La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha comunicado que, hasta el pasado 15 de junio, se han notificado un total de 2.103 casos confirmados de viruela del mono en 42 Estados miembros de cinco regiones de la OMS. Unas cifras que suponen un aumento de 818 casos confirmados desde el anterior informe. La agencia de salud de la ONU ha calificado el riesgo a nivel mundial como “moderando”. Una evaluación que podría modificarse en las próximas horas.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunciaba el pasado 14 de junio su decisión de convocar para este 23 al Comité de Emergencia del Reglamento Sanitario Internacional (RSI) para valorar si se clasifican o no los brotes de viruela del mono en países en los que la enfermedad no es endémica como una emergencia de salud pública de importancia internacional (ESPII). Se trata del nivel de alerta mundial más elevado y que, hasta la fecha, únicamente se aplica por la Covid-19 y la poliomielitis.
“El brote mundial de viruela del mono es claramente inusual y preocupante”, advertía el director general de la OMS, pidiendo a los países que intensifiquen una respuesta coordinada a nivel internacional. Pero, ¿qué supondría la declaración de los brotes actuales de viruela del mono como una emergencia de salud pública de importancia internacional?
En 1951, los Estados miembros de la OMS adoptaron el primer Reglamento Sanitario Internacional. En la 58ª Asamblea Mundial de la salud, celebrada el 23 de mayo de 2005, se adoptó el RSI que actualmente está vigente desde el 15 de junio de 2007. Se trata de un instrumento jurídico de carácter vinculante para todos los Estados miembros de la OMS.
Su principal objetivo es ayudar a la comunidad internacional a la hora de prevenir la propagación a nivel global de enfermedades, proteger frente a esa propagación, controlarla y dar una respuesta de salud pública proporcionada y restringida a los riesgos que esta implique para la salud pública.
Cuando se declara una ESPII, todo el sistema mundial de alerta y respuesta de la OMS garantiza la vigilancia del evento y la evaluación rápida del riesgo, la comunicación de la información necesaria para la toma de decisiones y la coordinación eficaz de las actividades de respuesta
El actual RSI define una emergencia de salud pública de importancia internacional como un “evento extraordinario que se ha determinado (…) que constituye un riesgo para la salud pública de otros Estados a causa de la propagación internacional de una enfermedad, y que podría exigir una respuesta internacional coordinada”. De acuerdo con esta definición, hablamos de situaciones que:
- Son graves, se producen de forma repentina, inhabitual e inesperada.
- Tienen repercusiones de salud pública más allá de las fronteras del Estado afectado.
- Puede requerir la adopción de medidas internacionales inmediatas.
Tres condiciones que los brotes epidémicos registrados en las últimas semanas fuera de las zonas en las que la enfermedad es endémica cumplen.
La última vez que el Comité de Emergencias del RSI declaró una emergencia de salud pública de importancia internacional fue el 30 de enero de 2020, con motivo de la propagación de la Covid-19. Con esta decisión y a la espera de lo que se decida con los brotes de viruela del mono, desde la entrada en vigor del RSI de 2005, se han declarado seis ESPII:
- La gripe pandémica A (H1N1); 25 abril de 2009.
- La diseminación internacional del poliovirus salvaje; 5 mayo de 2014.
- La epidemia de enfermedad por el virus Ébola en África Occidental; 8 agosto de 2014.
- El conglomerado de casos de malformaciones congénitas y otros trastornos neurológicos en relación con el virus del Zika; 1 febrero 2016.
- La epidemia de enfermedad por el virus Ébola en la República del Congo; 18 octubre de 2019.
El principal objetivo es garantizar la seguridad sanitaria mediante la aplicación del RSI. Cuando se declara una ESPII, todo el sistema mundial de alerta y respuesta de la OMS garantiza la vigilancia del evento y la evaluación rápida del riesgo, la comunicación de la información necesaria para la toma de decisiones y la coordinación eficaz de las actividades de respuesta.