El pasado 25 de mayo la ministra de Sanidad, Carolina Darias, anunciaba en la rueda de prensa celebrada tras el último Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS) la participación de España en la adquisición conjunta por parte de los Estados miembros de la Unión Europea de vacunas para hacer frente a los brotes epidémicos que se han detectado en las últimas semanas provocados por la conocida como “viruela del mono”.
Estas compras se realizarán a través de la Autoridad Europea de Preparación y Respuesta ante Emergencias Sanitarias (HERA). A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido de que no se cuenta con vacunas o tratamientos específicos dirigidos contra la viruela del mono, la vacuna desarrollada contra la viruela tradicional demostró en el pasado una eficacia de hasta el 85% en la prevención de la viruela símica.
Este suero, bautizado como Imvanex, es fabricado por la compañía danesa Bavarian Nordic. En el pasado se utilizó para acabar con la viruela tradicional, única enfermedad que hasta la fecha ha sido erradicada (oficialmente en 1980). De acuerdo con las informaciones de las que se dispone hasta el momento, estas vacunas se utilizarían para la inmunización de los contactos estrechos de los casos confirmados y de los profesionales sanitarios que puedan encontrarse en riesgo.
Tanto la viruela tradicional como la viruela del mono pertenecen a la misma familia de virus: orthopoxvirus. De ahí, la eficacia de Imvanex que fue autorizado el 31 de julio de 2013 por la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés). A pesar de que distintas autoridades sanitarias, tanto nacionales como internacionales, han descartado por el momento la necesidad de la vacunación de toda la población, el sistema de vacunación empleado en el pasado y que logró la erradicación de la viruela ha comenzado a ser señalado como necesario por los expertos como mecanismo para detener los actuales brotes.
Hablamos de un sistema conocido como “vacunación en anillo”. Este mecanismo se convirtió en el eje vertebral de la estrategia global que permitió a la humanidad ganar la batalla contra la viruela, una enfermedad que solo en el siglo XX provocó la muerte de más de 300 millones de personas.
El sistema de vacunación en anillo es sencillo. Este consiste en inocular las dosis de la vacuna a los contactos estrechos de los casos confirmados y a aquellos que hayan mantenido una relación cercana con los casos confirmados. Se genera de este modo lo que los expertos denominan como “anillo de protección” que limita cada vez más la propagación del virus. Hasta el momento países como Alemania, Dinamarca o Francia han confirmado que seguirán esta vía para poner fin a los brotes de viruela del mono que se han detectado dentro de sus fronteras.
El somalí Ali Maow Maalin, de 23 años, fue el último caso de viruela salvaje. Su identificación fue posible gracias a la campaña para erradicar la viruela que la OMS desarrollaba a finales de la década de 1970 en el cuerno de África
En este sentido la Agencia de Salud Pública de Reino Unido (UKKSA, por sus siglas en inglés) también ha comenzado a ofrecer la vacuna a los profesionales sanitarios y personas vulnerables con el objetivo de minimizar los riesgos en caso de que lleguen a infectarse.
Cabe señalar que la eficacia de Imvanex es mayor en la prevención de la viruela del mono si se administra antes de que el posible contagio se produzca, aunque también puede inocularse entre cuatro e incluso 14 días después. Un periodo de tiempo que refuerza la necesidad del diagnóstico temprano de los casos y sus contactos estrechos.
El sistema de vacunación en anillo se posiciona como la opción preferente de los expertos
EL ÉXITO DE LA ‘VACUNACIÓN EN ANILLO’
La erradicación de la viruela se alcanzó gracias a una vigilancia enfocada en la identificación temprana de los nuevos casos y el sistema de la vacunación en anillo. El último caso de viruela salvaje se produjo en Somalia en 1977 y el brote pudo contenerse gracias a este mecanismo de inmunización. Este país, junto con Etiopía y Kenia fueron los últimos países del mundo en registrar casos de viruela salvaje.
El somalí Ali Maow Maalin, de 23 años, fue el último caso de viruela salvaje. Su identificación fue posible gracias a la campaña para erradicar la viruela que la OMS desarrollaba a finales de la década de 1970 en el cuerno de África.
Una vez se diagnosticó el caso, la OMS inició el rastreo de contactos a los que puso en cuarentena y se inició la vacunación. El sólido esfuerzo internacional permitió que este caso no se tradujera en un brote. Incluso el hospital en el que trabajaba como cocinero cerró temporalmente.
Todos los residentes que ocupaban el área en la que residía Ali, que albergaba a unas 50.000 personas, fueron vacunados en menos de 14 días según informan desde GAVI, la Alianza Global de las Vacunas.
Unas medidas que pueden parecer desproporcionados por un solo caso, pero deben comprenderse en el contexto final de la erradicación de la enfermedad. Todos hemos sido testigos con el SARS-CoV-2 de cómo puede originarse un brote que se expanda a cada vez un mayor número de personas.
La rápida acción de la OMS ante el caso de Ali permitió que tres años más tarde, en 1980, la Comisión Global para la Certificación de la Erradicación de la Viruela declarase a Somalia, y al mundo, libre de viruela. Un hito en la historia de la humanidad.