De acuerdo con los últimos datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) la malaria (paludismo) provocó en 2020 alrededor de 627.000 muertes y más de 241 millones de casos. Se trata de una enfermedad causada por parásitos del género Plasmodium que se transmite a los seres humanos a través de la picadura de mosquitos hembra del género Anopheles. Hay cinco especies de parásitos que causan paludismo en el ser humano, de las que las más peligrosas son dos: P. falciparum y P. vivax. P. falciparum es el parásito palúdico más mortífero y el más prevalente en el continente africano.
El continente africano soporta en términos de morbilidad la mayor carga global de la malaria como demuestra el hecho de que en 2020 a región concentró el 95% de los casos de paludismo y el 96% de las muertes provocadas por la enfermedad. De total de decesos registrados en África por paludismo, el 80% se produjeron en niños menores de cinco años. El mosquito Anopheles stephensi es originario del sur de Asia y la península Arábiga, pero se ha detectado un preocupante aumento de su presencia en países africanos como Yibuti, Etiopía, Sudán, Somalia y Nigeria.
La OMS alerta de que, con total seguridad, este mosquito se habrá extendido ya a otras zonas del continente, pero no ha sido detectado aún por los sistemas de vigilancia. Tal y como hemos señalado África es la región del mundo más castigada por la malaria por lo que detener la propagación del mosquito Anopheles stephensi es fundamental.
En este sentido la OMS ha puesto en marcha una iniciativa orientada a detener su propagación en África. Sobre esta especie se sabe que, a diferencias de otras, es capaz de prosperar en áreas urbanas y es resistente a muchos de los insecticidas que se utilizan actualmente lo que plantea importantes desafíos para su control. Especialmente en el África subsahariana donde la carga de la malaria es de las más elevadas y más del 40% de su población reside en zonas urbanas.
El mosquito 'Anopheles stephensi' es originario del sur de Asia y la península Arábiga, pero se ha detectado un preocupante aumento de su presencia en países africanos como Yibuti, Etiopía, Sudán, Somalia y Nigeria
Recientes estudios basados en modelos matemáticos sugieren que una expansión sin control de este mosquito pondría en riesgo de malaria a 126 millones de personas en África. Investigaciones adicionales a nivel de país sugieren incluso que una amplia difusión en Etiopía, por ejemplo, podría aumentar dentro de sus fronteras los casos de malaria hasta en un 50%.
Aunque estos datos deben ser analizados con cautela, lo cierto es que llaman poderosamente la atención sobre el nuevo riesgo para la salud pública al que se enfrenta el continente africano. La iniciativa publicada por la OMS prioriza la necesidad de establecer una colaboración más estrecha entre los distintos programas nacionales para el control de la malaria que posibilite compartir información y conocimiento para que los recursos disponibles puedan utilizarse de la forma más óptima. La OMS detalla en que no solo deben compartirse entre los distintos países los casos de éxito a la hora de frenar la expansión del mosquito, sino también los fracasos para determinar las mejores prácticas.
Es fundamental un fortalecimiento de la vigilancia epidemiológica para determinar de la forma más certera posible el grado de propagación del mosquito Anopheles stephensi, especialmente en las áreas urbanas. Los programas nacionales destinados al control de la malaria necesitan estar basados en pruebas para llevar a cabo la vigilancia, implementar medidas de control y destinar los recursos necesarios.
Por supuesto, la investigación es un requisito imprescindible. La agencia de salud de la ONU enfatiza en la importancia de la evaluación del impacto de las intervenciones de control de vectores y, particularmente, de las nuevas herramientas. “Si bien no se conoce la viabilidad de las estrategias cuando se trata de Anopheles stephensi, es esencial que se tomen medidas para construir una base de evidencia que permita evaluar su validez en la detención de la propagación de este vector invasivo en África”, concluye el documento de la OMS.