Los sistemas alimentarios se definen, en términos generales, como la “producción, comercialización, transformación y compra de alimentos, y las prácticas de consumo, los recursos y las instituciones involucradas en estos procesos”. La crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2 ha puesto de relieve, desde el punto de vista de la investigación en salud, el papel que los sistemas alimentarios pueden tener en la generación de la carga de la morbilidad humana.
Las amenazas pandémicas emergentes son solo una parte de la compleja relación entre la agricultura y las enfermedades infecciosas, especialmente en los países con medios y bajos ingresos que actualmente están experimentando una rápida transformación de sus sistemas alimentarios.
Desde el punto de vista de la salud pública estas transformaciones plantean importantes desafíos, entre los que destaca la expansión de la pandemia de la obesidad y las enfermedades no transmisibles asociadas a esta, como consecuencia de transiciones dietéticas y un mayor consumo de grasas, azúcares, sal y alimentos ricos en calorías. ¿En qué medida la intensificación de la producción agrícola y la creciente complejidad de las cadenas de suministros de alimentos, en particular en países en transición de África y Asia, modifican los riesgos y las cargas relativas de las enfermedades infecciosas?
Esta es la cuestión de la que parte un reciente estudio cuyos resultados han sido publicados por The Lancet Planetary Health. Sus autores exponen que la intensificación del riego para la producción de cultivos, así como una producción ganadera más intensa están afectando al riesgo de enfermedades zoonóticas y transmitidas por vectores, mientras que la creciente complejidad de los sistemas de suministro de alimentos (particularmente los alimentos perecederos) está afectando a los riesgos y a la carga de las enfermedades transmitidas por alimentos.
La investigación que nos ocupa pone de manifiesto que las comunidades agrícolas tienen una mayor exposición a las enfermedades relacionadas con la vida silvestre y sus vectores. Se suma el hecho de que el ganado genera una vía zoonótica para la transmisión, mientras que el cultivo y el riego exponen a las comunidades a una variedad de enfermedades transmitidas por el suelo y por vectores.
Un meta-análisis en el sureste de Asia ha demostrado que las personas que viven o trabajan en la agricultura tienen 1,7 veces más probabilidades de infectarse con un patógeno que las personas que no tienen profesiones agrícolas. En Kenia, se ha descubierto que las comunidades agrícolas rurales tienen una alta carga de enfermedades infecciosas, que son principalmente de origen zoonótico.
“La intensificación de la agricultura puede llevar a un aumento en las densidades de población humana y animal y el movimiento a medida que la mano de obra migrante se vuelve más importante, lo que aumenta la propagación de enfermedades. Nuestro estudio de caso se centra en la intensificación de los sistemas de riego y el aumento no deseado de la malaria en África”, exponen.
“La intensificación de la agricultura puede llevar a un aumento en las densidades de población humana y animal y el movimiento a medida que la mano de obra migrante se vuelve más importante, lo que aumenta la propagación de enfermedades. Nuestro estudio de caso se centra en la intensificación de los sistemas de riego y el aumento no deseado de la malaria en África”
En el último siglo se ha producido un aumento sin precedentes de las enfermedades zoonóticas. Los impulsores que causan que estos patógenos se propaguen de los animales a los humanos incluyen características de los países en transición agrícola, incluido el cambio de uso de la tierra, la intensificación agrícola, el aumento del comercio, los cambios en la demografía humana y la urbanización.
“El SARS-CoV-2 podría haber surgido del sistema alimentario y, sin duda, los sistemas alimentarios globales complejos seguirán siendo rutas de aparición de patógenos con impactos de gran alcance”, señalan los autores.
A diferencia de las enfermedades transmitidas por vectores, las zoonosis de transmisión directa tienen un potencial considerable para propagarse más allá de los entornos agrícolas rurales. La intensificación de la producción ganadera en áreas periurbanas para satisfacer la creciente demanda urbana a menudo da como resultado que se mantengan más animales en un espacio limitado y, por lo tanto, en una mayor densidad. Tales condiciones conducen a mayores tasas de contacto entre animales, lo que puede promover la amplificación de patógenos zoonóticos en las proximidades de los humanos.
