Uno de los grandes aprendizajes de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha sido la necesidad de reforzar los sistemas de vigilancia de las enfermedades infecciosas. Esta es una de las críticas que la Comisión The Lancet lanzaba hace escasos meses tras un exhaustivo análisis de más de dos años sobre los errores cometidos a nivel global en la gestión de la crisis sanitaria causada por la Covid-19. La rápida secuenciación genómica del SARS-CoV-2 y el haber podido compartir esta valiosa información con la comunidad científica internacional posibilitaron el rápido desarrollo de vacunas y aumentar el conocimiento sobre el virus para adoptar así las medidas de salud pública pertinentes.
Partiendo de este punto ponemos el foco en el último informe hecho público por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) sobre la capacidad en términos de pruebas de resistencia antiviral de la influenza y el SARS-CoV-2 en los países europeos. La aparición de las resistencias a los tratamientos antivirales se ha asociado con la pérdida de efecto beneficioso de un fármaco en términos bioquímicos e histológicos.
De acuerdo con este análisis más del 50% de los países de la Unión Europea (UE) y del Espacio Económico Europeo (EEE) realizan pruebas de resistencia antiviral para la influenza. Tan solo tres países hacen lo propio para el SARS-CoV-2. Este un aspecto sobre el que los gobiernos del viejo continente deberían mejorar ya que la monitorización de la resistencia viral de nuevas variantes del coronavirus podría mejorar el uso clínico apropiado de los medicamentos antivirales.
El informe ha solicitado a los países reportar los criterios de selección de muestras para la resistencia a los antivirales contra la influenza y el SARS-CoV-2. Ocho países aseguran que las muestras recolectadas proceden de los sistemas centinela de vigilancia, mientras que siete los extraen de los pacientes más graves. Seis naciones recogen muestras de pacientes tratados con antivirales y cinco toman las muestras de pacientes inmunocomprometidos. Tres países declaran que basan sus criterios de selección se fundamentan en el perfil mutacional de los virus en base a la secuenciación. La mayoría de los países trabaja con múltiples criterios de selección de especímenes para las pruebas de resistencia antiviral.
"La secuenciación del genoma completo se está convirtiendo en el enfoque más utilizado para el análisis de la resistencia a los antivirales"
Para el SARS-CoV-2 la mayoría de los países se basan en análisis genotípicos para las pruebas de resistencia antiviral, y muy pocas naciones afirman trabajar con una combinación de análisis genotípicos y fenotípicos. En el caso de la influenza la mayoría realizan análisis genotípico y fenotípicos. “La secuenciación del genoma completo se está convirtiendo en el enfoque más utilizado para el análisis de la resistencia a los antivirales, lo que permite una rápida identificación, seguimiento y evaluación de las mutaciones que crean variantes resistentes a los antivirales”, aclara el informe del ECDC.
El regulador europeo expone que todos los virus de la influenza y el SARS-CoV-2 que se vigilan a través de los sistemas vigilancia centinela deben secuenciarse y se debe realizar una caracterización antiviral genotípica. “Sobre la base de los resultados genotípicos, más antigénicos se debe realizar una caracterización y pruebas fenotípicas de resistencia a fármacos antivirales o anticuerpos monoclonales en un subconjunto de especímenes de la vigilancia dirigida y la vigilancia centinela”.
Además, todas las muestras centinela positivas tanto para el SARS-CoV-2 como para los virus de la influenza deben secuenciarse y realizarse pruebas sobre resistencia a las terapias y antivirales aprobados por los laboratorios de referencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS).