Las comunidades autónomas han administrado hasta el pasado viernes, 26 de mayo, un total de 105.840.321 dosis de las vacunas contra la Covid-19 de Pfizer-BioNTech, Moderna, AstraZeneca y Janssen. Así lo ha dado a conocer la última actualización del informe de vacunación contra la Covid-19 publicada por el Ministerio de Sanidad. Este dato supone la administración del 96,4% de las dosis entregadas.
Sin embargo, la lucha contra la Covid-19 no ha terminado. Un trabajo de la Universidad de Córdoba (UCO) y el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) ha evaluado el efecto que tiene la infección por el coronavirus SARS-CoV-2 en pacientes que han pasado de forma leve o asintomática el COVID-19 y que a su vez estaban contagiados por citomegalovirus.
El citomegalovirus (CMV) es uno de los herpesvirus con mayor prevalencia mundial. En función de la zona geográfica puede afectar entre el 40% y 90% de la población y, aunque no produce sintomatología en personas sanas, el control de esta infección crónica requiere un trabajo constante del sistema inmunitario.
Las personas coinfectadas con ambos patógenos presentan un envejecimiento prematuro del sistema inmunitario
Según los resultados obtenidos de esta investigación, las personas coinfectadas con ambos patógenos presentan un del sistema inmunitario, lo que se relaciona con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares a edades más tempranas.
Ll doctora Alejandra Pera, investigadora principal del estudio, explica que esto no quiere decir que las personas que hayan sido contagiadas con estos dos virus vayan a desarrollar necesariamente problemas cardiovasculares. No obstante, dada la prevalencia de ambos virus, sí supone una circunstancia más a tenerse en cuenta junto con el consumo de estupefacientes y el consumo de alimentos altos en grasas, entre otros factores.
Dada la prevalencia de ambos virus, sí supone una circunstancia más a tenerse en cuenta
El trabajo ha analizado el estado del sistema inmunitario en personas con y sin infección crónica porcitomegalovirus a los 3 y 12 meses de haber contraído infección leve o asintomática por SARS-CoV-2. Según los resultados, en los pacientes infectados por ambos virus se genera una expansión de células ‘T’con mayor funcionalidad.
Estas células T son linfocitos dotados de memoria fundamentales para la defensa de nuestro organismo, pero que cuando sus funciones se activan de forma excesiva generan inflamación y pueden llegar a dañar el endotelio vascular. “El citomegalovirus, por sí sólo, provoca que estas células aumenten. Ahora hemos comprobado que el SARS-CoV-2 genera un efecto añadido”, añade la investigadora.
Uno de los aspectos llamativos de la investigaciónes que este efecto ha podido documentarse en personas que cursaron la infección por este coronavirus de forma leve o asintomática. La comunidad científica está estudiando en mayor medida los efectos en pacientes con síntomas graves, “pero estamos viendo que la COVID-19 también tiene consecuencias a medio y largo plazo en personas que pasaron la enfermedad sin complicaciones y que debemos tener en cuenta”, subraya la autora principal del estudio.
"Estamos viendo que la COVID-19 también tiene consecuencias a medio y largo plazo en personas que pasaron la enfermedad sin complicaciones y que debemos tener en cuenta”
El trabajo, cuyo primer autor es el investigador pre doctoral de la UCO Pablo Álvarez, muestra que tras el contagio por SARS-CoV-2 se produce un aumento de células asociadas a enfermedades cardiovasculares en pacientes que presentan previamente una infección por citomegalovirus. Sin embargo, en aquellos individuos que enfermaron de COVID tras haberse vacunado, no se produce este fenómeno. Aunque habría que realizar más estudios que tengan en cuenta el efecto de las distintas olas y variantes del coronavirus, concluyela doctora Alejandra Pera, los resultados parecen indicar que las vacunas previenen y amortiguan esta expansión descontrolada de células T capaces de causar daño cardiovascular.