La comunidad internacional ha centrado sus esfuerzos y atención en los últimos años en las enfermedades zoonóticas emergentes con potencial para provocar una pandemia, particularmente en los países de medios y bajos ingresos. La inversión que se ha realizado pronosticó la a aparición de una enfermedad como la Covid-19, pero no fueron suficiente para evitar su propagación a nivel global.
“Aunque ahora se puede esperar que esta atención se intensifique en los próximos años, la carga principal y continua de las enfermedades zoonóticas en los sistemas alimentarios en transición en los países de medios y bajos ingresos está dominada por un grupo de enfermedades zoonóticas endémicas muy diferentes”, entre las que se incluyen “equinococosis, cisticercosis, brucelosis, fiebre Q, leptospirosis, tuberculosis bovina y varias infecciones bacterianas por E. coli, Staphylococcus aureus, Salmonella spp y Campylobacter spp”.
De acuerdo con los datos recogidos en el meta-análisis sobre el que versan estas líneas, en los países de medios y bajos ingresos las referidas zoonosis contribuyen aproximadamente al 26% de la carga reportada por las enfermedades infecciosas.
"Muchos de estos problemas se pueden evitar o al menos reducir, pero esto requiere el reconocimiento y la resolución de conflictos entre las políticas y prácticas agrícolas y de salud pública"
Hasta hace poco las enfermedades transmitidas por los alimentos no se consideraban una carga sanitaria de relevancia en los países de medios y bajos ingresos, en relación con otras enfermedades infecciosas de mayor impacto. Una perspectiva que cambió en 2016 con la publicación del primer estudio sobre la carga mundial de las enfermedades transmitidas por los alimentos. Este reveló que la carga de estas enfermedades era similar a la reportada por el VIH/sida o tuberculosis, por ejemplo.
En este sentido los expertos indican que las principales fuentes de enfermedades transmitidas por los alimentos en las naciones con menos recursos son el ganado, los productos pesqueros, las frutas y las verduras. Estos productos se venden, principalmente, en mercados tradicionales o los denominados como “húmedos”. “Por lo tanto, los alimentos asociados con un mayor potencial para mejorar la nutrición de las personas que viven en hogares de bajos ingresos son también los asociados con los mayores riesgos de enfermedad. Los sistemas alimentarios en transición combinan una mayor provisión de estos alimentos a través de los sistemas de mercado tradicionales, lo que crea una desafío particular para la seguridad alimentaria”.
En este sentido los expertos refieren que los países de altos ingresos han tenido un “éxito relativo” en la gestión de la inocuidad de los alimentos, utilizando enfoques basados en el riesgo que abordan la inocuidad de los alimentos en todos los niveles: desde la granjas hasta el consumidor.
Ante esta fotografía los autores del meta-análisis señalan que los sistemas agrícolas en transición deberían contar con una sólida capacidad regulatoria que reduzca el riesgo de enfermedades en los sistemas alimentarios.
“Controlar los riesgos de enfermedades mediante la restricción de la agricultura en países en transición del sistema alimentario puede exponer compensaciones complejas. Las intervenciones de salud pública que socavan la seguridad alimentaria y la nutrición pueden enfrentar un bajo apoyo o aceptación de las políticas. Un enfoque integrado e intersectorial podría tener mayores beneficios generales para el bienestar humano que uno basado únicamente en abordar los riesgos de enfermedades”. Un enfoque de debería iniciarse con una evaluación de los costes y beneficios de las intervenciones del sistema alimentario en los sectores agrícola y de salud pública.
“Proponemos que es probable que los sistemas alimentarios en transición generen riesgos de enfermedades infecciosas no intencionales para las poblaciones rurales y urbanas, asociados con la intensificación y diversificación agrícola destinadas a satisfacer la demanda cambiante de los consumidores. Proponemos que muchos de estos problemas se pueden evitar o al menos reducir, pero esto requiere el reconocimiento y la resolución de conflictos entre las políticas y prácticas agrícolas y de salud pública”, concluyen los autores.