Los primeros meses de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 uno de los mayores temores eran las consecuencias devastadoras que el coronavirus podría tener en los países con menos recursos, después de haber sido testigos de cómo el virus situaba al borde del precipicio a las naciones asiáticas y europeas. Cerca de tres años después de los momentos más críticos, la realidad es que la Covid-19 no ha tenido el impacto esperado en los países más pobres debido a múltiples factores, aunque somos conscientes de que el impacto de la pandemia está fuertemente marcado por el infradiagnóstico.
Pero la Covid-19 ha impactado en las naciones más pobres afectando a su lucha contra otras enfermedades como consecuencia de la interrupción de los programas de vacunación de rutina o la falta de recursos derivada de los cierres de fronteras y ayuda humanitaria. Ante esta fotografía a lo largo de estas líneas vamos a poner el foco en cómo la Covid-19 ha supuesto un duro golpe en la lucha contra la tuberculosis infantil.
De acuerdo con los datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2020 1,5 millones de personas perdieron la vida como consecuencia de la tuberculosis. Esta se sitúa como la decimotercera causa de muerte en el mundo y está considerada como la enfermedad infecciosa más mortífera por detrás de la Covid-19 y por encima del VIH/sida. El organismo internacional de las Naciones Unidas advierte de que la tuberculosis infantil y adolescente suele ser complicada en términos de diagnóstico y tratamiento, a pesar de que en 2020 más 1,1 millones de niños de todo el mundo enfermaron de los que alrededor de 520.000 fueron diagnosticados por programas nacionales y notificados a la OMS. El referido año un total de 30 países con elevada carga de tuberculosis reportaron el 86% de los nuevos casos, con ocho que acapararon los dos tercios: India, China, Indonesia, Filipinas, Pakistán, Nigeria, Bangladesh y Sudáfrica.
A pesar de que durante años la tuberculosis infantil ha sido un área de actuación que no ha gozado de toda la atención internacional que requiere, lo cierto es que durante la década previa al surgimiento del SARS-CoV-2 se habían registrado algunos avances importantes. Entre estos destacan la generalización de pruebas de diagnóstico molecular, una mayor financiación destinada a la capacitación y la educación para mejorar el diagnóstico de la tuberculosis en niños, el desarrollo de nuevas formulaciones de fármacos adaptados para el tratamiento de la tuberculosis infantil o una optimización de los datos sobre su prevalencia global, entre otros. Sin embargo, el camino por recorrer es todavía largo y la pandemia ha sumado importantes obstáculos.
La revista The Lancet Global Health ha publicado un análisis realizado por expertos sobre las posibles formas en las que la pandemia ha podido interferir en el devenir de los objetivos para luchar contra la tuberculosis infantil. En primer lugar hacen referencia a ciertos estudios que sugieren que la infección por SARS-CoV-2 podría afectar la respuesta inmunitaria del huésped humano a Mycobacterium tuberculosis, y que podría aumentar el riesgo de progresión de la infección por M. tuberculosis a enfermedad tuberculosa. En este sentido los expertos muestran su preocupación sobre la posibilidad de que los niños que acuden a los establecimientos de salud puedan ser diagnosticados con Covid-19 sin una evaluación adecuada de la enfermedad tuberculosa dada la superposición de síntomas.
Entre los años 2014 y 2020 las notificaciones globales de tuberculosis aumentaron en todos los grupos de edad, siendo el más significativo el reportado entre los cero y los cuatro años con un incremento del 70,3%
Se suma el hecho de que, los diagnósticos tardíos en los casos de tuberculosis pulmonar se traducen en un mayor tiempo de exposición prolongada de los miembros del hogar. Las medidas y restricciones establecidas para controlar la propagación de la Covid-19 han provocado también una restricción de acceso a los servicios de diagnóstico y algunos padres y/o cuidadores pueden haber dudado a la hora de llevar a sus hijos a los centros de salud por temor a contagiarse de Covid-19.
No podemos olvidar el importante impacto económico que la pandemia ha tenido en millones de familias en los países con menos recursos en los que la cobertura sanitaria universal es una asignatura pendiente, lo que ha afectado aún más a su capacidad para priorizar la búsqueda de servicios de diagnóstico para niños que presentasen síntomas de tuberculosis.
El análisis publicado por la referida cabecera científica ofrece importantes datos. Entre los años 2014 y 2020 las notificaciones globales de tuberculosis aumentaron en todos los grupos de edad, siendo el más significativo el reportado entre los cero y los cuatro años con un incremento del 70,3%: de los 115.979 casos notificados en 2014 se pasó a los 197.526 en 2019. Tan solo se experimentó un ligero descenso en los casos comunicados en este grupo de edad y entre los cinco y los 14 años en las regiones europea y americana que, además, son las dos regiones con menor número de casos de tuberculosis infantil.
Cuantificar el impacto de la pandemia en la lucha contra la tuberculosis infantil es complicado. Las estimaciones de la OMS en base a los datos de rutina de 84 países indican que alrededor de 1,4 millones de personas menos fueron diagnosticadas y/o tratadas por tuberculosis debido a la Covid-19, lo que provocó medio millón de muertes adicionales. Al igual que ha sucedido con muchas otras enfermedades la tuberculosis infantil ha experimentado descensos en las notificaciones durante la pandemia debido a dos razones principales: un menor diagnóstico y la reducción de enfermedades como consecuencia de intervenciones no farmacológicas como el distanciamiento social o el uso de mascarillas.
“Nuestro análisis sugiere que las notificaciones de tuberculosis infantil disminuyeron sustancialmente en 2020 en comparación con el número previsto, y que los niños de cero a cuatro años tuvieron el mayor déficit de notificaciones, lo que probablemente represente, al menos en parte, casos perdidos. Muchos de estos habrán resultado en muerte por tuberculosis o en enfermedad más grave, lo que provocará una morbilidad a largo plazo. Aunque los niños escaparon en gran medida de muchos de los efectos directos dañinos de la Covid-19, es probable que se hayan visto sustancialmente afectados por las consecuencias de la pandemia en la atención de la tuberculosis”, concluyen los autores del artículo en base a su trabajo.