El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un virus que ataca el sistema inmunitario y provoca el debilitamiento de las defensas del organismo contra muchas otras infecciones y determinados tipos de cáncer. A medida que el virus va destruyendo las células inmunitarias la persona va sumiéndose poco a poco en una situación de inmunodeficiencia que lo hace vulnerable.
La fase más avanzada de la infección por el VIH se conoce como el “síndrome de inmunodeficiencia adquirida” (sida) que, en ausencia de tratamiento y en función de cada persona, puede tardar años en manifestarse. Las personas con sida son susceptibles de contraer ciertos tipos de cáncer e infecciones, así como presentar otras manifestaciones clínicas crónicas de gravedad.
La función inmunitaria suele medirse mediante el recuento de linfocitos CD4. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la “enfermedad avanzada por VIH” como un recuento de células CD4 <200 células/mm3. Se considera que todos los niños menores de cinco años con infección por VIH tienen enfermedad del VIH avanzada. Aunque en la actualidad la prueba de recuento de células CD4 no es necesaria para iniciar el tratamiento sí que continúa utilizándose para identificar a aquellas personas con enfermedad avanzada por VIH.
La OMS explica que las personas con VIH avanzado tienen un alto riesgo de muerte, incluso una vez han comenzado con la terapia antirretroviral. Un riesgo que aumenta a medida que se incrementa la disminución del recuento de células CD4. Entre las causas más frecuentes de enfermedad grave y muerte se encuentran la tuberculosis, las infecciones bacterias graves y la meningitis criptocócica (infección micótica del sistema nervioso central causada por las especies Cryptococcus neoformans y Cryptococcus Gatti).
Las infecciones oportunistas son enfermedades que se producen con mayor frecuencia y gravedad en personas con VIH dada la vulnerabilidad de su sistema inmunitario
Las recomendaciones orientadas a reducir la morbilidad y la mortalidad de las personas con VIH avanzado se focalizan en la detección, tratamiento y profilaxis para las principales infecciones oportunistas, rápido inicio de la terapia antirretroviral e intervenciones destinadas a intensificar el apoyo a la adherencia al tratamiento. Las infecciones oportunistas son enfermedades que se producen con mayor frecuencia y gravedad en personas con VIH dada la vulnerabilidad de su sistema inmunitario.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) publican un listado con las principales infecciones oportunistas: candidiasis (se incluye únicamente cuando provoca infecciones graves o persistentes en la boca o la vagina, cuando se produce en el esófago, las vías respiratorias inferiores o el tejido pulmonar más profundo), Coccidioidomicosis, Criptococosis, Criptosporidiosis, Cistoisosporiasis, Citomegalovirus, Encefalopatía relacionada con el VIH, Virus del herpes simple, Histoplasmosis, Sarcoma de Kaposi, Tuberculosis, Complejo Mycobacterium avium, Neumonía por Pneumocystis, Neumonía, Leucoencefalopatía multifocal progresiva, Septicemia por Salmonella, Toxoplasmosis y Síndrome consuntivo del VIH.
“Tomar los medicamentos para el VIH es la mejor manera de prevenir las infecciones oportunistas. Estos medicamentos pueden mantener el sistema inmunitario fuerte y sano”, inciden desde los CDC.
De acuerdo con las cifras ofrecidas por ONUSIDA 38,4 millones de personas vivían con VIH en todo el mundo en 2021. En este año se diagnosticaron 1,5 millones de nuevas infecciones y 650.000 personas fallecieron debido a enfermedades relacionadas con el sida. Desde el inicio de esta epidemia hace más de 40 años, 84,2 millones de personas han contraído la infección por el VIH y más de 40,1 millones de personas han muerto. En 2021 28,7 millones de personas tenían acceso a la terapia antirretroviral.