aunque son escasos los estudios que analizan su impacto en la calidad de vida relacionada con la salud de los niños: baja autoestima, problemas en las relaciones sociales en los casos más graves, o alteraciones del sueño, entre otros, se resuelven con un tratamiento exitoso con escasa repercusión en la edad adulta.