Las enfermedades tropicales desatendidas (ETD) son un grupo heterogéneo compuesto por 20 enfermedades con una gran prevalencia en las áreas tropicales. De acuerdo con los datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) estás afectan a más de mil millones de personas que pertenecen en su mayoría a las comunidades más empobrecidas y tienen devastadoras consecuencias en el ámbito social, económico y sanitario.
Dentro de este grupo encontramos el micetoma. Se trata de una enfermedad infecciosa crónica y progresivamente destructiva que afecta a la piel, el tejido subcutáneo y el hueso. Puede estar provocado por distintas especies de bacterias y hongos ,y los casos, en su mayoría, se registran en zonas tropicales y subtropicales caracterizas por estaciones lluviosas breves y largas estaciones secas. La OMS asegura que se desconoce cuál es su carga a nivel global, pero sí se sabe que es una enfermedad endémica en África, América Latina, Asia y Europa.
El micetoma provoca una alta morbilidad y supone importantes consecuencias negativas a nivel médico, sanitario y socioeconómico, no solo en los pacientes que lo sufren sino también en las comunidades y los servicios sanitarios de las zonas afectadas.
Las enfermedades tropicales desatendidas son protagonistas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados para 2030, por lo que en los últimos años se ha avanzado mucho en su reconocimiento internacional. El problema es que incluso entre estas, existen desigualdades como es el caso del micetoma que apenas ocupó espacio en las Cumbres de Kigali sobre Enfermedades Tropicales Desatendidas y Malaria, celebradas en 2020 y 2022. Estamos ante una de las ETD con menos visibilidad y menor reconocimiento en términos de inversión e investigación.
"La ETD, y el micetoma en particular, necesitan más apoyo en términos de investigación y desarrollo para producir nuevas entidades químicas que posibiliten un tratamiento más eficiente"
Tal como denuncian desde PLOS Neglected Diseases, actualmente existe en el campo de las ETD una brecha de innovación, inversión, investigación y desarrollo, a la que se suman los desafíos ya históricos en materia de desarrollo de nuevos medicamentos y tratamientos. Los autores de la investigación publicada en la citada revista exponen que entre los años 2000 y 2011, entre los 756 nuevos medicamentos que fueron aprobados a nivel global, tan solo cuatro entidades químicas estaban destinadas al tratamiento de la malaria y ninguna para las ETD o la tuberculosis. Tan solo el 1,4% de los aproximadamente 150.000 ensayos clínicos se registraron para las ETD en este periodo, con un número menor de desarrollo de nuevas entidades químicas.
Las opciones de tratamiento actuales son ineficaces o tienen muchos efectos secundarios que limitan su uso. Hasta la fecha solo existe un fármaco para el tratamiento del micetoma: el itraconazol. Se cuenta con otros fármacos que han demostrado buena actividad in vitro, como son los casos del voriconazol o el posaconazol, pero sus usos en la práctica clínica tienen grandes limitaciones debido a factores como una duración prolongada del tratamiento, su elevado coste y la relativa falta de evidencia sobre su respuesta.
“En general, las enfermedades tropicales desatendidas, y el micetoma en particular, necesitan más apoyo en términos de investigación y desarrollo para producir nuevas entidades químicas que posibiliten un tratamiento más eficiente”, exponen los autores de la investigación. “Del mismo modo existe una necesidad urgente de pruebas y vacunas para esta enfermedad. Se necesita una buena y sólida colaboración de investigación entre las diferentes instituciones, así como la transferencia de la tecnología adecuada a las regiones en las que el micetoma es endémico”, concluyen.