Los cambios que se producen a través de nuestra red de células inmunes a medida que pasan los años son complejos. Cuando envejecemos se incrementan las comorbilidades y se produce un fenómeno conocido como inmunosenescencia. El impacto de las enfermedades infecciosas en las personas mayores de 65 años está lejos del que se registra en los grupos poblacionales de menor edad debido, principalmente, a cambios en el sistema inmunológico derivados del envejecimiento. Cuando la disminución de la función inmunológica se combina con factores ambientales y cambios anatómicos y fisiológicos relacionados con la edad se produce un incremento del riesgo ante las enfermedades infecciosas y una menor capacidad para hacerlas frente.
La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha puesto de relieve la vulnerabilidad de las personas mayores ante enfermedades infecciosas y, más concretamente, si se trata de infecciones que afectan al sistema respiratorio. Estas afectan con relativa frecuencia a este grupo poblacional. De acuerdo a las estimaciones realizadas por la Sociedad Madrileña de Neumología y Cirugía Torácica (NeumoMadrid), un 25% de las consultas médicas de las personas mayores se relacionan con dolencias de este tipo. Además, suponen una cuarta parte de las causas de ingreso hospitalario.
Dentro del grupo de las infecciones que afectan al sistema respiratorio encontramos una mayor prevalencia de la bronquitis (una complicación habitual de un fuerte catarro, aunque puede aparecer sin causa previa) o la neumonía. En el caso de esta se produce por virus, bacterias e incluso hongos y su riesgo se incrementa a partir de los 65 años.
Las personas de edad avanzada presentan un mayor riesgo a la hora de desarrollar neumonía debido a los referidos cambios en su aparato respiratorio derivados del envejecimiento. Motivo por el que las vacunas contra enfermedades prevenibles como la gripe o la neumonía neumocócica son fundamentales
Un dato positivo es que la vacunación de los grupos de riesgo ha logrado reducir su incidencia en las personas mayores. En este sentido también cabe hablar de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) que presenta una incidencia elevada en las poblaciones de mayor edad.
EFECTOS DEL ENVEJECIMIENTO EN EL SISTEMA RESPIRATORIO
La inmunosenescencia juega un papel fundamental en el funcionamiento del aparato respiratorio, al igual que afecta al resto de órganos y sistemas que realizan funciones fundamentales en nuestro organismo. El paso del tiempo se traduce en una pérdida gradual de las máximas funcionalidades y, en estos cambios, podemos identificar una serie de ellos que afectan directamente a los pulmones:
- Se reduce el flujo máximo de aire y del intercambio de gases.
- El envejecimiento provoca una reducción de los indicadores de la función pulmonar como capacidad vital (cantidad máxima de aire que puede ser espirada tras la realización de una inspiración máxima).
- Se produce un progresivo debilitamiento de los músculos respiratorios.
- Se produce una disminución efectiva de los mecanismos de defensa de los pulmones.
Las personas de edad avanzada presentan un mayor riesgo a la hora de desarrollar neumonía debido a los referidos cambios en su aparato respiratorio derivados del envejecimiento.
La vacunación de adultos mayores reduciría no solo la carga específica de enfermedad en esa población, sino también su transmisión a otros grupos de edad
Motivo por el que las vacunas contra enfermedades prevenibles como la gripe o la neumonía neumocócica son fundamentales para reducir los riesgos de este grupo poblacional. Especialmente ante la pandemia que estamos viviendo.
BENEFICIOS DE LA VACUNACIÓN EN ADULTOS MAYORES
Si ponemos el foco en la influenza, que causa epidemias estacionales en la temporada de invierno en Europa, el número anual de muertes prematuras se estima en unas 38.500 anuales en los países de la Unión Europea y del Espacio Económico Europeo. Aproximadamente el 90% de estos decesos se producen en personas mayores. Cabe señalar que la influenza y la neumonía se encuentran entre las principales causas de discapacidad catastrófica, definida como la pérdida de autonomía para la realización de tres o más actividades.
En 2016 en Europa, 18 países contaban con recomendaciones a nivel nacional o regional para la vacunación neumocócica. Se estima que de los 180 millones de europeos a los que se dirige la recomendación de vacunarse frente a la influenza apenas 80 millones, el 44%, ha sido vacunado. En el año 2021 solo Escocia, Países Bajos e Irlanda del Norte superaron el 75% de cobertura de vacunación frente a la influenza estacional cumpliendo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Si hablamos de la tosferina, enfermedad infecciosa aguda sumamente contagiosa de las vías respiratorias altas causada por la bacteria gramnegativa Bordetella pertussis, los adultos son hasta 4,5 veces más susceptibles que los jóvenes a la neumonía como complicación de la tosferina. Enfermedades como el asma y la EPOC también podrían empeorar a consecuencia de la tosferina.
La vacunación de adultos mayores reduciría no solo la carga específica de enfermedad en esa población, sino también su transmisión a otros grupos de edad.